Sacrosanto Estado Católico y Monárquico / Ser Rizomático.- Carmen Moreno Martín (Alias Hannah). "Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios". Estas palabras puede leerse en los evangelios de todas y cualquiera de las Biblias cristianas. (Mt. 22:21; Mr. 12:17; Lc. 20:25)
En principio la cosa va sobre el tributo -impuestos-. Parece que queriendo los fariseos pillar en algún renuncio a Jesús le acechaban, le espiaban, y miraban a ver si podían pillarle en alguna palabra para prenderle y llevarle ante la autoridad del gobernador. Ya le tenían inquina desde largo, puesto que les retrataba cada vez que abría la boca -o ellos se sentían retratados, ya se sabe que quien tiene mala consciencia…-, y entonces le preguntaron si era lícito pagar el tributo al César, a ver si Jesús caía y les soltaba una arenga contra Roma, dándoles el motivo perfecto para su detención; porque ya sabemos que Roma ocupaba y colonizaba todas aquellas tierras de Palestina; y que por muchos sumos pontífices y muchos reyes Herodes que hubiera, allí no se movía una hoja, si no lo mandaba un tribuno romano, el Cónsul o el Gobernador de Roma. Vaya, cómo hoy en día, la única diferencia es que ahora a lo que se le llamaba entonces Roma, se le llama hoy EEUU y multinacionales. Y volviendo a lo que iba, como este santo hombre llamado Jesús era un rato largo y se las sabía todas, ni por esas; les mostró la imagen de César acuñada en las monedas y les respondió la frase en cuestión de “a cada uno lo suyo”. Con lo que quedó él hecho un Señor y los espías hechos unos zorros.
En el evangelio de Lucas, puede leerse lo mismo con la diferencia de que no son los fariseos, sino los escribas y los principales sacerdotes quienes envían a sus espías a preguntarle maliciosamente. -ojo que esto último es importante ya que nos da un panorama sobre un hecho antiguo que en nuestros días sigue siendo muy prácticado: la unión estado-poder e Iglesia (la que sea) y las técnicas del poder para seguir siéndolo-. Marcos habla de que alguien –no dice quien- envió a algunos fariseos y herodianos para que le sorprendieran en alguna palabra –vieja técnica del poder también, la tergiversación de las palabras sueltas, sacadas del contexto y dadas la vuelta-, bueno, del poder y de quienes patalean por tenerlo. Bueno, pues unos y otros le dicen lo mismo al santo hombre Jesús: “…sabemos que eres veraz, que no miras las apariencias de los hombres sino que con verdad enseñas el camino de Dios…” -ah, el halago falso, la adulación para engrosar el ego y hacer caer al narcisista-, “…¿es lícito pagar tributos al César?...”
Y bien, parece que, en la respuesta del buen Jesús, queda claro que una cosa son los bienes materiales y el pago de los impuestos –que habrá que atenerse a lo que diga las leyes de los hombres- y otra cosa es la espiritualidad y los dones espirituales, tales cómo la bondad, el amor etc. que, quienes crean en Dios, tendrán que andar por sus caminos y referirse en todo a Dios y ofrecérselo a él, ya saben, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo cómo a ti mismo, y eso. Parece bastante claro y no debiera plantear ningún problema a nadie, ni a los creyentes, ni a sus cleros e Iglesias, ni a los estados y gobiernos civiles, ni a los laicos, ni a los agnósticos y ateos; ¿no es cierto que es obvio? Esa respuesta clara, breve, contundente: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”…
Pues no. No sólo no es obvio sino que, todo esta patas arriba hoy en día: tal parece que ese santo hombre llamado Jesús que al parecer es la referencia indiscutible de todos los católicos y de todos los cristianos, y su palabra es el parámetro de medida de todas las cosas, en lugar de decir lo que dijo, hubiera dicho: “Dad a las Religiones lo que es del César y lo que es de Dios, pues de ellas –de las religiones, o sea de los Templo, esto es de las Iglesias, y de sus jerarquías, son el reino, los súbditos, los Estados, la ciudadanía, sus consciencias y sus bienes, el poder y la gloria por siempre jamás”.
Curioso, ¿no? Sí, muy curioso. Resulta que Jesús, que era Judío y al parecer, un Rabino muy ilustrado en lo suyo, era un disidente del montaje que en aquellos tiempos tenían los representantes de su religión, montados en el poder, en las conspiraciones contra el stablishment para arrebatar el Poder a Roma, y otros -los más- en la sumisión para chupar del bote de ese poder romano. Vaya, que el judaísmo de aquellos momentos era lo mismo que el catolicismo romano de hoy: grupos fácticos de poder para ver quien se llevaba el gato al agua y se convertía en grupo dominante único para someter a todo bicho viviente y cobrar de todo el mundo.
