Reflexiones de un amigo [*] / Samir Delgado.- Me llegó hace pocos días una amable invitación para asistir a una mesa redonda sobre el Mayo ´68 en Las Palmas de Gran Canaria, en compañía de mi buen profesor José Luis Escohotado, ya jubilado de las aulas pero con el mismo ímpetu reivindicativo de siempre, y además con la presencia distinguida del propio rector de la ULPGC. Obviamente no iré. No sólo por la imposibilidad del desplazamiento, sino porque también he sido toda la vida un militante de base, nunca hablé en el Claustro como representante, tampoco estuve en la comitiva que se reunió con Román Rodríguez en aquellos años de engañifa presidencial del que fuera líder estudiantil devenido en mariachi politiquero, y en suma, no me veo sentado en un acto institucional charlando sobre la revolución frustrada que aconteció hace 40 años, eso queda mejor para especialistas en ciencias políticas y demás figurines de verborrea progresista que acostumbran a llenarse la boca con los manjares caducados del pasado.
De todas formas, he rescatado del disco duro algunos párrafos ahora revisados aquí a propósito del aniversario “sesentayochesco” y la vez en que conocí personalmente a una de las figuras más carismáticas en la historia del Mayo francés, Daniel Cohn Bendit, que visitó nuestras islas hace algún tiempo para debatir sobre temas tan recurrentes hoy en día como la inmigración y el ecologismo, todo ello en calidad de su escaño como eurodiputado verde, aunque a decir verdad, su presencia mediática siempre puede y debe llevarnos a una reflexión sobre el estado actual del movimiento estudiantil en cualquier parte del globo.
Bajo el eslogan vociferado al unísono de “la imaginación al poder” se construyeron los pasajes más reverenciados del movimiento estudiantil moderno, allá por el mítico año 68, cuando un 15 de Mayo fue ocupado por los estudiantes el Teatro Odeón y la prensa internacional ofrecía la disputa entre el General De Gaulle y las vanguardias progresistas de la sociedad francesa, que como buena parte de Europa, resultaban conmocionadas por los seísmos de la independencia de Argelia, la revolución cubana y la guerra imperialista en Vietnam.
Con todo, estos episodios de revueltas estudiantiles en las universidades de “Berkeley” y “La Sorbona”, supusieron un debate añadido sobre la tensión de bloques con la todavía vigente Unión Soviética y la novedad de los valores de la “espontaneidad” en las discusiones teóricas sobre el movimiento obrero y los partidos de izquierdas, siendo Dani “el rojo” y el pensador existencialista Jean Paul Sartre, los interlocutores más carismáticos de una época fundacional para el frenesí de las televisiones a color.
Y fíjense que ya ha llovido mucho desde entonces, cuarenta años nada menos, pero sin lugar a dudas, se podrían rescatar varias interrogantes sobre la proyección de aquellos acontecimientos, tanto la vigencia de los valores del 68, que aún perduran en los coletazos de toda protesta estudiantil, como el papel generacional adquirido por quienes han sucumbido a los vicios profesionales de la política oficial y las peyorativas revisiones socialdemócratas del capitalismo con vaselina.
Cuando ya han pasado a nivel de reseñas periodísticas las manifestaciones contra la LOU realizadas en toda Canarias, no puede ser difícil para quienes participamos activamente en ellas, intentar realizar una aprehensión sobre la fugacidad apoteósica con que pasaron y el importante calado político que supusieron a nivel universitario.
Más aún cuando ahora, la desmemoria reinante en los pasillos de muchas facultades y el cerco perenne sobre los centros públicos de enseñanzas medias nos lleva a una terrible amnesia, superada en algo con los conatos de las últimas protestas contra el nuevo calendario académico impulsado por Eduardo Domenech, un reconocido pediatra con aires de grandeza metido a rector de tres al cuarto, con pinta de espantapájaros ilustre apalancado en medio de la patética finca “for sale” que es hoy en día la ULL.
Precisamente, en las últimas décadas se ha sucedido un repetido círculo constatado generacionalmente, con el detonante impositivo de una ley educativa española (por ejemplo la LRU del PSOE y la LOU del PP), la respuesta reivindicativa con manifestaciones masivas de la comunidad educativa, y la resolución definitiva del conflicto con la promulgación de la reforma, la absorción de alumnado destacado en el panorama político institucional y la experiencia truncada de las partes más coherentes de las organizaciones estudiantiles.
Todo ello, con la peculiaridad sociológica de que en Canarias las cosas son doblemente retorcidas, ya que la utilización de la universidad como trampolín electoral se ha dado con buena parte de la clase política y las carencias estructurales para el mundo de la enseñanza (tanto para profesores, como para estudiantes) se ven agraviadas por la falta de soberanía educativa y las raquíticas competencias autonómicas ante la lógica europea neoliberal, algo que hipoteca aún más si cabe, la realidad social y el porvenir educativo de nuestro pueblo.
Sin lugar a dudas, el movimiento estudiantil canario, en cursiva y en negrita con su espiral histórica de auges y retrocesos, tiene una importante fuente de inspiración sobre sus errores y aciertos del pasado que debe ser estudiado sesudamente desde la praxis permanente.
Además que tiene unos retos inexpugnables para su supervivencia en ese futuro inmediato marcado por la implantación del Plan Bolonia, que nos será impuesto con tachas y a lo bestia desde Bruselas, siendo la retahíla del 68 con eso de “la imaginación al poder” una referencia simbólica aún repleta de contenido revolucionario ante los factores de la desmovilización en las aulas, la burocracia sindical en los profesores y la dictadura administrativa del Ministerio español que se jacta por su viejo complejo de inferioridad ante los gabachos franceses con una mediocre europeidad bien ejemplificada en la gran payasada del chiquilicuatre.
Eso sí, aprovechando las experiencias vivenciadas por muchos de nosotros años atrás, tras la memorable ocupación de la Consejería de Educación y la deleznable carga policial sufrida por los estudiantes en la Avenida Marítima, la pompa mediática sobre el Mayo 68 y las declaraciones de Daniel Cohn Bendit sobre el olvido de todo aquello tienen su intríngulis filosófica, ya que como decíamos antes, todas las cosas en Canarias parecen reflejar un sentido más trascendente.
Y es que para colmo de males, después de bastantes años de militancia muchos de nosotros hemos visto como otros han sabido coger la ola más chachi, con total descaro demagógico sacándole una buena tajada a la rentabilidad del movimiento estudiantil, como la conocida estudiante isleña que se sumó a última hora contra la LOU y ya va para Senadora vitalicia con el PSOE de ZP- que sólo reformó la LOU a su manera-, el ex Rector de la ULPGC, Manuel Lobo, relanzó su carrera política desde la poltrona del Rectorado- como una apuesta de Coalición Canaria al más puro estilo caciquil-, y a fin de cuentas el propio “Dani” ya no es rojo sino verde, pudiendo ser confundido por la gracia de nuestro clima paradisíaco como un turista más tomando una cerveza fría en el Paseo de Las Canteras- donde pude conversar brevemente con él- y perder de la manera más posmoderna posible todo su halo reivindicativo emanado del pasado, sobre todo a los ojos de quienes desconozcan por su homologada juventud “el poder de la imaginación”.
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