Teodoro Santana * / Artículos de opinión.- Lo explicaba Marx: en cada sociedad, la ideología dominante es la de la clase dominante. Y aquí la clase dominante está convencida de que los canarios somos inferiores. Nuestros profesores son inferiores: por eso hay que importarlos de fuera, mediante oposiciones en las que el conocimiento de la realidad social y cultural de Canarias no cuenta para nada. Nuestros trabajadores son inferiores. Nuestros escritores son de andar por casa. Nuestros artistas son de pega. Permitimos que en nuestra propia tierra nos traten con condescendencia, en el mejor de los casos, cuando no con desprecio.
Dirán ustedes que todo eso es racismo. Y tendrán razón. Añadirán, además, que es colonialismo. Y volverán a tener razón. Pero se trata de algo más. Es la endofobia, sistemáticamente inculcada a los nativos. El odio a lo propio. No es de extrañar: lo propio parece poco apetecible, cosa de perdedores.
Hace apenas quinientos años nos invadieron. Nos derrotaron militarmente. Nos quitaron la tierra. Nos impusieron su idioma y su religión. Asesinaron a nuestros hombres. Violaron a nuestras mujeres. Nos vendieron como esclavos. Nos obligaron a borrar nuestros orígenes y a escondernos tras los apellidos de los invasores. Nos sojuzgaron con el "impuesto de sangre", que obligaba a embarcar a cinco familias canarias por cada cien toneladas de mercancías con destino a América.
La cosa llegó a tal extremo que tuvieron que importar mano de obra de otros lados: Madeira, Senegal, Guinea. Esclavos unos y esclavos otros. Derecho de pernada para los señores hasta bien entrado el siglo XX. Hambrunas, sometimiento, miedo. Cuando llegó la hora de la independencia de las colonias americanas, la burguesía criolla fue comprada con las treinta monedas de los puertos francos. Más tarde sería el REF (con la RIC y el REA) o las subvenciones de la UE. Nos han adoctrinado en la superioridad europea, y en que nunca llegaremos a nada. ¿Qué otra opinión podríamos tener de nosotros mismos? Ya se sabe: en colonias, sol y playas, timple y sumisión.
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