Un luchador, un amigo / Agustín Mora Valle.- Han pasado casi dos meses, 51 días exactamente, desde que, y por segunda vez en lo que llevamos de año, tuve que poner la capucha al bolígrafo (sí, me gusta escribir a boli, como en la escuela), cerrar mi cuaderno cuadriculado y poner mi pensamiento a divagar con fantasías que, de tan reales como se presentan, causan miedo e incertidumbre.
No hay fenómeno más extraño e increíble que construir mentalmente fantasías con materiales forjados de la propia realidad. Y pasar de la fantasía a la realidad (así lo estoy viviendo yo) es tan sencillo como atravesar la noche haciendo parada en todos los sueños o pesadillas. Nadie sabe si son ciertos o no, pero el caso es que te despiertas sudando de terror.
Pero, tantos días después, uno termina por aprender a convivir con la nueva realidad (o al menos se intenta) con la esperanza de que, en esta mezcla de sensaciones, no haya vencedores ni vencidos, como mal menor, y no se desequilibre la balanza vital en la que ahora me sostengo.
Por ello vuelvo a quitar el capuchón a ese bolígrafo abandonado que, día a día, y desde su abandono en una mesa cualquiera me miraba impotente, relegado a servir sólo para escribir las notas de algún asunto doméstico.
Y destapo, abro con nervios a flor de piel, ese cuaderno cuadriculado al que tuve que condenar a la oscuridad y hacer de la blancura de sus hojas un espacio vacío y sin memoria.
Tengo en esta primera aproximación, muchísimas dudas de cómo afrontar el reencuentro. De cómo resolver un conflicto interno, íntimo, entre lo que me impelía hace un tiempo y lo que me debiera empujar ahora, en estos momentos en que, como decía antes, la balanza está equilibrada pero sujeta a emociones que intentan desbocarse.
Creo que lo más sencillo será comenzar dejando que esas emociones se liberen y muestren mi agradecimiento absoluto a todos los medios que me acogieron y me dieron su apoyo, sus buenos deseos y su ánimo cuando yo más lo necesitaba. Las notas que me dedicaron las diferentes redacciones, han sido la mejor medicina que hizo posible que la balanza de mi vida se equilibrara.
Y lo más obvio también, lo más hermoso y lo más importante ha sido la respuesta cariñosa, entrañable y solidaria de los lectores. Tengo grabados en mi corazón los mensajes de esas personas anónimas y luchadoras. Personas volcadas en la vida, la justicia y la libertad; personas que han sido, que son, que seguirán siendo el motor necesario para continuar desbrozando caminos.
Cuando en mi última nota, “Hasta que pueda”, me despedía citando un “hasta el próximo cruce de caminos” (tomado de un amigo mío), no estaba muy seguro de ello. Pero ustedes, medios, lectores habituales, gente anónima que incluso se dirigió dándome ánimos a través de mi correo particular, son los responsables de que ese cruce de caminos se haya dado y de que, por lo tanto, ahora mi bolígrafo y mi cuaderno cuadriculado vuelvan a sentirse útiles y llenos de vida.
Muchas gracias a todos/as.
¿Nos vemos la próxima semana?
Agustín Mora.
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