Orestes Martí * / Artículos de opinión.- Definen los diccionarios a los aniversarios como el día que se conmemora un acontecimiento que tuvo lugar la misma fecha en un año anterior; y en lo relacionado con la categoría "aniversarios nacionales" agregan que muchos países del mundo llevan a cabo tales celebraciones y que éstas pueden estar referidas al día de la independencia, a la adopción de una nueva constitución o forma de gobierno de la nación en cuestión, entre otras.
Bendecida por las masas desposeídas, odiada por los explotadores de siempre, la Revolución Cubana -que no deja indiferente a nadie- está próxima a cumplir su 50 aniversario.
Muchas personas vivieron en primera persona los acontecimientos que desembocaron en el "triunfo de enero de 1959"; otras -muy jóvenes para ello o ni tan siquiera nacidos entonces- sólo han tenido -tienen- una referencia histórica o mediática sobre el complejo proceso.
El proceso revolucionario cubano -sin lugar a dudas- ha tenido -tiene- un gran impacto e influencia tanto en las personas como en la sociedad y tanto en el marco del propio país donde se produjo como a escala internacional.
Desde que este proceso comenzó a hacer patente que no se trataba de un cambio cuantitativo más, que no era -como lo anunciaron los revolucionarios cubanos desde el principio- "una curita" insignificante sino un profundo movimiento político, económico y social de toda la sociedad cubana, las fuerzas más retrógradas, poderosas y oscuras de la reacción internacional, lideradas por el Imperio norteamericano, comenzaron un ataque constante y permanente que incluyó no sólo la violencia armada -mediante la organización de bandas y organizaciones terroristas- sino de otras formas -dentro de la guerra asimétrica- que han pretendido la implosión del nuevo sistema; formas que se mantienen hasta el día de hoy y cuya mejor expresión se puede encontrar en el inhumano bloqueo económico, comercial y financiero que dura casi el mismo tiempo de existencia de la Revolución cubana, a pesar de la constante denuncia no solo de Cuba sino de la Comunidad Internacional, expresada en las diversas votaciones en los Organismos Internacionales.
Pero la Revolución, al mismo tiempo que proceso liberador, es un producto de la sociedad humana y por consiguiente, total, constante y necesariamente perfectible. Es por ello que requiere ir adecuándola tanto a los cambios que se producen en la sociedad donde se encuentra implantada -cambios derivados principalmente del accionar del propio proceso-, como a los que se producen en su entorno. En esa etapa de perfeccionamiento, de eliminación de trabas objetivas y subjetivas, de adecuación a los cambios internos y externos, se encuentra ahora el proceso revolucionario cubano.
¿Qué percepción existe del proceso, en el tiempo transcurrido? ¿Cuáles son las posibles vías a transitar para lograr el perfeccionamiento deseado? ¿Cuáles las expectativas y los posibles escenarios para los próximos años? En busca de respuesta nos hemos dirigido a diversos actores, analistas, observadores y gente "de a pie", con las que hemos conversado e intercambiado las ideas que a continuación les iremos exponiendo.
Orestes Martí
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