Julián Ayala Armas / Artículos de opinión.- A principios del pasado mes de abril Canarias-semanal.com dentro de un dossier sobre el asesinato hace treinta años del estudiante Javier Fernández Quesada publicó el texto de mi intervención en la presentación del número 11 de la revista Canarii (dedicado casi íntegramente a ese hecho histórico), que había tenido lugar días antes en La Laguna y en Las Palmas de Gran Canaria. En ese texto hacía la siguiente aseveración: “Javier era un estudiante normal, sin especial relevancia política, pese a las versiones interesadas que posteriormente han tratado de convertirlo en una especie de símbolo del nacionalismo y la independencia de Canarias”.
Estas palabras desataron las iras de sectores del nacionalismo étnico canario, algunos de los cuales me han hecho blanco de su peculiar manera de entender el debate y la discrepancia política, expresada fundamentalmente a base de insultos y afirmaciones calumniosas, valientemente amparadas en el pseudónimo, que suele ser la forma común de participar por estos lares en los debates de Internet.
Agradable sorpresa. De entre esas discrepancias, una sin embargo me sorprendió agradablemente, la de Octavio Hernández, manifestada a través de un artículo que con el título “Fernández Quesada: en honor a la verdad” fue publicado también en el referido dossier de Canarias-Semanal. Y digo que me resultó agradable porque en dicho artículo Hernández daba un ejemplo de cómo se debe debatir un asunto, de manera ponderada y respetuosa, sin alusiones ofensivas ni descalificaciones genéricas del oponente y centrándose exclusivamente en el objeto de la discrepancia. Después de unas consideraciones que todos podríamos suscribir (a pesar de ciertos aspavientos retóricos exagerados en relación al exiguo parto de los montes que vendría a continuación), puso en nuestro conocimiento un documento cuya existencia ignorábamos: el breve texto que Javier Fernández escribió el mes anterior a su muerte en el reverso de una fotografía suya, y en el que hace referencia a la independencia de Canarias. Contra la opinión de Octavio Hernández, considero (aquí viene lo del “parto de los montes”) que dicho texto no aporta nada definitivo a la cuestión objeto de debate, sino que es más bien la expresión de un joven hijo de su tiempo, sensitivo, inquieto, sin gran experiencia política y “contagiado” por el ambiente de la época, en que el nacionalismo canario de izquierdas se presentaba como un referente político aparentemente más sólido de lo que ha resultado ser.
Hasta yo mismo, que siempre he sido contrario a los símbolos por lo que tienen de definición simplista y totalizadora, llegué a llevar colgada del cuello una pintadera y para provocar a la derecha acudía con ella a los plenos del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, donde fui concejal por UPC. Si hubiera tenido la mala suerte de morir de forma violenta en aquéllos días hoy sería seguramente un mártir de la “patria guanche” (aunque de sólo imaginarlo seguro que a más de un “anticolonialista” de ahora se le cubre de ronchas todo el cuerpo).
Foco referencial. Lo que quiero decir es que el nacionalismo era entonces un foco referencial para mucha gente (por ejemplo, los consejeros del Cabildo y los concejales de UPC en el momento de tomar posesión del cargo añadíamos a la fórmula genérica el párrafo “y luchar por una Canarias libre y socialista”, lo que no obstaba para que entre nosotros hubiera notables diferencias ideológicas), por lo que no me parece muy serio considerar que las palabras románticas y espontáneas de un joven generoso sean tomadas por una firme declaración de principios, hasta el punto de estar dispuesto a dar la vida por ellos.
Esto le hubiera contestado a Octavio Hernández hace un mes, siempre respetando su derecho a interpretar de distinta manera el referido texto de Javier Fernández. No lo hice porque la adscripción ideológico-política de Javier me pareció –y me sigue pareciendo– un asunto colateral y poco importante ante la terrible injusticia de su asesinato. Así le respondí en el acto de presentación de Canarii en La Laguna a algún compañero que mostró su discrepancia con mis palabras al respecto, al mismo tiempo que dejé claro que me parecía legítima la reivindicación que el nacionalismo de izquierdas hace de su figura y de su sacrificio, toda vez que fue muerto en una jornada de protestas protagonizada por organizaciones con ese marchamo ideológico.
Ejercicio de esquizofrenia. Pero ahora he descubierto que esa aparente objetividad y mesura de Octavio Hernández en Canarias-Semanal no fue más que una táctica taimada y granujienta, pues al mismo tiempo, en otros foros como el de la organización juvenil independentista Azarug, donde seguramente se siente más a gusto, no dudaba en acudir a la mentira, la descalificación y el juicio de intenciones, la acusación gratuita y la tergiversación grosera de los hechos, con tal de llevar el agua a su molino, que, la verdad sea dicha, son tan contradictorias las actitudes del personaje que todavía no atino a averiguar cuál es.
