Jonay Acosta * / Artículos de opinión.- Me encanta la bandera de mi país porque es un fruto más de mi gente. Al contrario que en otros lugares, en Canarias hemos sido partidarios de crear banderas en momentos representativos de la lucha popular. Pero en nuestro caso, estas banderas jamás fueron institucionalizadas porque las luchas que defendían nunca vieron su consecuencia.
La aparición de estas banderas de lucha, fuertemente arraigadas en la sociedad canaria durante distintos momentos de su Historia, es un símbolo más de la lejanía existente entre el pueblo canario y sus dominadores.
Recordemos al tinerfeño Secundino Delgado, quien ideó una de las primeras banderas canarias, con siete estrellas blancas sobre un fondo azul marino. Esta bandera simbolizó durante décadas la lucha obrera y nacionalista de las clases populares canarias, tanto en las Islas como en la diáspora americana. Sin embargo, bastó con que el Gobierno español ordenara el exilio y encarcelamiento de Secundino para que la bandera comenzara a caer en desuso. Lo mismo ocurrió con la bandera tricolor -sin estrellas verdes- que ideó el Movimiento Canarias Libre a principios de los años 60.
Sin embargo, nuestra bandera tricolor de siete estrellas verdes, ideada por el MPAIAC (Movimiento Popular para la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario) en 1964 durante el exilio argelino, continúa siendo usada por nuestro pueblo, a pesar de la reprimenda ejercida por el Gobierno español contra D. Antonio Cubillo y sus camaradas.
Nuestras banderas nunca han sido “trapos”. Nunca han representado intereses ajenos o particulares, no han sido un escudo de generaciones oligárquicas ni un lema de fe religiosa, como la mayoría de las banderas nacionales de otros países. Por suerte, nuestra bandera tampoco ha sido un símbolo de guerra o de sometimiento contra los indefensos. Sin embargo, no podemos decir lo mismo de la bandera de España: símbolo del sometimiento de pueblos legendarios y sabios como el nuestro.
Quienes temen a nuestra bandera, malas mañas y oscuros intereses guardan. Pero me preocupan más aquellos que, siendo los mayores malnacidos que ha parido esta tierra, la empuñan vanagloriándose de la lucha de aquellos a quienes someten. Y me refiero a los asistentes al IV Congreso de Coalición Canaria. Ver unido a tanto cacique junto me ha hecho recordar escenas de la trilogía de Francis Ford Coppola.
Divagando bajo qué bulos tratarán de convencernos para las próximas elecciones, CC ha decidido radicalizar su discurso y mantener la provincia de su presidencia. De esta manera, quieren recuperar los votos de aquellos nacionalistas que, asqueados por sus políticas caciquiles y su afán españolista, han optado por votar al discurso reformador de López Aguilar. Sí, me refiero a esos malvados “canariones” a los que condena “El Día” por no dejarse mangonear por ATI.
Hay conclusiones de este Congreso que no dejan de ser paradójicas. Por ejemplo, la intención de regular la residencia de “peninsulares”.
En primer lugar, es lamentable que una organización que se autoproclama nacionalista utilice este término tan aséptico para referirse a los inmigrantes venidos de España. En segundo lugar, me pregunto si van comenzar la aplicación de esta Ley regulando la residencia de la esposa del Sr. Paulino: un nacionalista al que, dicho sea de paso, le da vergüenza referirse a los habitantes de Canarias como “canarios”, empleando para ello la palabra “residentes”. Y por último, hablamos de que si se aplicara la mencionada Ley de Residencia, CC se quedaría sin muchos de sus “cabecillas”, como por ejemplo la actual Consejera de Agricultura Pilar Merino, el “nacionalista radical” Luis Mardones, la “herreña” Belén Allende, y un largo etcétera que abarca hasta los cargos intermedios de diversas consejerías. Esperemos que tampoco apliquen esta Ley a los ejecutivos y presentadores de la Televisión Pública Canaria, pues probablemente cerraría por falta de personal.
Si algo ha demostrado CC a lo largo de su legislatura es su total desconfianza hacia la capacidad emprendedora e intelectual de los canarios. Podemos decir que CC posee en su ideario la eterna carga de la “endofobia”: el menosprecio y la desconfianza hacia su propia gente. Hasta los en los anuncios oficiales televisados del Gobierno de Canarias se excluye el habla canaria. No hablo ya de la programación de la Televisión Canaria… Para ellos no servimos ni de mensajeros…
Los dirigentes de CC siempre han dicho que los canarios carecemos de la formación necesaria para acceder a cargos directivos, haciendo uso del “teléfono rojo” con línea directa a España para cubrirlos. Sin embargo, ¿conocemos nosotros su currículum? Nos sorprenderíamos, y si no miren el de Paulino.
Ahora los dirigentes de CC están preocupados porque esta tradicional medida del “telefonazo” unida a “la crisis del bloque” ha dejado a una gran parte de la población nativa en paro, incrementando por otra parte la residencia de “peninsulares” en las Islas -y no los de la Isleta, precisamente-.
Pero son estos endófobos de CC los únicos responsables de esta situación lamentable, la cual ha dejado a los canarios en segundo plano frente al conocido enchufismo de los funcionarios españoles. “El godo siempre tiene un primo dentro” es una expresión típica canaria que oímos todos cuando accedemos al mercado laboral de nuestro país. Pero sobretodo este enchufismo es palpable en la empresa pública canaria: Sanidad, Educación, Justicia… son consejerías se pronuncian “con la lengua entre los dientes”.
¿Y ahora quieren echar a esta gente que ellos mismos han favorecido? ¡Háganme el favor! Quienes se tienen que ir son ustedes, manada de incapaces. ¿Qué culpa tienen estas personas, que al contrario que los canarios, se favorecen y apoyan a sí mismos?
La soberanía que defiende CC es aquella que le permita un control absoluto de su “lavandería” de euros. Las razones de esta autodeterminación pasan más por ejercer el control de órganos como la Fiscalía y la Hacienda pública, que el planteamiento de la solución a un problema que tiene 512 años. En resumen, lo que busca CC es poder seguir ejerciendo sin trabas el cacicato que han protagonizado las familias a las que representa.
Entre las directrices ideológicas de CC, persiste un afán intervencionista de lanzarse a las Américas, a las Macaronésicas -sobre todo a Cabo Verde- y a las Áfricas con sus empresas. Éstas han sido favorecidas durante décadas en los concursos públicos canarios, además de encontrarse infladas de capital debido a sus privilegios fiscales.
No se confundan. La bandera tricolor de las siete estrellas verdes representa la lucha de las clases humildes de nuestro pueblo, y nunca será un estandarte de las instituciones canarias. Menos aún de aquellas que representan los intereses de un puñado de familias que han protagonizado las escenas más humillantes y deplorables de la Historia de este pueblo.
La pintura que se muestra al fondo del Parlamento de Canarias lo dice todo sobre aquellos que se sientan en él. Ese fresco debería ser la bandera de CC y la de todos aquellos caciques a los que representa.
Jonay Acosta
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