Toño Linares * / Artículos de opinión.- Circula por la red unas cifras sobre el precio del petróleo y la repercusión que tiene en lo que pagamos por la gasolina, escenificando que lo que es caro es la gasolina y, la capacidad recaudatoria que se tiene ante la dependencia de los combustibles fósiles.
Estas cifras nos dicen que en el año 2000 el precio del barril del petróleo estaba a 60$, y como la moneda europea cotizada a 1,20 euros el dólar, pagábamos el petróleo a 72 euros el barril, repercutiendo al consumidor en 0,82 euros el litro de gasolina, en cambio en enero del año 2008, el precio del barril del petróleo se situó a 110$ y la cotización del euro con respecto al dólar en 0,64, lo que hace que el barril nos costaba 70,40 euros, un tres por ciento más barato que hace ocho años. Pero en cambio la gasolina la pagábamos a 1,28 euros, un 56% más cara.
Por las cantidades reflejadas nos damos cuenta que estos datos se refieren al precio de la gasolina en territorio peninsular, pero si trasladamos estos datos a Canarias es de escándalo la diferencia soportada por el incremento del precio del petróleo. En el año 2000 se pagaba la gasolina a 0.48 € (entre 78 y ochenta pesetas), en julio del 2008, el precio de la gasolina se sitúa a 1,04 euros, lo que representa un incremento de casi un 167%, siendo el incremento del petróleo del 19%, pasando de 60$ el barril a 136$, en este periodo, pero la cotización del euro con respecto al dólar (0,63 € el dólar), el barril nos cuesta 87,50 euros.
Este incremento en el precio del combustible al consumidor, esta haciendo que se incremente la inflación, pues los derivados del petróleo son los productos más inflacionistas al repercutir exponencialmente en el resto de artículos y servicios que consumimos, especialmente en los de primera necesidad, sin que tal incremento se vea reflejado en los salarios, haciendo casi irrisorio el poder adquisitivo de la ciudadanía.
A esta perversa situación hay que añadir dos actuaciones aún más diabólicas, el tratamiento en calcular el IPC, que nos dicen que se sitúa al 5%, muy por debajo de la realidad y, la actuación del Presidente del Banco Central europeo, Jean Claude Trichet, al afirmar que para frenar la inflación sube el tipo de interés bancario al 4,25%, cuando esta subida caso de ser necesaria, debió hacerse en los años de consumismo desenfrenado, no en unos momento que la inflación viene por el incremento de los precios al consumidor final, impidiendo a la población acceder a la financiación externa, para solventar la caótica crisis en la que nos han metido por la práctica de dos pecados capitales: La avaricia y la usura.
Este retorcido panorama sólo es la punta del iceberg, al ser concientes de que el petróleo no bajará de precios, al contrario que ocurrirá con el dólar que sí se recuperará con respecto del euro en un plazo no muy lejano, volviendo a su cotización habitual del año 2000 de 1,20 euros el dólar (pudiendo revalorizarse aún más), haciendo que de los 87,50 euros que pagamos el barril del petróleo, pasemos a pagarlo a 163 euros, contando que no continúe subiendo el precio del crudo, aunque la pregunta es si mantendrá la diferencia de incremento del precio de la gasolina, teniendo como referencia estos últimos ocho años, a qué precio la pagaríamos, seguramente cercano a los tres euros el litro.
Este escenario es propicio para oír declaraciones insensatas como la que ha hecho el ministro de Industria, Sr. Sebastián, al celebrar que el incremento del precio del petróleo ha ocasionado la reducción del consumo, que en un acto de irresponsabilidad no ha diseñado y puesto en funcionamiento un sistema de ahorro energético, apoyado y acompañado con una plan de investigación e implantación de energías renovables, que nos haría mirar al futuro con la ilusión de librarnos de la dependencia del oro negro.
* Toño Linares
Presidente de Tagoror Achinech
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