Francisco Javier González / Artículos de opinión.- El Dios de Israel vomita fuego.
Tu mano alcanzará a todos tus enemigos,
tu derecha vencerá a los que te aborrecen.
Los convertirás en un horno encendido,
cuando se manifieste tu presencia.
Yahvé los consumirá con su enojo,
el fuego los destruirá por completo.
Eliminarás su estirpe de la tierra,
y a sus descendientes de entre los hombres
David. Salmo 21, (8,9,10,11)
He tragado hiel por más de medio mes siempre con la absurda esperanza de que esta humanidad, a la que supuestamente pertenecemos todos, moviera más que sea un dedo para acabar con la masacre perpetrada por Israel sobre el pueblo palestino, pero, aunque la mayoría de los pueblos, de la gente del común, han manifestado su absoluta repulsa -al tiempo que su rabia y su impotencia- los gobiernos, los que realmente podrían impedir el genocidio, encabezados por el gringo “defensor mundial de la democracia”, han mirado cobardemente para otro lado, salvo, hay que decirlo, el venezolano. Han escudado su cobardía y vileza en los Qassam, que en Canarias llamaríamos foguetes o voladores de cañón, con los que se intentaba romper años de bloqueo tras los muros del gueto en que Israel ha convertido a Gaza, por el terrible pecado de haber ganado Hamas unas elecciones democráticas y tratar de gobernar dentro del campo de concentración gigantesco que Israel, ahora, quiere borrar del mapa a sangre y fuego, haciendo suyas hoy las palabras bíblicas de Job a Bildad: Piedra de azufre será esparcida sobre su morada. Abajo se secarán sus raíces, y arriba serán cortadas sus ramas. Su memoria perecerá de la tierra, y no tendrá nombre por las calles. De la luz será lanzado a las tinieblas, y echado fuera del mundo. No tendrá hijo ni nieto en su pueblo, ni quien le suceda en sus moradas. Sobre su día se espantarán los de occidente, y pavor caerá sobre los de oriente. Ciertamente tales son las moradas del perverso. Job 18:7-21.
Tras la Primera Guerra árabe-israelí, desatada por los árabes que no admiten la partición de Palestina en dos estados según la resolución de la ONU, Israel aumenta su territorio inicial en más de un 40% y cercena toda posibilidad de continuidad geográfica entre los territorios palestinos, territorio ocupado que aumenta mucho más tras la Guerra de los Seis Días en que ocupa el Golan sirio, la Cisjordania –entonces transjordana- Jerusalén, Gaza y el Sinaí egipcio. Tras los avatares de varias guerras los palestinos se organizan autónomamente y reclaman la soberanía de su expoliado territorio. Jordania traspasa la Cisjordania a la soberanía palestina ejercida por la OLP y desde el exilio argelino el Consejo Nacional proclama en 1988 el Estado Palestino. El primer paso del nuevo estado es aceptar la Resolución 252 de la ONU (Nov.1967) que obliga a Israel a retirarse de los territorios de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, ocupados en la Guerra de los Seis Días y al regreso de los refugiados, el libre acceso y libre navegación en la zona, a la vez que reconocía el derecho al Estado de Israel a su existencia y a una paz justa en los territorios reconocidos internacionalmente. Ahí debieron terminarse los conflictos, pero Israel responde anexionándose Jerusalén Este y aumentando la ocupación ilegal de territorios palestinos. Su brutalidad en Gaza provocó la Primera Intifada a finales de ese año, que enfrenta a niños con piedras y palos contra soldados experimentados provistos de tanques, y misiles.
La Intifada enseña a la sociedad palestina que tiene que luchar sola, sin esperar ayudas, para conseguir recuperar su nación y construir su Estado. Los palos y las piedras no van a lograr la derrota militar israelí, pero si su derrota moral, lo que va a llevar a la Conferencia de Paz de Madrid de 1991 y a los “Acuerdos de Oslo” de 1993, por los que los palestinos reconocían oficialmente al estado de Israel y los judíos reconocían a la Autoridad Nacional Palestina, a la que se comprometían a devolver gran parte de los territorios ocupados, aunque preveían mantener asentamientos judíos en ellos bajo su control, además de las carreteras que los comunicaban, lo que de facto impedía la formación de cualquier entidad estatal palestina real. A pesar de todo, la ANP aceptó firmar el Tratado y estableció 8 entidades autónomas alrededor de las ciudades palestinas más importantes, pero al no poder transitar libremente entre ellas la solución era una burla trágica que Hamas y otras organizaciones palestinas no aceptaron. Israel, por su parte, no solo no cumplió lo firmado sino que estableció un férreo bloqueo sobre las ciudades palestinas y continuó, protegida por sus fuerzas armadas, ampliando y multiplicando los asentamientos de colonos judíos, expropiando sus tierras a los propietarios palestinos.
