Francisco Javier González / Artículos de opinión.- André Bretón, cuando en Mayo de 1935 vino a Tenerife, invitado por “Gaceta de Arte” para la Exposición Surrealista que se hizo en el Ateneo aguerense, definió a Tenerife como “Isla Surrealista”. Aquí se elaboró aquel Manifiesto Surrealista firmado por Bretón, Oscar Domínguez, Benjamín Péret, Domingo Pérez Minik , Eduardo Westerdhal, Pedro García Cabrera, Agustín Espinosa –todos represaliados y presos desde el 36- y Domingo López Torres, con menos suerte, vilmente asesinado por el fascismo español en 1937. Nuestro natural surrealista inspiró dos obras de Bretón, “L’Amour fou” y “Le château étoile”. Lastimosamente, Bretón no conoció toda Canarias, que hubiera sido para él un continuum surrealista. Oscar Domínguez llevó nuestros guanches, sus cuevas y sus dragos a su particular visión vital, como Juan Ismael lo hizo a la suya, visiones que se prolongan en el tiempo hasta los alardes fetasianos de mis amigos Isaac de Vega, Rafa Arozarena y Antonio Bermejo que, “cerveza de grano rojo” en mano, lleva ya 20 años habitando en aquel château étoile bretoniano.
Más allá de ese surrealismo artístico, Canarias es, a fuer de políticamente surrealista, asirocada. Proclamar que “el Teide es el pico más alto de España” o que Canarias es “la frontera sur de Europa”, es tan surrealista como que un polinesio diga que “las playas de Papeete son las mejores de Francia y sus cocos los más dulces de Europa”. ¡Cosas de la colonialidad! Ese surrealismo asirocado no pasa, sin embargo, de ser una patética manifestación de ignorantación, y alienación, un sarpullido intelectual y moral, subproducto del síndrome del colonizado, pero, ¿cómo diagnosticamos el surrealismo que invade, antes y ahora, a España? ¿síndrome de metrópoli capitidisminuida o manifestación enfermiza del imperio de cartón? Porque, no puede ser otra cosa que verdadero surrealismo político, el que gobierne un partido autodefinido como “socialista” y “obrero” dentro de una monarquía con un Rey nombrado por un enano dictador, poseedor de solitaria neurona, que condenó a muerte a millones de sus compatriotas y a varios miles de colonizados africanos, pero que nos demuestra cotidianamente que dejó todo “atado y bien atado”, y así sigue, cual nuevo Cid, ganando batallas jurídicas después de muerto, obligando a los asesinados a cohabitar con sus asesinos en el Valle, antes de Cuelgamuros y ahora “de los Caídos” , y continúe luciendo su nombre criminal y el de sus adláteres en las calles y plazas de la metrópoli y sus colonias, con especial abundancia en la Añaza de los “nacionalistas” Zerolo & Cía. Ltda.
Surrealismo político es el que permite elaborar y aprobar una Ley de Memoria Histórica, pero impide enterrar dignamente a los asesinados alevosamente por el fascismo, eso si, con la absolución previa urbi - hispaniarum- et orbe de una Iglesia que declaró “Cruzada” a lo que en realidad fue un genocidio cometido en nombre de Dios y su Santa Religión contra todo contubernio judeo-masónico-comunista, rojos todos ellos con rabo sulfuroso y demoníacos cuernos, lo que justificaba que el cura párroco de San Gines en Arrecife, J. Ramírez, pidiera que “a las rojas les abrieran la barriga para que no pudieran parir más demonios” o que en el “Catecismo Patriótico” del Obispo de Aguere, el tétrico Fray Albino, afirmara que “los demócratas liberales, como sabandijas ponzoñosas escóndense en mechinales inmundos, para seguir desde las sombras arrojando baba y envenenando el ambiente” por lo que al fusilarlos se les convencía para confesar y lo lograban con un 10% de los terribles rojos. ¿Y como llamaríamos a que mi profesor de religión en el entonces Instituto de Canarias en Aguere, J. Ortega, musa religiosa de las “Brigadas del Amanecer”, fuera a las clases portando pistola bajo la sotana?
