David Delgado* / Artículos de opinión.- Heinz Dieterich, sociólogo y analista político alemán, es el principal teórico e ideólogo del Socialismo del Siglo XXI, concepto acuñado a partir de 1996 y cuyo mayor difusor mediático es Hugo Chávez. Se trata de un pomposo y pretencioso proyecto político-ideológico revisionista y reformista que actualiza, profundizando teóricamente, las teorías del siglo XX contrarias al marxismo-leninismo y por ende a los intereses de la clase obrera.
No dejaría de ser anecdótico de no ser por el peligro que representan para el proletariado las formulaciones y tesis de este engendro ideológico incipiente, que al igual que el resto de ideologías revisionistas presentadas como socialistas, se valen del marxismo como base para su negación y revisión descafeinada pergeñando todo tipo de malabarismos teóricos.
El 30 de febrero de 2005 en el V Foro Social Mundial, Hugo Chávez popularizó internacionalmente al socialismo del siglo XXI, que en el marco de la denominada revolución bolivariana según detalló, implicaba una fase transitoria hacia el socialismo que denomina “Democracia Revolucionaria”. En realidad Hugo Chávez miente, porque ni el socialismo del siglo XXI conduce al socialismo, ni ese período transitorio que menciona tiene la naturaleza política que le adjudica.
Dieterich y otros pseudo-intelectuales teorizan, y Chávez al defender las tesis de estos acaba por revelar la verdadera intencionalidad que se oculta tras sus grandilocuentes discursos. Porque basta con analizar someramente sus dislates teóricos para comprobar la ignorancia, o lo que es peor, los intereses que existen tras su Nuevo Proyecto Histórico.
El marxismo-leninismo está caduco, y en cambio el nuevo socialismo que nos ofrecen genuinamente está sometido a una constante reformulación y a una correcta adecuación contextual. Esto afirman los defensores del socialismo del siglo XXI.
En realidad, el marxismo-leninismo aunque que les moleste a los iluminados, no tiene fecha de caducidad porque es una ciencia viva, y por lo tanto imperecedera, dialéctica y anti-dogmática. Es una guía para la acción, no un dogma definitivo, luego el marxismo-leninismo está estrechamente ligado al contexto histórico en el cual se desarrolla la acción revolucionaria.
Partiendo del reconocimiento del marxismo como ideología válida en otro tiempo, apropiándose de él para la teoría evolucionada que nos regalan, valiéndose de una fraseología pseudo-revolucionaria burguesa contraria al mismo marxismo, y anunciando su defunción ulteriormente, el resto es una bomba de relojería.
Su nuevo socialismo es un socialismo desclasado, pues en contraposición a la dictadura del proletariado, defiende una democracia participativa, consolidada en la base de un Estado no-clasista.
Esta formulación implica nada más y nada menos que un conjunto de concepciones burguesas acerca del Estado y la democracia que niega el carácter clasista y represivo de ambos conceptos. La paulatina extinción de las clases sociales conlleva a la progresiva desaparición del Estado del mismo modo que el Estado surgió en un momento y lugar determinado en el cual los antagonismos de clase alcanzaron un grado en el que la clase dominante precisaba de una institución que reprimiese al resto de clases para perpetuarse en el poder.
Así mismo abjura de la clase obrera como clase dirigente del proceso revolucionario y por lo tanto de la existencia del partido revolucionario de los comunistas, como dejó bien claro Chávez llamando traidores y contrarrevolucionarios al PCV por no disolverse, adherirse al PSUV y aceptar la línea que quiere imponer la actual dirigencia venezolana.
La causa es la siguiente: suplantan la democracia burguesa por la democracia formal, y la dictadura del proletariado por el estado no-clasista, porque tras abrazar a la ideología burguesa sus pretensiones son ni más ni menos que establecer un Estado clasista, donde la burguesía antiimperialista dominará las esferas política, económica e ideológica.
El peligro reside en que estas teorías no sólo quieren imponerse y perpetuarse en Venezuela, sino exportarse al resto de países latinoamericanos como Ecuador, Nicaragua, Bolivia e incluso Cuba, a quienes las autoridades venezolanas han emplazado que se planteen abrir un debate sobre esta misma cuestión. Se disiparía así una oportunidad histórica para que la vanguardia comunista orquestase el proceso revolucionario que la clase obrera y el campesinado llevan a cabo y necesita, y en su lugar los sectores de la burguesía estatalistas, antiimperialistas y populistas tomarían las riendas de este proceso.
Aunque no hay que ser pesimistas, puesto que las propias contradicciones interclasistas se volverán en contra de la versión moderna de las ideas de Kautsky y el revisionismo de los años 60 que desmovilizó a los trabajadores, y alinearán a estos últimos del lado de los comunistas cuando asimilen que son quienes verdaderamente defienden sus intereses de clase.
Dieterich es un oportunista que aprovecha el momento histórico actual, donde los intelectuales burgueses y pequeño-burgueses están desesperanzados por la supuesta derrota del socialismo del siglo XX, y la clase obrera no tiene referente ideológico para imponer sus teorías anti-marxistas que no aportan absolutamente nada nuevo al socialismo. Contrariamente supone una involución.
Los comunistas hubiéramos sido los primeros en aplaudir este alumbramiento ideológico de suponer un avance en la ciencia marxista-leninista, y sin embargo, nos vemos en la obligación de desenmascarar el peligro que emana de sus teorías. Podrán calificarnos como quieran, pero la altanería de estos apologetas burgueses será combatida en todos los terrenos por los comunistas.
(*) David Delgado es miembro Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias (PRCC)
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