Y digo yo, puesto que la Iglesia de Roma puso tanto empeño en elegir los evangelios que mejor se ajustaban a sus intereses, rechazando los demás, y se cuidó tanto en manipularlos para elaborar –según León XIII- “una buena fábula de Cristo” que les permitiera mantenerse en el poder terrenal por los siglos de los siglos, ¿cómo pudo escapárseles la frasecita en cuestión? Un poco masocas sí que lo son estos magnates mangantes, disfrazados de corderos y auto-investidos de “representantes de Dios”; la verdad, que hasta Bancos, posesiones, riquezas de toda índole, participación en Bolsa, cobros de sumas astronómicas de los Estados, exención de impuestos, Estados con Príncipes y potestades, etcétera, tienen.
¡Y si sólo fuera esta frase!... Pero lo cierto es que los textos reconocidos cómo “palabra de Dios” por las Iglesias cristianas están plagados de frases puestas en boca del reconocido por ellos cómo Hijo de Dios y Dios mismo, que contradicen profundamente el tinglado que esas Iglesias tienen montado, y es que la historia tiene un gusto -una manía, diría yo- por la repetición que no es normal. Y hoy, como ayer, la Iglesia de Roma o de España sigue pidiendo lo que es del César y lo que es de Dios, y exprimiendo el jugo a sus feligreses; a ellos directamente, y a los que no lo son, con el dinero y privilegios de exención de pagos de impuestos, sacado del bolsillo de todos los ciudadanos, pertenezcan o no a las iglesias.
Y si el único mal y la única contradicción con la frase que hoy nos ocupa fuera el dinero y la financiación, la cosa -aunque rayana en lo delictivo- no iría más allá… Pero no, la Iglesia Católica -convertida ella misma en César y en Dios- mete sus narices y utiliza su poder para todo y en todo: para decidir a qué debe llamarse familia y a qué no; que educación deben tener los ciudadanos todos; para decidir cómo debe ser la vida y la moral de toda la ciudadanía; con quién es bueno casarse y con quién no; y cuando está bien divorciarse (anulación vía Rota) y cuando no (divorcio civil); para decidir a quien deben elegir los ciudadanos para que los representen y los gobiernen, para sembrar la subversión y derrocar gobiernos legítimamente constituidos, instituyendo monarquías y dictaduras fieles a sus fines; para decidir cuáles son, según ella, y a qué se llama "Derechos Humanos" y a qué no, así como quien los pisa o los sigue; para decidir sobre el buen o mal uso del sexo y dejar morir -por prohibición del condón- a un niño de SIDA cada 30 segundos; para decidir cuando y bajo que condiciones España está rota o está unida…
En fin, que no sólo se han erigido en César y en Dios, sino, también, en la soberanía del pueblo y en lo que el pueblo debe desear y decidir… ¿Qué exagero? ¡Pues no!, Vean, si no, las últimas declaraciones - homilias de sus excelsos Pastores y Pincipes de la Iglesia, el Cardenal Rouco Varela, flamante Presidente de la Conferencia Episcopal Española(1) y el flamante y reción elegido Cardenal Cañizares, Arzobispo de Toledo(2) (entre otros)... Y otra cosa, cuando alguien osa oponerse a sus exigencias, entonces esgrimen lo de que se les persigue y lo de que no hay libertad religiosa.
Y a todo esto, ¿qué hace nuestro querido Estado "aconfesional" y nuestro amado Poder Ejecutivo actual, autodenominado socialista y laico? Pues se niega a quitar símbolos religiosos de dónde nunca debieron estar, se les abre las carnes de terror tras cada arenga cardenalicia y se bajan los pantalones vez tras vez, viendo como en la escuela se sigue impartiendo religión; en las mesas de juramentos de altos cargos siguen estando presentes el Crucifijo y la Biblia; la Iglesia sigue sin pagar impuestos; se retransmiten misas a gogó por emisoras y medios públicos; se realizan funerales de Estado y demás celebraciones de Estado con misas católicas; Curas católicos siguen haciendo carrera militar en las fuerzas armadas; los sacerdotes católicos forman parte con voz y voto de las comisiones de ética de los hospitales, decidiendo quien debe emular a Cristo en su Pasión, antes de morir y quien no... Y un largo etcétera de actividades que deberían corresponder sólo "al César", pero que la Iglesia tiene atadas y bien atadas para Dios, sin dejar de imponerse y meter sus divinas narices en ellas.
Que digo yo, ¿Para qué tanta alharaca desde el Ejecutivo sobre una nueva ley de libertad religiosa y sobre darle más laicidad al Estado si a la primera voz eclesial se sigue bajando los pantalones y cagándose por la pata abajo?
Qué insisto yo en mi decir y digo, excepción hecha de en la Segunda República Española, ¿cuándo tuvo algún viso de laicidad nuestro Sacrosanto Estado Católico y Monárquico? Y es que ya se sabe desde siempre: ¡Con la Iglesia hemos topado!
(1) Pueden deleitarse aquí con la última ocurrente genialidad de Rouco Varela
(2) Pueden leer aquí las últimas declaraciones-homilías de Cañizares
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