Reflexiones de un amigo / Samir Delgado.- Una fábula sobre el Puerto de Granadilla.
Cuenta la tradición oral que en el pueblo de Granadilla hubo una historia de amor tan fantástica, por su belleza y por su tristeza, como las mismísimas leyendas infantiles y las tragedias shakesperianas sobre amantes desgraciados.
Por suerte, para la complicada transmisión a las nuevas generaciones de esa leyenda amorosa en tiempos de la globalización, no hace falta arrimarse a la fugaz conversación de unos viejos lugareños, que dicho sea de paso, son el digno soporte de toda nuestra sabia tradición que pervive durante siglos bajo la placentera sombra de todo mediodía sureño.
No, será más fácil echarle un vistazo a los pocos libros de literatura canaria que cuentan nuestras tradiciones a duras penas por el severo olvido, o para los más perezosos, bastará con acercarse a los paneles ubicados por la concejalía municipal de turno en las inmediaciones del Médano, justo en la zona peatonal que sirve de tránsito para los turistas que observan asombrados a los ingeniosos windsurfistas, y allí percatarse del relato anexo a los nombres científicos de las aves sureñas y los varios machanguitos con graciosos bocadillos de cómic, que nos informan de las normas legales para la preservación del medio natural y las aves en peligro de extinción.
Pues bien, ahí mismo, nos cuentan que María se quedó esperando año tras año alguna noticia de José, su amante atrevido que marchó a tierras de América, para ganarse el sustento de un futuro mejor, siguiendo los pasos de otros que osaban adentrarse en el vasto océano. María se quedó en tierra, y los pescadores la veían cada tarde tras la faena, arrimada a la costa suspirando por su amor, sin noticias que alimenten la esperanza por volverlo a ver, sin llegar a saberse nada de José, que parece fue tragado por el horizonte en su carrera hacia otras tierras promisorias.
Casi nadie de los muchos bañistas y visitantes anónimos que se acercan hasta Granadilla cada día, para disfrutar de la costa, de la salitre y del solajero bondadoso, ha reparado en que la zona denominada por el apelativo popular de "Peña María", destacable a simple vista por la sedimentación bermeja de la roca, toma su nombre por la tradición oral de nuestra historia fantástica, de María que se dejó morir de amor y con el paso del tiempo, se convirtió para las gentes del sur en aquélla roca natural que tanto colorido brinda a la playa de Granadilla.
La lucha contra el puerto en Granadilla ha sido un pulso de largo recorrido, aún no se ha saldado un resultado final del partido, pero el desgaste de los años va haciendo mella.
Esta historia ya venía de lejos, casi como la leyenda del desamor, hacía mucho tiempo que la espeluznante noticia del macropuerto industrial se mentaba entre las muchas personas que forman parte de los colectivos y asociaciones que luchan en la isla de Tenerife, esa red de organizaciones que llevan décadas actuando en defensa de la castigada naturaleza canaria, y que han ido ganando reconocimiento social por su labor incondicional.
Como sucedería en otras batallas similares, desde las tenebrosas torres de Vilaflor hasta el impuesto Radar de Anaga, los mecanismos ocultos del poder empezaban a mover sus hilos en la prensa, las alarmas saltaban en los pequeños ambientes donde habitualmente se mueve la gente comprometida, además que los planes gubernamentales también dejan pistas sospechosas entre la pesada maraña de funcionarios que trabajan en los ayuntamientos y las administraciones públicas, corriendo la noticia como la pólvora del norte al sur y viceversa.
Las diferentes concentraciones de repulsa social, convocadas muchas veces desde un centro operativo tan simbólico como el Colegio Mayor San Fernando, enclave histórico y clandestino de la lucha estudiantil por la democracia, han estado impulsadas desde los espacios de confluencia ciudadana, social y política que han servido de enriquecedora experiencia sobre todo lo que se puede hacer cuando se junta la gente con ánimo de cambiar las cosas, o de que no cambien tanto.
Así, los diferentes actos reivindicativos habían creado en la opinión pública un nuevo frente de lucha, cada semana aparecían publicados artículos a favor y en contra del puerto de granadilla, algo que muy sorpresivamente estaba especializando a la gente en el arte de las matemáticas.
