J.M. Álvarez * / Artículos de opinión.- A raíz de los acontecimientos de Grecia, y las manifestaciones solidarias de Madrid y Barcelona, se ha agudizado en las filas de la izquierda antifascista el debate sobre la legitimidad del uso de la violencia contra el sistema. Por otro lado, el régimen español, temeroso ante las consecuencias sociales que acarreará la crisis capitalista, no se hace planteamientos éticos y va a lo práctico. Mientras los “violentos” dudan en usar el silbato o la barricada, los “pacíficos” torturan, y dan palos a diestro y siniestro.
Que sepamos, los grupos antidisturbios van armados y actúan agresivamente contra los manifestantes, incluso en ausencia de altercados. El Ejército, por mandato de la Constitución, impuesta por los franquistas, es el garante de la integridad territorial, y como sabemos a qué se dedican los militares, llegamos a la conclusión de que la violencia es necesaria para mantener un estatus y conseguir determinados fines políticos, pues, no en balde, ha sido la partera de la historia. El problema actual, surge cuando son otros quienes la utilizan para contrarrestar la del Estado burgués. Tanto los antifascistas de Barcelona y de Madrid (algunos de los detenidos presentaban rotura de nariz, pérdida de dientes y moratones por todo el cuerpo), como los griegos- que continúan la lucha pese al relativo apagón informativo- han recurrido a la violencia porque consideran que no hay otra alternativa frente a la intransigencia neoliberal fascista.
Al hilo de la cuestión, reproduzco unos extractos de un editorial de el periódico El País: “Los sucesos vividos en las principales ciudades griegas a raíz de la muerte de un joven a manos de la policía demandan explicación, pero en ningún caso justificación (…). Cabe insistir en que la preocupación por la seguridad generalizada a raíz de los atentados terroristas de los últimos años debe conducir, no a una relajación, sino a un reforzamiento de las garantías con las que deben actuar los agentes policiales (…). Los errores policiales no pueden ser una coartada para desacreditar la imprescindible y responsable labor de las fuerzas de seguridad en los Estados democráticos (…). Las dificultades sociales que sin duda se avecinan no pueden sorprender a los Gobiernos ni a los cuerpos y fuerzas de seguridad”. Por su parte, otros analistas del régimen dicen que, como progresistas, (sic) se sienten atacados por los manifestantes griegos. Paradojas de la vida: los “pacíficos” exigiendo más violencia para evitar el derrumbe capitalista.
Leyendo ese editorial, no puedo compartir el comunicado que los estudiantes del movimiento contra el Plan Bolonia hicieron público hace unos días, donde apelaban a la profesionalidad de los medios que les atribuyeron acciones “que no le eran propias” (entiendo que en alusión a los sucesos acaecidos en las manifestaciones de Madrid y Barcelona). Evidentemente están en su derecho de comunicar lo que quieran, pero esos profesionales a los que apelan, no ocultan que van a justificar el recrudecimiento de la violencia estatal. Sería una lástima que los estudiantes españoles (sus colegas griegos ya tienen experiencia, de ahí su reacción) se dieran cuenta de la naturaleza de aquellos con los que pretenden negociar, sólo cuando sean echados a patadas de las facultades y las asambleas que han organizado. Algunos de los más díscolos ya han sido expulsados de la Universidad de Barcelona- de momento por iniciativa del Consejo de Gobierno- y pese a ello, los mansos insisten en favorecer el “debate y el diálogo".
J.M. Álvarez
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