Surrealismo político en estado puro es el que hemos visto estos días cuando un Presidente, también “socialista” y “obrero”, del Congreso que -es un suponer- representa al Pueblo Español, incluyendo a los “sabios de librea” coloniales que, nos decía Secundino, “van a las Cortes a hacerle la venia al amo”, acepte alborozado la propuesta de su opusdeístico Vicepresidente segundo, obviamente miembro del PP, para colocar una lápida mural en ese Congreso, recordando a una monja carmelita, María Maravillas de Jesús Pidal y Chico de Guzmán, hija de los Marqueses de Pidal, por el mérito, según ellos, de haber nacido en un edificio de la Carrera de San Jerónimo que hoy se ha anexado al Congreso, lugar donde, a lo largo de los siglos habrían nacido, habitado y muerto algunos miles de madrileños, todos, eso si, de buena y oligárquica cuna.
Desde luego que la “madre” Maravillas tiene otros méritos más relevantes pero igual de maravillosos. El ultraconservador Papa Juan Pablo II había “beatificado” a 228 españoles en el decenio de 1987 a 1997 como “mártires” de los rojos, y a otros 27 más antes de terminar el siglo xx. Empezó el nuevo siglo beatificando en 2001 otra tacada de 233 nuevos mártires de la vesania comunista y canonizando en 2005, en su quinta visita a la católica España, cinco nuevos “santos” entre ellos a la mentada madre Maravillas, como Virgen, (lo de la virginidad perpetua lo había ya manifestado desde los 5 años como aspirante a santa) ya que no se podía poner como mártir a una buena señora que vivió 83 años y murió en su cama en 1974, que además salió tranquilamente del Madrid sitiado para recalar en la facciosa Salamanca que acababa de fusilar a Castro Prieto, su alcalde republicano, para allí, en las Batuecas, comprar y refundar el antiguo monasterio carmelita desamortizado de S. José del Monte. No es surrealista sino políticamente coherente, que el nuevo Papa, el Ratzinger, en 2007, coincidiendo con la Ley de Memoria Histórica y a propuesta del Cardenal Rouco Varela, proclamara la modesta cantidad de 498 beatos, como no, “mártires” de la persecución roja. ¡Cuando uno piensa que, el único santo colonial que tenemos, el Hermano Pedro, tardó 5 siglos en ser proclamado y que Anchieta, en ese tiempo, no ha pasado de beato, entiende lo que significa la Católica España de los años republicanos!
La que si es surrealista es la propia Sor Maravillas. Si hoy cualquiera se colgara del pelo durante horas de una viga del techo “por amor a Jesús”, probablemente terminara en un psiquiátrico; si además durmiera durante días de rodillas y vestida por la misma causa, el diagnóstico sería irrevocable y lo atiborrarían de psicotropos. Pero no, como fundaba conventos, todo eso era un síntoma seguro de santidad, como síntoma de lo mismo se consideró que, al morir, tras aquellos escasamente higiénicos días y noches arrodillada y vestida, oliera a nardos durante los tres días que se la tuvo expuesta, todo lo cual lo atestiguan sus hagiografías. Lo que no es políticamente surrealista sino simplemente norma, es que CiU y PNV hayan apoyado entusiásticamente la propuesta (el diputado Beloki, el que protesta porque frente a la puerta de su despacho tenga el retrato del presidente fascista Esteban Bilbao, también vasco, la apoya “porque fue una persona que rindió un favor a la sociedad en virtud de sus creencias). Si lo es que de los dos representantes del PSOE en la Mesa, uno, Javier Barrero, le dijera a Bono telefónicamente desde Colombia, “lo que tu quieras, Pepe”, y la otra, Teresa Cunillera, se ausentara para “no apoyar la propuesta” con lo fácil que le era quedarse y decir redondamente NO.
Ahora, en otro alarde de surrealismo, El Sr. Bono, el que echó con cajas destempladas de “su” Congreso a un viejo veterano republicano que portaba una bandera tricolor que juró defender, nos dice que donde dije Digo, digo Diego y que de lápida nada, que si quiere se encargue de ella Gallardón que pa’eso es alcalde. Yo, para que no pierda la vena surrealista, y como colonizado hijo de la madre de todos los surrealismos -Bretón dixit- le propongo que, sin tener que llamar hijos de puta a sus compañeros de partido, sustituya la plaquita maravillosa por una estatua ecuestre del General Pavía y que, con caballo incluido, la ponga en el atrio de entrada. Iría a tono con su personalidad.
Gomera a 19 de noviembre de 2008
Francisco Javier González
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