Aquí comienza un ciclo trágico de “eliminaciones selectivas” por Israel –trágico eufemismo para asesinatos políticos condenados por la Convención de Ginebra como “terrorismo”- de los opuestos a sus planes de expansión y la respuesta de Hamas –y otras organizaciones- con atentados sobre israelíes, muchos veces de forma suicida, producto de verdadera desesperación. Israel, en contra de lo firmado, ordena en 1996 la construcción de 900 nuevas viviendas en la Cisjordania ocupada y la expropiación forzosa de viviendas y terrenos palestinos en Jerusalén Este. Arafat considera que esto equivale a “una nueva declaración de guerra” pero Hamas va más allá y reanuda atentados suicidas en Israel, por lo que Arafat, que se ha conformado con declarar media jornada de huelga general, ordena la detención de dirigentes de Hamas y los EE.UU y la UE declaran a Hamas como “organización terrorista”. La Intifada rebrota con fuerza en Hebrón al año siguiente donde Israel causa centenares de heridos entre jóvenes palestinos, destruyendo luego las casa de los heridos. Hamas contesta con otro atentado, en que dos suicidas palestinos matan a 14 israelíes en un mercado de Jerusalén Oeste. En ese espacio de tiempo 546 palestinos murieron a manos de Israel y miles siguen en prisión por el delito de ser palestinos
De todas formas, el proceso de paz, -proceso que nunca existió- saltó por los aires definitivamente cuando, a pesar del apretón de manos entre Rabín y Arafat en la Casa Blanca, en septiembre del 2000, en medio de las conversaciones sobre Jerusalén Este, el entonces jefe de la oposición israelí, el criminal Ariel Sharon, con la connivencia del primer ministro Ehud Barak, provocó conscientemente la Segunda Intifada con el paseo por la Explanada de la Roca de la Mezquita de Al Aqsa. Hamas, en protesta, convoca al “Día de la Ira” en que las tropas israelíes causan once muertos entre los jóvenes que protestaban y se les enfrentaban a pedradas, y los blindados judíos invaden de nuevo todos los territorios palestinos, recluyen a Arafat en Ramala -tildándolo de “terrorista” aunque pedía un alto el fuego- y, al más puro estilo nazionista, Shaul Mofaz, Jefe de la Fuerzas Armadas, propugna la aplicación de la “solución final” al pueblo palestino.
En 2001 Ariel Sharon gana las elecciones israelíes y la destrucción de la ANP y, por ende de Palestina como pueblo, se convierte en el objetivo primordial de Israel. Se rompen todas las relaciones y las tropelías israelíes van en constante aumento. No podía esperarse otra cosa del criminal Sharon que, ya en 1953, había ordenado bombardear hasta su destrucción las 40 casas que formaban el pequeño pueblo de Qiby en Cisjordania con sus habitantes dentro, y que protegió e impulsó a la Falange libanesa en Sabra y Chatila donde asesinaron, en 1982, a 1.700 refugiados palestinos desarmados.
Envenenado el Presidente Arafat en 2004 se convocan elecciones de acuerdo a la Constitución Palestina. Hamas llamó a la abstención y Fatah, con Mahmoud Abbas,ganó las elecciones de enero de 2005 pero, a pesar de la actitud entreguista y colaboradora de Abbas, Israel se negaba a cumplir ningún acuerdo porque, pretextaban que Abbas no destruía a los grupos terroristas de Hamas. Realmente era solo un intento –logrado- de desgastar a la ANP y a cualquier institución legal palestina, de impedir cualquier progreso en la construcción del Estado. Hamas, fortalecido ante la pasividad de Abbas, gana luego las elecciones municipales y se presenta a las legislativas de 2006. Europa y USA, obligados por Israel que ahora ve al desprestigiado Abbas como un amigo, actúan para supervisar la limpieza democrática de esas elecciones y, para su sorpresa, Hamas las gana limpiamente, obteniendo mayoría absoluta en el Parlamento Palestino, con 76 de los 132 escaños, lo que provoca la inmediata dimisión del primer ministro Ahmed Qurei y el nombramiento de Hismail Haniya de Hamas como primer ministro en febrero de 2006.
