Benito Capone / Artículos de opinión.- Tenerife 16-10-08: El escritor y premio Nóbel, Saramago, afirma en una página de su “cuaderno” titulada “¿Dónde está la izquierda?” que, a pesar de la situación en el mundo, “la izquierda, cobardemente, sigue no pensando, no actuando, no arriesgando ni una pizca”.
Ya hace “tres o cuatro años”, recuerda, afirmó en una entrevista que “la izquierda no tiene ni puta idea del mundo en el que vive” y vio cómo esa “piedra” “deliberadamente provocadora” cayó en “el putrefacto charco de la indiferencia” y fue acogida “con el más gélido de los silencios”. “Nada de nada, silencio total, como si en los túmulos ideológicos donde se refugian no hubiese nada más que polvo y telarañas, como mucho un hueso arcaico que ya ni para reliquia serviría”
“Marx nunca había tenido tanta razón como hoy”, supuso cuando hace un año reventó “la burla cancerígena”.
Palabras pesadas como una losa, casi una negra inscripción sobre una lapida de quien fue una vez. Amargo testamento para la gente del futuro y alegre confirmación para la derecha.
¿O una surtida de un viejo esclerótico? ¿Hay que increpar a Saramago por haber afirmado una más que evidente y desagradable realidad?
Creo que este “Viejo esclerótico” como lo llama alguien de la izquierda para quitarse de encima responsabilidades que él denuncia, tenga demasiada razón.
Y es que tiene muchas razones al afirmar que Marx es actual en estos días más que nunca, aunque muchos izquierdistas dirán que no es verdad, que las teorías marxistas ya son cosa del pasado, algo de arcaico como él “Viejo esclerótico”. Estos son los verdaderos teóricos que piensan hacer la revolución estando cómodamente sentados a la mesita. Son precisamente estos grande revolucionarios a los que va dirigido el dicho “La soledad ofrece al hombre colocado a gran altura intelectual una doble ventaja: estar consigo mismo y no estar con los demás.” Y de estos teóricos está lleno el mundo izquierdista más radical.
Redescubrí esta índole en una entrevista con algunos jóvenes militantes de un partido de la izquierda tinerfeña. Hablando de la situación del Sur de la isla estos jóvenes afirmaban que “era bueno hablar con todos, pero nunca gobernando con las actuales formaciones políticas isleñas”. Es decir, que aunque pudieran ser determinante para la formación de un gobierno local, nunca iban a pactar con PSOE, CC y, menos aún con PP.
Es evidente que a estos jovencitos no les era muy familiar el principio de hacer política para llegar a gobernar e intentar cambiar las situaciones. No se hace política por hobby ni para encontrar un cómodo y bien remunerado trabajo. Está claro que si estos jóvenes de izquierda pensando de esta manera su partido nunca llegará a un puesto de mando. Pactar no quiere decir ceder principios y condiciones. Quiere decir poder agregar algo tuyo en un programa que ciertamente no es el tuyo, pero que pueda contener algo tuyo que, en caso contrario, no lo comprendería.
Estos chicos me portaban como ejemplo la adhesión de “Si Se Puede” al gobierno local de Granadilla. Una adhesión que ellos criticaban. No soy un entusiasta de este partido nacido de la costilla de Asamblea por Tenerife, pero hay que reconocer que –al lado de situaciones personales existentes– la elección fue acertada. Bastante pensar en los impedimentos que desde este puesto de mando local podían, y pueden conseguir. Y si a todo esto agregamos algunas intervenciones más en materia de ambiente, esta elección pactada ha portado algo que de otra forma no resultaría posible conseguir.
Lo malo de esta forma de pensar radical es que este mismo perfil plasma toda la forma de ser y de pensar de un partido de izquierda inmovilizándolo totalmente en las acciones. Dirán después que no nos movilizamos más por falta de dinero y de gente que trabaje con nosotros. Es decir, que si tienen gente que trabaja, trabajarían. Es el perro que intenta morderse el rabo. ¿No piensan estos jóvenes de izquierda que sólo con las acciones concretas, visibles, democráticamente revolucionarias es posible sumar gente, mientras las teorías, aunque buenas, serán come el inalcanzable amor platónico, se quedarán en teorías.
Todavía, volviendo a las palabras, a los interrogantes de Saramago debemos admitir que esta sociedad necesita de una izquierda menos teórica y mucho más democráticamente activa, sin miedo y revolucionaria. Los tiempos, la gente de a pié, la clase trabajadora necesita una guía de izquierda. Guste o no guste el viejo Saramago tiene razón en afirmar que “Marx nunca había tenido tanta razón como hoy”.
Benito Capone
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