En efecto, todo se había convertido en operaciones de cálculo con números astronómicos, una guerra de euros que pasaba sobre la tabula rasa de la racionalidad común de la ciudadanía, para realizar un balance moral pertinente sobre la cantidad de asistentes reales que se manifestaron en cada convocatoria, la cantidad de gastos monetarios que supondría la construcción de las instalaciones del puerto, los beneficios millonarios que aportaría en el futuro un puerto estratégico en el sur de la isla, los costes reales para las arcas locales, si en verdad ayudarían las típicas subvenciones europeas para lasverdaderas necesidades de las islas, si era verdad que el puerto de Santa Cruz se encontraba agotado en sus dimensiones logísticas... y así en general, con las disputas políticas que cobraban un nivel de abstracción inédito, cada vez más la batalla de argumentos era una cuestión de exactitud, sobre los metros exactos de las obras que ocuparían el litoral y sobre los metros de espacio natural que afectaría el movimiento de tierras por los tractores y la cuantificación real del área sensible por la existencia de sebadales y tantas otras riquezas naturales más que no son reducibles a las ridículas calculadoras del euro.
Así de esta forma, la lucha contra el puerto de granadilla parece que se ha convertido en un caudaloso enfrentamiento de argumentos lógicos, cuando en verdad los señores devotos del piche y los folcloristas del progreso a ciegas encuentran su lógica argumental en la aplastante fuerza del dinero.
Las calles de la capital tinerfeña fueron cobrando un colorido distinto, con las ingeniosas pintadas de un NO contestatario y alternativo, apostado desde el mundo ecologista, y los grandes paneles publicitarios contratados por el Sí oficialista, representado por las empresas constructoras y el gobierno canario en natural connivencia matrimonial.
La estela de todas las manifestaciones ciudadanas celebradas en los últimos años ha ganado en contundencia democrática, mientras que en estos momentos de amarga incertidumbre, la batalla de las matemáticas se ha desplazado a Bruselas, y ya la licitación de las obras se vende como algo inevitable para la ejecución del dique inicial soñado en los despachos maquiavélicos del gobierno y la patronal del cemento para hacer realidad la pesadilla surrealista de un futuro Puerto en Granadilla.
Las caras risueñas de los manifestantes, el sudor del griterío inundando las calles cortadas por lo extraordinario, los niños sobresaltados cargando a sus espaldas globos de color verde, las aceras atestadas de gente con pitos, banderas y pancartas, un bullicio social que alteró el orden para hacer efectivos los derechos a la libertad de expresión y la exigencia moral para la defensa de la tierra canaria.
Durante cada manifestación, ya sea en una isla o en otra, indistintamente por ser un mismo pueblo, las ciudades isleñas se transforman en algo que no son, parecen sufrir una mutación total durante las horas que dura una reivindicación, adquieren un sentido más profundo del espacio urbano, que se hace más perceptible, flexible y utópico, con esos tibios susurros entre las parejas que suenan de un banquito a otro, la calle parece que se va a reventar por el jolgorio de una fiesta multicolor, la rabia almacenada en las marchas ciudadanas que adquieren niveles de humanidad rebosante, hasta los balcones de los edificios se llenan de gente, asomándose los vecinos que nunca se hablan entre ellos, como a diario se habita en el flujo robotico de una autopista, donde la sorda inercia de cada destino aniquila las palpitaciones de los pequeños insectos que intentan cruzar de una orilla a otra.
Nadie sabe a ciencia cierta que pasará al final del camino, pero la historia de amor entre María y José, aún con su vestigio de anticuada versión contada fabulosamente por el gran escritor Leocadio Machado en su libro de 1920, encierra consigo una moraleja de consecuencias inusitadas.
"¿Quedarán nuestras esperanzas convertidas en piedra para la posteridad?, ¿nuestros rostros congelados en una fotografía para el recuerdo nostálgico de todas las manifestaciones populares que un día desafiaron al destino matemático del Puerto de Granadilla?".
¡Compañeros y compañeras!.
La lucha continua.
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