En un verdadero ejercicio de esquizofrenia, mientras en el artículo de Canarias-Semanal se refiere al monográfico de Canarii en los siguientes términos: “El trabajo publicado por Millares y Ayala en la revista Canarii es extraordinario por su calidad, cuidado y difusión. Mejora en muchos aspectos lo que otros hemos publicado y aporta fuentes documentales fundamentales a las que hace un año no teníamos acceso”, por las mismas fechas y en el foro de debate de Azarug afirma que “Lo cierto es que Sergio Millares y Julián Ayala, a mi modo de ver, han pretendido difundir una ‘versión interesada’ cercana al PSOE”.
Y a continuación expone los argumentos en los que basa esta peregrina afirmación. Veámoslos:
“No mencionan que la Ley de Memoria Histórica excluyó a Fernández Quesada. Una forma de faltar a la verdad es omitirla.”
Quizá debía haberlo mencionado en la crónica de los hechos que escribí, pero estimé que era un dato archiconocido, entre otros por los varios y atinados artículos que al respecto han publicado Daniel Millet y el propio Octavio Hernández. Precisamente uno de los objetivos del trabajo es instigar la revisión de la citada ley en lo referente al “olvido” de los derechos de la familia de Javier. Además, al final de la entrevista al ex diputado del PSOE y miembro de la Comisión Investigadora del Congreso, Néstor Padrón, se menciona expresamente esa circunstancia. Decir que se falta a la verdad en este caso es un acto de evidente mala fe.
Otro “argumento”:
“Intentan imponer una visión de que Javier era el ‘prototipo’ de estudiante obediente, ‘normalizado’, para oponerlo a la evidencia de un movimiento estudiantil politizado, radicalizado, plural y comprometido socialmente. Faltan a la verdad”.
Quien falta a la verdad es Octavio Hernández, que no sé en qué se basa para hacer esta afirmación tan rotunda y absolutamente gratuita. Le retamos a que nos señale en qué lugar de Canarii o de cualquiera de nuestras referencias al caso damos a entender esto.
Rizo paranoide. Pero donde Octavio Hernández riza el rizo del juicio de intenciones y la tergiversación casi paranoide es en el párrafo siguiente:
“Insisten en que un policía del grupo agresor de la guardia civil fue el que disparaba a quemarropa, aunque lo matizan trasluce una pretensión de separar al aparato represor del estado de un supuesto ‘sujeto incontrolado’. Esta era la justificación de la represión ya en la época de Javier y treinta años después miren cómo de tapadillo la rescatan. Faltan a la verdad: la represión estaba organizada, dirigida y ‘dosificada’ desde la estructura militar, policial y civil del estado”.
La gratuidad de este aserto hace particularmente penosa su refutación. Veámoslo. Javier murió de un disparo y ese disparo fue hecho por uno de los guardias, ¿no? Pues bien, lo que intentamos fue, siguiendo las declaraciones de los testigos, individualizar cuál de esos guardias pudo haber sido el autor, al mismo tiempo que refutábamos las declaraciones del coronel que mandaba el operativo. Y sin más me remito al artículo “El asesinato de Javier Fernández Quesada, un crimen de Estado” (el propio título es ya una refutación de lo que afirma Octavio Hernández), página 9 del número 12 de Canarii, donde están explicadas minuciosamente las circunstancias de la muerte del estudiante. Su sola lectura demuestra palpablemente lo aventurado y falaz de la interpretación de Hernández, así como la vileza de atribuirnos el rescate “de tapadillo” de la justificación de la represión.
He aquí otra “perla”:
“Ayala parece lamentar que los sindicatos ‘normalizados’ es decir, vendepatrias y vendeobreros. No estuvieran al frente de las huelgas y viene a culpar indirectamente al radicalismo autogestionario de los comités de obreros y obreras y al activismo independentista –con los que Javier simpatizaba– de que las cosas acabaran violentamente, porque no cabían en los pactos de la Moncloa que UGT y CCOO habían firmado. La postura es calculadamente ambigua, pues pretende satisfacer tanto a reaccionarios como a progres.”
Es tan grosera la tendenciosidad de que hace gala este tipo, que una de dos: o tiene una forma de entender las cosas absolutamente distinta a la que tenemos el resto de los mortales, o es un descarado manipulador que no merece que se tenga en cuenta sus asertos. En fin, paciencia.
