Memoria histórica / Confederación Nacional del Trabajo (CNT).- Superando las previsiones, el listado de personas desaparecidas por el franquismo remitido al juez Garzón ha rebasado la cifra de 140 mil, de las cuales más de 2 mil habrían sido asesinadas en Canarias.
El dato es suficientemente elocuente como para dejar ver la magnitud de la represión, que bien podría ser calificada como genocidio (matanza sistemática de un gran número de personas con el objeto de destruir total o parcialmente una nación, una etnia, una raza o un grupo religioso, político o con alguna otra particularidad) por cuanto su fin era el eliminar, tanto física como moralmente, al mayor número de personas posible simplemente por tener ideas distintas a las que el régimen golpista esgrimía.
Es conocido que la represión, ya dura de por sí, lo fue incluso más en aquellas regiones como Navarra, Galicia o Canarias, donde el golpe triunfó desde el principio por la débil oposición que los elementos obreros y republicanos pudieron presentar, tanto por la falta de armamento como por el temor que las autoridades gubernativas manifestaron a la hora de entregar al pueblo que quería defenderse esas pocas armas de que se disponía.
Miles de hombres y mujeres desaparecieron en las retaguardias. Los restos de quienes murieron en la zona republicana fueron exhumados tras el triunfo de Franco y sus aliados (la Alemania nazi, la Italia fascista y el Portugal salazarista), mientras que las víctimas del bando perdedor acabaron en miles de fosas anónimas e incógnitas dispersas por la geografía peninsular e insular, o en el fondo del mar, lugar más probable donde se encontrarían los restos de gran parte de los represaliados canarios si no fuese por lo rápido que se descomponen los cuerpos en el medio marino, pero que, aunque no fuese así, serían de imposible rescate dada la gran profundidad que el mar tiene bien cerca de la costa.
Arrojar a los presos al mar "apotalados" (metidos en sacos y lastrados con piedras) fue una práctica habitual de las fuerzas represivas en Canarias desde bien pronto. Testimonios orales de ello han sido recogidos por diversos investigadores, transcribiendo lo que era de conocimiento y transmisión popular. Y, si ello no fuese suficiente, registrados están sucesos como los del buque "Dómine", que se desprendió de su carga de sindicalistas y republicanos quien sabe en que parte de la ruta entre Canarias y Vigo, o el acaecido con el vapor "Nápoles",, barco que recogió en las proximidades de la isla de Gran Canaria una serie de sacos en los que se hallaron los cuerpos de varios hombres que habían sido detenidos y eliminados por los franquistas y que el océano devolvía evitando con ello el que engrosaran esa enorme lista de desaparecidos.
El bello mar que nos une es, al mismo tiempo que tumba de miles de represaliados y represaliadas, el que oculta los crímenes de quienes cobardemente se pasearon por la Canarias de retaguardia sembrando la muerte en la mayor impunidad con el aliento y respaldo de las autoridades, que igualmente fueron parte más que activa en la desaparición de esos miles de personas.
Saber del paradero de cada ellas es una tarea casi imposible. Nombrar a sus asesinos y verdugos no. Tan importante como restituir la memoria de los asesinados es decir el nombre de sus verdugos y torturadores, tanto vivos como muertos, no con afán revanchista, algo fuera de lugar tras tantos años, sino para que simplemente la verdad prevalezca y sobre ella se escriba, conozca y enseñe la Historia.
J. Luis Real
Secretario Acción Sindical y Social
SOV de CNT Tenerife
Contacto: cntsovtenerife@gmail.com
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