Teodoro Santana * / Artículos de opinión.- El secretario insular de Tenerife del sindicato español UGT, José Juan Benavente, alertó la pasada semana del peligro de “situaciones extremas” en Canarias, “muy peligrosas desde el punto de vista social”, “con algaradas, manifestaciones y desorden social”, e incluso una “revuelta” para mitad de 2009 si la situación no mejora.
Es comprensible que el aparatichk de uno de los sindicatos sostenidos por el Estado capitalista español se alarme ante la posibilidad de revueltas y de “desorden social”. Al fin y al cabo, es lo que es y vive como vive gracias al “orden” del capitalismo colonialista en Canarias.
A los comunistas lo que nos preocupa es la realidad que vive día a día la clase obrera y el conjunto del pueblo canario, y no cómo esa realidad puede afectar al “orden”. El pasado 31 de diciembre, varios miles de trabajadores se vieron en la calle porque sus empresas no querían tener que cotizar por ellos ni un sólo día del 2009. Las oficinas del paro se colapsan cada vez más. La cifra oficial de 200.000 parados esconde otro centenar de miles de desempleados más que no aparecen en las maquilladas cuentas gubernamentales que, sin embargo, reconocen que casi el 30% de las canarias y los canarios viven bajo el umbral de la pobreza. Y que los salarios en Canarias son un 20% inferiores a los de la metrópoli, y la jornada laboral un 8% más larga.
Sin embargo, también nos preocupa que desemboque sólo en revueltas. Justamente por la razón contraria al funcionario de UGT: las revueltas son fácilmente controlables por el poder, ya que se producen por la desesperación, sin ideas claras, sin un plan de acción. Y muchas veces contaminadas por ideas reaccionarias (como echar la culpa de lo que pasa a los trabajadores inmigrantes). Es necesario, y con urgencia, transformar el descontento en conciencia, en movilización y en acción revolucionaria.
Pero eso no se consigue a toque de pito, sino haciendo una labor sistemática de agitación, lucha de ideas y organización, centro de trabajo a centro de trabajo, barrio a barrio y hasta casa por casa. Y venciendo el acomodamiento de los dirigentes burocratizados y pequeñoburgueses que dominan el mundo sindical.
Cuentan que cuando el borbón Luis XVI oyó el estruendo del asalto a la cárcel de La Bastilla por el pueblo de París, preguntó a su ayuda de cámara: “¿Es una revuelta?”. “No, sire”, contestó el otro, “es una revolución”. De nuestro trabajo y de nuestra claridad ideológica depende transformar el descontento y las protestas espontáneas en el movimiento revolucionario que Canarias necesita.
(*) Teodoro Santana es miembro Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
Comentarios