Tanto Israel como USA y Europa, que habían impulsado las elecciones, se niegan a reconocer los resultados, a pesar de que Haniya declaró que “no descartaba en absoluto una negociación con Israel”. Israel provoca el enfrenamiento interpalestino con su apoyo –y el de USA y Europa- a Abbas frente a Hamas y el feroz bloqueo que desde ese momento se impone –aún más rígido que antes- sobre los territorios palestinos El palo del hambre y la desesperación, combinando con la zanahoria del apoyo al “moderado” Abbas, al que propone negociar, provocan el duro enfrentamiento de Hamas con un Al Fatah ganado por la corrupción y el desaliento y conducen a la situación actual de una Gaza, gobernada por el ganador democrático de unas elecciones, asediada y masacrada por el ejército nazionista.
Hamas es, según ONU, USA y Europa, un movimiento terrorista, pero no es Hamas sino el “democrático” ejército judío quién, el pasado día 4 obligó en Zeitun, barrio el este de Gaza, a 110 habitantes del mismo a abandonar sus viviendas y concentrarse en un edificio que, al día siguiente, bombardea causando 31 muertos, la mayor parte niños. Tampoco fue el malvado y terrorista Hamas quien impidió durante los tres días siguientes que nadie saliera ni entrara al edificio bombardeado y que, cuando finalmente lo autorizó, hubo que sacar a muertos y heridos en carros de mulas porque no permitían la llegada de ambulancias. Tampoco han sido los “terroristas” de Hamas quienes sistemáticamente han bombardeado los hospitales de la Media Luna Roja, con médicos y heridos dentro, ni quienes han impedido a la población civil recoger a sus muertos que quedan durante días en las calles a la disposición de los perros, ni quienes condenan al hambre absoluta a millón y medio de personas o bombardean los depósitos de víveres de ayuda humanitaria con fósforo para que ni siquiera se pueda intentar apagarlos, con el mismo fósforo blanco que usan contra la población civil violando todas las legislaciones internacionales ¿Seguimos? ¿Es necesario o ya conocemos -gracias a Al Yazira porque Israel ha prohibido el acceso a la prensa para testificar la masacre- cual es el “humanitario” comportamiento de su Ejército? Incluso algunas escasas voces judías, que salvan su honor humano, se han horrorizado con la actuación de un ejército que consideraban suyo. Richard Falk, judío norteamericano, enviado especial de la ONU, calificó a la actuación israelí como “crimen contra la humanidad” y en el rotativo inglés The Guardian, 75 judíos británicos publican una carta en que equiparan a Gaza con lo que ellos sufrieron en el Gueto de Varsovia.
Pero no, Israel y Bush, el salvaguarda de la civilización occidental y democratizador de Irak, mantienen el carácter terrorista de Hamas y eso, para el Occidente es palabra de Dios (probablemente Yahvé). Para el embajador de Israel en Madrid, Raphael Schutz,”Hamas es el peor enemigo de los palestino y las operaciones en Gaza solo tienen objetivos militares”. Isaac Herzog, Ministro israelí de Bienestar, declaraba que “Israel hace todo lo posible por ayudar a la población de Gaza”. Ehud Barak no se recata en afirmar que solo se ataca a objetivos militares, entre los que, por supuesto, cuentan no solo el millar largo de muertos y los más de cinco mil heridos, sino que están las escuelas de policías, las comisarías urbanas, los hospitales, los centros de ayuda a los refugiados, las mezquitas, las universidades y escuelas. ¡Incluso han bombardeado el más antiguo cementerio musulmán de Gaza! Lo dejo antes de que la indignación y la rabia me dañen más profundamente al comprobar, no solo la hipocresía de la “civilización”, de los gobiernos de toda laya –con más gravedad y bajeza la de los gobiernos musulmanes- sino y sobre todo, mi propia impotencia para enfrentarme a esa masacre. Aunque no soy palestino, si estuviera en mis manos y pudiera, apoyaría en todos los aspectos la lucha que allí se desarrolla. Es una simple cuestión de dignidad humana.
¡Que Yahvé proteja a su pueblo elegido porque lo que hoy está sembrando lo recogerá, con creces, tarde o temprano!
Francisco Javier González.
Canarias a 16 de enero de 2006
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