Enseñanza / Cuentos y Noticias desde Canarias.- A quien corresponda: La primera carta fue escrita con un ligero tono jocoso, pero no por ello menos cierto.
En esta segunda carta han cambiado, sustancialmente, las circunstancias y, con ellas, varía, necesariamente, el tono.
Esta carta pretende ser un modesto homenaje a tanto profesional anónimo de la enseñanza que día a día se deja la piel en el aula y en casa, y que ni inspira ni desea copar los titulares de los periódicos para sentirse importante ni falsamente poderoso.
No me voy a centrar, en esta ocasión, en la incalculable cantidad de dinero que a lo largo de muchos años de docencia ha invertido mi mujer en su profesión, ni en la cantidad de horas destinadas a su formación reglada ni autodidacta (que nunca le reconocerán), ni a la cantidad de tiempo dedicado a preparar clases, corregir exámenes, trabajos y un largo etcétera. Hoy voy a hablarles de amor.
Y ustedes se preguntarán que tiene esto que ver con la enseñanza como profesión. Y es que eso era lo que profesaba mi mujer hacia la enseñanza, por sus alumnos y por la vida misma.
Hasta los empresarios más desalmados saben que la pasión es el mayor y el mejor de los combustibles.
Sólo los burócratas del papel que todo lo aguanta y los politicuchos que juegan a creerse poderosos lo ignoran.
Con esta pasión, es con la que irresponsablemente están jugando.
Y les voy a contar algunos detalles de hasta donde llega el amor de mi mujer a su profesión y a la vida:
Un aciago día, no tan lejano en el calendario, nos comunicaron una enfermedad de mi mujer y, entonces, todo cambió drásticamente para continuar exactamente igual. Tras unos inevitables días de baja, mi mujer pide el alta voluntaria y comienza a asistir a las duras sesiones hospitalarias, organizándolas de tal manera para que pudiera incorporarse a las clases a lo largo de la mañana. No contenta con esto, me hace remover cielo y tierra para que solicitemos y consigamos que pusiesen dichas sesiones de terapia un día a la semana por las tardes (que no las había). Pero he aquí que, al coincidir la terapia con un día festivo y ser vital su aplicación, había que trasladar la misma a otro día semanal, con lo que vuelta a empezar y a solicitar más sesiones por las tardes.
Para las citas con los médicos me hacía convencerlos de que fuesen a primeras o últimas horas con el fin de poder, luego, incorporarse a su trabajo, o bien, perder el menor número de horas posible. Fue tanto lo que me hizo mover, que cada 15 días debía de hacerse una analítica sencilla y, por supuesto, la hacíamos en sábado o domingo.
Otros análisis más específicos que irremediablemente debían de llevarse a cabo entre semana, lo adelantábamos a las seis de la mañana. Y para otras pruebas, cuando no había más remedio que hacerlas, también a primeras o últimas horas, y si era posible, por la tarde, noche o madrugada.
Ella evitaba, siempre que se podía, los ingresos. Así estuvimos durante dos años y medio hasta que, de pronto, todo se aceleró más deprisa de lo habitual y nos vimos delante de dos doctoras especialistas en la materia. Tras dos visitas, las facultativas, acostumbradas a tantos y tantos casos clínicos de distintas tipologías, se sentían incrédulas y admiradas, no sólo porque mi mujer continuase trabajando, sino también por el amor que profesaba a su trabajo, por su convicción y claridad de ideas, a pesar de su estado, por su forma y ganas de vivir la vida plenamente feliz y aceptando la situación sin dejar de enfrentarla por ello. Le preguntaron por sus expectativas, y ella respondió:
“¡ Acabar el curso, ser feliz con su familia y ser útil!”.
Mi mujer fue a todas las huelgas y manifestaciones del profesorado, no se perdió ninguna, con todo el dolor de su alma, que no era, precisamente, por el dinero que le iban a descontar. Lo hizo por una justa reivindicación y porque, después de tanto esfuerzo y años de dedicación a la escuela y a su alumnado que nunca podrán reconocer unas patéticas e ineficaces contrapartidas, se sintió despreciada por quienes tenían la obligación de ser sus mayores valedores.
Ustedes me podrían decir que su caso es excepcional, y he de reconocer que un poco sí, pero no tanto.
Precisamente el curso anterior y, sin salir de su Centro, una compañera suya acabó su curso dando clases en parecidas circunstancias y se fue en voz baja.
Podría indicarles sin tener que pensarlo mucho, también en su Centro, a otro buen grupo de “locas” que aman y viven su trabajo. No obstante, a poco que escarben, podrían saber que este Centro y sus profesionales, tampoco son una excepción, que hay muchísimos así en este colectivo del profesorado. Por supuesto que habrá excepciones en sentido contrario como en cualquier otro colectivo, pero, porcentualmente, la cantidad es bastante inferior y, por supuesto, mucho más inferior que la del colectivo de políticos profesionales.
Lo cierto es que, gracias a la ingente y ardua labor de miles de docentes que muchas veces navegan contra corriente, la situación social y educativa en Canarias no es sustancialmente peor que la que, sin ser por ellos, tendríamos.
Y en este complicado contexto nos encontramos, con una plaga de políticos que, no sólo no dan la talla, sino que, además, se dedican a desprestigiar a la enseñanza pública y a sus profesionales, dejando en evidencia lo poco que les importa, en realidad, todo lo que implique cultura más allá del falso folclorismo.
Es por ello, que creo llegada la hora de decir alto y claro ¡YA ESTÁ BIEN!. De decir que vamos a luchar por nuestra dignidad, y no vamos a ser ni un momento más cómplices del desmantelamiento progresivo de la enseñanza pública como derecho básico de la ciudadanía.
Por último, quiero que entiendan como se han sentido todos los profesionales de la enseñanza, mi mujer, y yo mismo, cada vez que se han producido declaraciones ofensivas y de tan baja categoría contra un colectivo que, en el peor de los casos, es igual que cualquier otro.
Fdo. El Marido de una maestra
P.D. Muchas cartas tienen post-data y, ésta, no iba a ser menos. El viernes 23 de mayo, la maestra, acaba las clases de la semana. El domingo 25 de mayo, tras preparar sus clases de la siguiente semana, sufre una caída y no logra cumplir su ilusión de acabar el curso. A día de hoy, continúa enseñando.
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