¿En qué se basa para decir que “Ayala parece lamentar” etc., etc.? ¿Y en qué para afirmar que “viene a culpar indirectamente…”? Un poco de seriedad, hombre, deje los juicios de intenciones –que son algo exclusivamente suyo– a un lado y aténgase a los hechos. Cuando digo que UGT y CC.OO. no participaron en las huelgas, solamente afirmo eso, que es una verdad histórica, no “lamento” nada. Y cuando digo que FASOU, CCT y la Asociación de Trabajadores del Tabaco y Derivados no eran organizaciones “normalizadas” es porque simplemente no lo eran de acuerdo con los cánones de “normalidad” impuestos en los Pactos de La Moncloa. ¿Acaso no es cierto?
A los que quieran saber de primera mano lo que he dicho sobre esto les remito al artículo citado de Canarii, pp. 6 y 7 y al texto publicado en la sección “Borrador” del periódico tinerfeño Diario de Avisos el 5 de abril de 2008, también en las páginas 6 y 7. Podrán comprobar directamente la “objetividad” de los juicios de este desemejante individuo.
Sigamos:
“En la misma línea, presentan el asesinato político como un suceso vinculado a la extrema derecha golpista, lo cual salvaría las responsabilidades de los reformistas que estaban haciendo la transición, obviando que también pudo ser concebido como un asesinato de contención de la marea social rupturista y de la vinculación del independentismo con ella a través de las huelgas y del movimiento estudiantil. En relación con ello, omiten los debates de la Comisión de Interior que mostraron escandalosamente a todas las fuerzas políticas intentando hacer apaños para que el asesinato no le pasara factura la transición democrática”.
La realidad vuelve a ir por un lado y las observaciones de Octavio Hernández por otro. En el editorial de Canarii, titulado “Tres décadas esperando justicia” se dice textualmente: “Las amenazas internas que la frágil transición española recibía sirvieron de coartada para los que miraron hacia otro lado y no quisieron llevar el asunto hasta el final para dilucidar las responsabilidades pertinentes”. Otros artículos abundan en la misma tesis.
¿Que “se obvia que pudo ser concebido como un asesinato de contención de la marea rupturista”? Vale, y se obvian muchísimas cosas más, porque como bien sabe Octavio Hernández, cuando se escoge una línea de exposición se tiene que desechar otras, que pueden ser igual de válidas pero que no tienen cabida en la línea escogida. Seguramente si él hubiera tratado este asunto lo hubiera enfocado a su manera, pero como ni Sergio Millares ni yo tenemos la inmensa suerte de ser Octavio Hernández a veces hacemos cosas que él no comparte. ¡Qué le vamos a hacer! La carne es flaca.
Dice también nuestro implacable fustigador que se omiten los debates de la Comisión de Interior. ¿Qué pretende este hombre? Canarii sólo tiene 24 páginas, y en la 15, bajo el título “Unas conclusiones decepcionantes”, se enumeran y comentan los puntos aprobados en la Comisión de Interior. No se omite nada, se resume la información, algo absolutamente normal en trabajos periodísticos.
¿Una manita al PSOE? Por otra parte, no está demás recordar que en un reportaje publicado en los diarios La Opinión de Tenerife y La Provincia/Diario de Las Palmas el 12 de noviembre de 2006, Octavio Hernández, avalaba con su firma el siguiente parágrafo relativo a los debates en la Comisión de Interior del Congreso sobre el caso Fernández Quesada: “Los socialistas pidieron que se incluyera este párrafo: ‘Ha quedado probado que la Guardia Civil abrió fuego real con sus armas reglamentarias en el recinto universitario, bajo las órdenes de su responsable y sin que mediara agresión previa que justificara su empleo, según declaración de los testigos presenciales. No ha quedado probado, en cambio, que alguien más tuviera o hiciera uso de armas de fuego’”. A continuación se refiere a las respectivas posturas de Alianza Popular y Unión de Centro Democrático, defensores de las mentirosas tesis oficiales.
Si aplicáramos su peculiar método de interpretación, podríamos concluir que nuestro hombre se muestra “escandalosamente” favorable al PSOE, de quien no señala sus “apaños para que el asesinato no le pasara factura a la transición democrática”. Y si se cruza este dato con la información de que por esas fechas Octavio Hernández estaba a partir un piñón con algunos prohombres del PSOE majorero a quienes había solicitado su inclusión en las listas de candidatos al Cabildo (en puesto de salida, naturalmente) en las pasadas elecciones, quedaría cerrado el círculo de la interpretación malévola. No logró su propósito de mamar de la ubre institucional durante cuatro años y cabreado ante tan flagrante injusticia puso al PSOE en su punto de mira, y ahora nos vincula a los de Canarii con él para atizarnos con más gusto. Es una hipótesis plausible, pero no quiero ser mal pensado. Aunque pueda parecer extraño, dadas las características del personaje, es probable que ese párrafo fuera incluido solamente por un legítimo afán de reflejar fielmente los acontecimientos históricos.
