Ramón Afonso / Artículos de opinión.- Haciendo una excepción, hoy no hablaré de ninguna plaza, calle o monumento que dé lustre y esplendor a algún reputado fascista que aún perviva en el callejero de mi ciudad, Santa Cruz de Tenerife. Hablaré de todo lo contrario, de cómo el alcalde Miguel Zerolo, con un “ordeno y mando” muy similar al usado por la dictadura, ha cambiado los nombres de algunas calles. Tras más de tres décadas sin ningún complejo en defender el callejero heredado del franquismo, esta “alcaldada” pudiera parecer hasta un triunfo de la tibia Ley de Memoria Histórica, incluso algún miembro - un poco despistado, esos sí- de la Asociación de la Memoria Histórica de Tenerife (AMHT) que le había dado tres meses de plazo para cumplir con la Ley, pudiera sentir en sus entretelas el gusanillo de la euforia al ver cómo la Rambla del General Franco pasa a llamarse Rambla de Santa Cruz.
Nada más lejos de la realidad, me explicaré: Llama la atención que sean sólo ocho de las más de cien calles, plazas y monumentos en honor a otros tantos prohombres de la dictadura, las elegidas por el alcalde. Sin encomendarse a nadie, despreciando la participación y asesoramiento de la AMHT y de la comisión creada al efecto en sede municipal, el edil –acérrimo partidario de la participación ciudadana, como se ve- aduce que ha basado su decreto en los informes redactados por los funcionarios de los negociados de Protocolo y Población. Como ya le ocurriera a la concejala Esther Sarraute, que demostró ignorar el significado del acrónimo ONG (Organización No Gubernamental) y luego culpó a su equipo de su tremenda inhabilidad, ahora los funcionarios, que se suponen conocedores del ardiente soberanismo que anima a Miguel Zerolo, parece que le han vendido la moto de que la elección para suprimir de la nómina de calles y plazas chicharreras los nombres de estos fascistas -los generales Francisco Franco, Fanjul, Goded, Moscardó, Mola, Sanjurjo, el coronel García Morato y el civil José Antonio Primo de Rivera- se basó en que estos personajes "no estuvieron nunca en Canarias, ni tuvieron vinculación con el archipiélago". Y el alcalde, como ya parece costumbre en el grupo de gobierno, picó también.
Todo esto demuestra la ignorancia del alcalde sobre la historia de su ciudad ya que el general Fanjul sí estuvo en Tenerife en tiempos de la República al frente de la Comandancia Militar de las Islas Canarias, siendo sustituido nada más y nada menos que por Francisco Franco. Por tanto, le recomendaría al alcalde que consultara de vez en cuando el blog de Pedro Medina Sanabria, (http://pedromedinasanabria.wordpress.com/). Más que la incultura histórica me aturde el convencimiento de Miguel Zerolo de que el canario, al contrario que el godo, aún siendo un facineroso sí merece ser homenajeado ¡gloria y honor al facha autóctono! Este nepotismo ramplón -que no despotismo ilustrado- adquiere sentido al comprobar que la placa con el nombre de su tío abuelo, Tomás Zerolo Fuentes, sigue intacta a pesar de haber sido uno de los primeros en incorporararse al Glorioso Movimiento Nacional; este personaje era el que respondía a las iniciales T.Z. en el libro de memorias de D. Manuel Bethencourt del Río – el médico de los pobres-, cuando describe al galeno que estaba presente en las torturas de algunos rojos detenidos para vigilar que no se les murieran en el interrogatorio. Su abuelo Miguel también fue recompensado con la medalla de bronce de la ciudad por su pronta adhesión y participación en la asonada golpista. Fue Jefe de Sección del reaccionario partido Acción Ciudadana, Fiscal militar y Juez instructor en aquellas farsas judiciales en que se juzgó a numerosos ciudadanos por el delito de rebelión militar. Ojalá estos lazos de sangre se redujeran a la familia del alcalde Zerolo, pero son muchos los fascistas tinerfeños y canarios –miembros de las “mejores” familias- que siguen dando nombre a calles y plazas sin ningún reparo democrático por parte de Coalición Canaria y el PP, los que gobiernan la ciudad: Cándido Luis García Sanjuán, delegado de la denominada «Suscripción Oro» encaminada a recaudar fondos para el Tesoro Nacional a las órdenes del general Dolla; el recordado Galván Bello, presidente del Cabildo de Tenerife y que también fuera jefe de Falange, el capitán Gómez Landero, Joaquín Amigo de Lara, el doctor don Gumersindo Robayna Galván, el olvidado alcalde Ernesto Rumeu de Armas (1972-1975), Francisco La Roche que da nombre a lo que popularmente se conoce como Avenida de Anaga, y tantos otros, militantes de Falange y de las asesinas Brigadas del Amanecer.
Quizás la concejala de urbanismo del ayuntamiento santacrucero, Luz Reverón, que lo mismo vale para urdir el desaguisado del “mamotreto” de Las Teresitas que para lavarle la cara a Miguel Zerolo, nos dé la clave del mantenimiento de este estado de cosas -denunciado en multitud de ocasiones- con sus afirmaciones: "Yo creo que hay ciertos monumentos que no deberían quitarse pues recuerdan esa parte de la historia que no se debe repetir". Propóngale, doña Luz, al pueblo de Israel erigir un monumento a Hitler para que no olvide El Holocausto. Reconoce la munícipe que el monumento a Franco de la avenida de Anaga se demolerá por imperativo legal, no por higiene democrática. A doña Luz Reverón puede que le suceda como a mí, que en el conocido como “monumento a Franco” hay una efigie – que a pesar de lo que digan representa al dictador- volando a lomos de un ángel al que parece clavarle una descomunal espada que se va pareciendo cada vez más a la figura de su admirado alcalde ¿o es al revés? Y todo eso propicie que sólo encuentre inconvenientes urbanísticos para su demolición.
Pudo Zerolo haber elegido las virtudes teologales -fe, esperanza, caridad-, las estaciones del año o nombres de estrellas y constelaciones –Polar, Casiopea, Cefeo- si no quería retomar sus nombres anteriores, pero no, Miguel Zerolo decidió que fueran “tolerancia”, “perdón”, “amor”, “olvido” o “sueños” los sustitutos de los militares golpistas del 36, lo que no deja de ser, además de una cruel ironía, una provocación, pues parece que con su “tolerancia” con los sátrapas fascistas ultraperiféricos pretenda reclamar perdón para los criminales, amor para el verdugo y olvido para las víctimas que duermen el sueño de los justos. Automáticamente, no se por qué, me vino a la memoria la “Colonia Dignidad”, así se llamaba uno de los más sanguinarios centros de tortura de la dictadura de Pinochet.
Por todo ello, teniendo en cuenta los valores que han jalonado la vida de Miguel Zerolo y caracterizado su actividad pública y la de su partido, no nos queda otro remedio que reprochar al alcalde que no se decidiera, a la hora de renombrar esas calles, por temas evocadores para él y tan consustanciales a “lo nuestro”, algo así como “Rambla de La Corrupción”, “Calle del Pelotazo”, “Plazoleta El Chanchullo”, “Avenida La Recalificación”, “Callejón El Comisionista” o “Bulevar de Los Asesores”.
Ramón Afonso
Comentarios