Cuestión de clases / YVKE Mundial.- Patricia Rivas. Vale la pena inquietarse sobre el porqué del destino de un premio como "el Príncipe de Asturias" a Ingrid Betancourt.
¿Por qué a ella y no al profesor Moncayo, por ejemplo? Que ha recorrido caminos, carreteras, cancillerías, buscando la liberación de su hijo, prisionero de guerra en la montaña, pero también proponiendo medidas para conseguir la paz en Colombia.
¿Por qué a Ingrid y no al abogado Camilo Umaña, por poner un ejemplo, cuyo padre Eduardo Umaña, de los más prestigiosos defensores de derechos humanos, fue asesinado hace 10 años, y el estado colombiano ha "inmunizado" y decretado impunidad para este crimen?
¿Por qué a la señora Betancourt, y no a Iván Cepeda, por decir otro ejemplo, cuyo padre, el senador Cepeda, es uno de los cuatro mil asesinados de la Unión Patriótica, genocidio politico reconocido, pero que permanece en el presente porque a los poquitos sobrevivientes de aquella esperanza electoral se los va asesinando cada día, sin compasión ni descanso de la estructura mafiosa y paramilitar del establecimiento colombiano?
¿Por qué a ella y no a cualquier familia de los siete mil presos políticos que se pudren en las cárceles colombianas, muchos de ellos por ejercer su labor sindical, o agraria, o estudiantil, o simplemente por opinar sobre la injusticia del país, mantenida a sangre y fuego de una violencia de más de 50 años?
En efecto, el premio que se concede en territorio asturiano tiene mucho contenido de clase. Y ahí están para ejemplo los que se dan a ricachones este año y otros. Los empresarios de Microsoft, los de Google, y tantos más, aunque, de vez en vez, como excepción, "se pueda poner un pobre a su mesa" como en la mejor época franquista.
No nos referimos sólo al traje impecable, y a los lujos manifiestos, que han salido a relucir en Le Figaro. Nos referimos a hechos más profundos: como contribuir a la paz, de verdad, en Colombia; como procurar reparación integral, memoria y verdad, buscando la justicia para 140.000 asesinados por el estado colombiano, según los datos de la ambigua OEA.
La opción no es por los trajes caros, que cuadran bien a los obscenos beneficios de las multinacionales, en medio de la guerra que desangra a Colombia. La opción debiera ser por el diálogo, la justicia, la paz, y para ello ningún guiño a los guerreristas es sostenible.
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