Samir Delgado * / Artículos de opinión.- Cuando sentimos el final de una temporada con la llegada del año nuevo en el almanaque de la cocina solemos echar la vista atrás para hacer un balance general de todo cuanto hicimos. Así ocurre en casi todas las familias que comparten por la noche vieja una cuenta atrás ilusionada con deseos de prosperidad y felices fiestas. La verdad es que en nuestra casa figurada que son las 7 islas no está el horno para bollos, los últimos sucesos de violencia juvenil con la trágica muerte de adolescentes en sábados noche no parecen precisamente buenos augurios para el tiempo que se avecina, de seguro con nuevos casos de otros tipos de violencia como el cobarde machismo que sigue sumando indignación social y la siniestralidad laboral que también es una forma de terrorismo patronal. Además, hace unos días para rematar la faena de este año que se acaba casi como un chasqueo delante de nuestra narices arribaron a la costa sur una patera más con imágenes desesperantes y se hallaron no se sabe cuantos fardos de droga, una mezcla inflamable que suele utilizarse maliciosamente para juntar la inmigración con la delincuencia, y esto resulta muy preocupante ya que la salvaguarda de los derechos humanos peligra en las fronteras artificiales que blindan las islas de cara a los sufridos ciudadanos africanos en su búsqueda desesperada de un futuro, a secas.
Pero bueno, siguiendo con la tentativa de un diagnóstico fugaz de nuestro tiempo insular antes del final de año vemos que junto al aberrunto de lluvias navideñas fue anunciado un simulacro de calima sahariana en pleno invierno, algo que nos hace mirar al cielo con la incógnita del cambio climático en esta primera década del milenio ya casi cumplida a nuestras espaldas de una manera bastante agridulce. A pesar de la buena nueva celebrada en todo el mundo con la presidencia victoriosa de Obama en USA, ahora los bombardeos del ejército israelí sobre Gaza y la guerra fraticida en el Congo no generan mucho optimismo en la comunidad internacional, con un secretario general de la ONU con poca credibilidad al igual que la propia asamblea con sede en New York y muchas naciones sin estado aún por ser reconocidas.
Aquí, en nuestra propia casa, no parecen salir las cuentas y al máximo nivel político todo gira de manera endeble en torno al modelo de financiación autonómica pendiente aún de resolver en Moncloa. Si bien el alicatado institucional es medianamente presentable con el gobierno de unos cabildos no libre de desequilibrios- por ejemplo el fatídico desabastecimiento del Hierro da cuenta de que aún la modernidad no ha llegado para todos- las cosas económicas aquí están siempre colgadas en el aire por culpa de la dependencia estructural y un limosneo partidista que hacen más inestables los índices de calidad de vida. Con una economía implosiva de servicios hoteleros que necesitan una densidad de visitas con cifras astronómicas para que funcione el negocio y un sector primario cada vez más castigado por la ceguera del progreso tecnocrático, ha llegando la hora de ir pensando con seriedad en el marco de una Canarias postautonómica, que se hable con naturalidad de otras vías para salir de la crisis actual y dibujar en el horizonte un nuevo juego con reglas democráticas no hipotecadas por un pasado contado por los intereses del poder, un momento donde la rivalidad provincial quede relegada al plano del pique futbolístico y las murgas carnavaleras, poniendo al día temas de verdadera profundidad como las aguas jurisdiccionales y donde podamos decidir con plena potestad las cosas que nos atañen directamente ejerciendo nuestra propia interdependencia con el mundo, quitándole el maquillaje a la farsa regionalista y adquiriendo madurez soberana con un estatus político acorde a nuestra realidad archipielágica, ya no sólo por la cuestión tan recurrida de la llamada ultraperificidad, sino también en lo referido a la sana participación democrática en la vida pública donde una elite política profesionalizada controla el destino de toda la sociedad isleña. Esto es así, que la diversificación económica requerida para frenar el caos previsible de los próximos años resultará un cambio de rumbo que sólo podemos hacer nosotros de manera prudente, poniendo en práctica algunas fórmulas alternativas al modelo vigente de desarrollo, tales como el cooperativismo laboral, los presupuestos participativos en los municipios, la revitalización de la industria pesquera y la producción agrícola más allá de los impresos en las consejerías de turno, el planeamiento respetuoso del territorio donde el patrimonio social y los derechos vecinales en zonas de costa sean lo primero, el aprovechamiento inteligente de nuestros recursos eólicos y alternativos, la redistribución de la riqueza a todas las capas sociales con una planificación progresista y la afirmación de nuestra identidad nacional en el exterior ya que la imagen de Canarias- que es lo que somos para el mundo- no sea por más tiempo un viaje para bronceados subtropicales, timples y papas arrugadas, estudiantes erasmus con delirios techno afternoon, excursiones para jubilados y souvenirs libres de impuestos.
Si hacemos cálculos razonables el deterioro paisajístico irreparable y la explotación de los litorales masificados por la turbo construcción nos llevarían a una pérdida general de atractivo turístico y eso supondrá el aumento creciente de la crisis ya que el pequeño comercio familiar y las demás profesiones no gozan de ninguna estabilidad en un mercado selectivo cada vez más cruel, con una seguridad social para nada milagrosa y unas colas del paro repletas de licenciados y trabajadores sin salario que pueden llegar a sufrir en sus carnes una violencia de gran impacto social, mucho más incluso que el tornado tipo twister que el otro día puso en guardia a la isla de La Gomera.
En efecto, para el año nuevo tendremos que tirar al contenedor de reciclaje los muebles viejos y airear todas las esquinas que decoran la casa, ya que por muchas pegatinas del Loro Parque y promoción sublimada de bienestar refinado con campos de golf, la vida diaria para quienes vivimos aquí está encareciéndose y el descontento es creciente, la toma de conciencia será un paso necesario para el cambio, un cambio político que desarrolle al máximo nuestras potencialidades geográficas, sin el miedo infundado a las invasiones moras o que nos moriremos de hambre, ya somos mayorcitos para acostarnos con la luz encendida y tener siempre la cobardía ante los males hipotéticos de algo diferente como excusa para no hacer nada, sólo basta mirar a nuestro alrededor para confirmar que nuestro pueblo necesita echar mano de la caja de herramientas y ponerse al día ante los retos del presente, y esto sólo es posible cuando decidimos modificar los errores que hacen inhabitable nuestra casa con el paso del tiempo. Un cambio en el fondo que haga realidad unas islas más equilibradas, sin la amenaza de la superpoblación y los perjuicios imborrables de la corrupción y el deterioro ambiental, unas islas en igualdad de condiciones, abiertas al mundo y con voz propia. Se podrían pedir muchos deseos para el año nuevo, un mundo mejor en paz y armonía, pero lo importante es llevarlos a cabo en nuestro entorno más inmediato, que no se abandonen en el anonimato de una fuente o se pierdan entre los recovecos de esta casa mal amueblada que es Canarias.
Samir Delgado
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