‘Versión edulcorada’. Lo que no hace en absoluto en el momento de arremeter contra el trabajo de Canarii: “En definitiva, Millares y Ayala –concluye– vienen a omitir partes esenciales de la historia para presentar una versión edulcorada y conveniente que extirpa de la figura de Javier Fernández Quesada todo su potencial de conflicto con el sistema político actual; todo su potencial transformador de rebeldía colectiva queda susbsumido en un enclaustramiento de sus aspiraciones de emancipación en la vicisitud individual (‘un estudiante normal’)”.
Y dale con la matraquilla. Sabíamos de la existencia de personas a las que hay que explicar hasta las cosas más evidentes, y no es la primera vez que nos topamos con una. Vamos a ver, Don Octavio, nosotros simplemente hemos querido hablar de una persona, un ser de carne y hueso que fue víctima de un acto de terrorismo de Estado (¿es tan difícil de entender?), mientras que usted se empeña en referirse a un esquema político, “potencial transformador de rebeldía colectiva” y demás pamemas para uso de pseudorevolucionarios ignorantes, que olvidan que los protagonistas de la historia son la gente, las personas, no las teorías que esas personas puedan tener y que no son más que simples instrumentos de actuación política.
Y he aquí el colofón a tanto desatino:
“Pero Javier Fernández Quesada dejó escrito qué pensaba, y contra eso nada podían hacer, excepto intentar censurarlo. Pero la verdad debe prevalecer”.
Y tanto que debe prevalecer; pero, permítame que le diga, Don Octavio, y a los hechos me remito, que no es usted el más indicado para ello.
Sobre 'la censura'. Y que conste que no rehúyo el polémico asunto del posible “intento de censura”. Se refiere Octavio Hernández al artículo de Canarii titulado “Matar a un ruiseñor”, que firma la periodista Marta Cantero Lleó, y critica que en el mismo se cite el texto de Fernández Quesada, omitiendo la parte en que éste declara su simpatía por un proyecto independentista.
No sé cuáles fueron las intenciones de Marta Cantero y ya he dicho que ignoraba la existencia de ese escrito y también he dicho cuál es mi opinión sobre él, pero eso no es óbice para considerar que el texto, que es brevísimo y tiene una relativa importancia, debió haberse transcrito completo. Sugiero a Octavio Hernández que se dirija directamente a la autora del artículo o al Director de Redacción de Canarii, Sergio Millares, con quien yo mismo pienso hablar sobre este asunto.
Creo que esto es lo correcto en una persona que actúa de buena fe, no disparar primero y apuntar después, como decía D. Manuel Azaña que hacía comúnmente el general Primo de Rivera, al que usted, D. Octavio, imita en esto a la perfección.
Consideraciones finales. Repasando todo esto, la impresión que uno saca es que se está hablando de cuestiones radicalmente distintas. Excepto en lo que acabamos de ver en el epígrafe anterior, Octavio Hernández aduce una serie de críticas y objeciones a aspectos que están solamente en su cabeza y no en los textos que pretende enjuiciar. Una típica disociación de la realidad que no nos atrevemos a calificar. Aparte de recomendarle la visita a un especialista en este tipo de patologías, me temo que nada más se pueda hacer por él.
Hace unos días, el joven escritor y activo ecologista, Jesús Giráldez Macía, firmó un texto un tanto vitriólico sobre nuestro hombre, que fue publicado en Canarias-Semanal con el título “Pero… ¿Quién coño es Octavio Hernández?”. Llevado por la impresión del artículo de éste sobre el documento inédito de Javier Fernández, hice notar a Giráldez, con quien me une una buena amistad, que a mi parecer, hacía una caricatura exagerada del personaje. Ahora que, muy a mi pesar y de manera absolutamente gratuita, he pasado a engrosar la lista de damnificados por este sujeto, tengo que desdecirme de mi actitud y presentar públicas excusas a Jesús. ¡Se quedó corto!
Este Octavio Hernández es un topo pagado por CC para rebentar ahora al PSOE y sobre todo a Los Verdes, con su partido franquicia "Los Verdes Grupo-Verde".
Está contratado por el Ayuntamiento de Santa Úrsula como asesor del grupo de gobierno AISU (Asociación Independiente de Santa Úrsula), filial de CC.
Este topo juega a rebentar todo lo q pueda tener poder y quitárselo a CC. Está pagado y tiene una misión. Hay que tenerlo claro y juega a literario pero "te conozco bacalao, aunque vengas disfrazado"....
Publicado por: Jonás | 13/05/2008 en 07:15 p.m.