J.M. Álvarez * / Artículos de opinión.- Mientras Grecia continúa en situación prerrevolucionaria, los medios españoles, tan ridículos y cipayos del orden establecido, hablan de grupos de exaltados aislados, a pesar de se produzcan gestos solidarios de transeúntes que, al pasar cerca de las concentraciones, impiden a la policía detener a los que les arrojan piedras. La muerte de Alexandros ha sido la espoleta desencadenante de la revuelta (por cierto, recibió un balazo de abajo a arriba; por tanto va ser complicado que los medios hispanos sigan sustentando la hipótesis de que fue de rebote), pero si ese crimen no se hubiera producido, la rebelión se habría dado antes o después, porque es una reacción lógica ante la crisis mundial y la violencia de los últimos coletazos del capitalismo. Aunque le pese a El País o a El Mundo, en Grecia, hasta ahora, van juntos jóvenes y mayores, desempleados, estudiantes y obreros.
Durante las últimas horas el régimen español, temeroso de un posible contagio, ha decidido enviar a prisión a siete detenidos durante la manifestación celebrada en Madrid- junto a otra en Barcelona- en solidaridad con Grecia. Los delitos que se les imputa (según la legislación burguesa, elaborada contra la clase obrera) están penados entre seis y tres años de cárcel, sin embargo, en el colmo de la paranoia represiva, han llegado a solicitar una pena de 18 años de prisión para uno de los procesados. Pero no hay que confundirse, una petición semejante está relacionada, no con la supuesta fortaleza del sistema, sino con su miedo. ¿Cuánto de verdad y cuánto de mentira nos habrán contado durante años, sobre la kale borroka vasca para justificar sus aberraciones jurídicas?
Se han apresurado en airear los destrozos provocados, con la intención de poner a la opinión pública en contra de los manifestantes a pesar de que en Grecia esa estrategia no ha dado resultado alguno. Rápidamente, el Ayuntamiento de Madrid ha evaluado los daños en 14.000 euros. Curioso. En este país de pandereta y latrocinio, se valora más un coche con las ruedas pinchadas que la dignidad y la vida humana ¿por qué no estiman los miles de millones de euros que nos arrebatan para entregárselos, de nuevo, a los mismos rateros corruptos que han generado este caos financiero?. Eso sí que va a afectar a la economía y no la vidriera rota de una comisaría.
Preguntada por los sucesos, la vicepresidenta del Gobierno ha declarado que todo está controlado por la policía. Evidentemente sabe lo que dice. La policía lleva años controlando a los jóvenes más rebeldes amenazándolos para que se vuelvan sumisos con un éxito relativo, pues si bien aquí, los manifestantes no eran numerosos, lo cierto es que la acción represiva del Estado ha sido incapaz de prever la reacción de quienes no se dejan enajenar ni asustar, a pesar de infiltrar policías y contar con un enorme apoyo mediático y material. También dice la vicepresidenta que el Gobierno condena todo tipo de violencia. Pues bien, que empiece por condenar la que llevan a cabo- con resultado de muerte en ocasiones- los militares españoles destinados en Afganistán (la guerra de Zapatero) contra civiles inocentes, a consecuencia de los, bien aprovechados, efectos colaterales.
He leído por ahí a un analista afirmando que en Grecia, los periodistas se han olvidado de los problemas sociales. Dicho analista, menciona la amargura de una juventud “confundida” (tener conciencia social por lo visto es sinónimo de confusión), matizando que no es exclusividad del país heleno, sino que está presente en cualquier Estado europeo. Siendo eso cierto, entiende que en Grecia se han desencadenado todos los demonios por la falta de horizonte y la presencia de dinastías políticas del pasado. Como ocurre en España, añadiría yo.
Al hilo de ese paralelismo, me acordé que los abogados defensores de los inculpados de Madrid, entienden que el argumento de la alarma social,-esgrimido por la Fiscalía para enviar a prisión a los detenidos- no es válido. Por supuesto que no es válido. No existe alarma social, lo que existe es una alarma estatal ante la posibilidad de que lo que ocurre en Grecia se pueda reproducir aquí. Condiciones hay de sobra.
J.M. Álvarez
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