Francisco Javier González / Artículos de opinión.- Yo estudié en un colegio “de curas”, el Nava-La Salle de La Laguna, donde treinta y pico años antes, recién fundado en 1916 el Patronato Nava al objeto de crear “unas escuelas genuinamente católicas para educación de la clase obrera y proletaria de su término municipal” estudió también mi padre, pero puedo decir que la enseñanza en un centro religioso de esos años del 40 al 50 no era diferente a la de cualquiera escuela pública. La parafernalia ritual era la misma en todas. Entrada con izada de banderas y caralsol brazo en alto rematadas con los ¡vivas! a España y a Franco y el Isabel y Fernando del espíritu que impera a la entrada por la tarde; catecismo diario; sábados en fila a la obligada confesión que, de hecho nos servía de aprendizaje por las preguntas del cura; primeras comuniones con bizcochón y chocolate comunal y domingos en formación a misa, todo ello con la mente puesta en las guirreas de piedras y en las cacerías con estiraderas de horquetas de nisperero y gomas de camión, con el fondo opresor del silencio de los mayores que lamían sus heridas. Luego, ya en Bachillerato, la mayoría de nosotros antepuso el prefijo “a” al teismo con que nos educaron (?) y comenzamos a pensar motu proprio.
Por ese poso judeocristiano y con conocimiento de causa, puedo hoy, parafraseando la copla sabandeña de “Hay dos clases de canarios/ y ninguno canta en jaula…”, y mirando a través del prisma de la liberación nacional y social de Canarias, decir que hay “dos clases de curas, y una de ellas te enjaula”. De esa laya de curas tuve de profesor de la obligatoria Religión en mi bachillerato en el entonces “Instituto de Canarias” (hoy rebautizado como “Canarias-Cabrera Pinto” y simplificado vulgarmente a “el Cabrera”) a José García Ortega, Canónigo de la Catedral de Aguere, que fue confesor y principal “asesor espiritual” del criminal General Dolla y que, tal vez en recuerdo de sus días de las sangrientas “Brigadas del Amanecer”, era vox populi que portaba permanentemente una pistola bajo su sotana y de la misma madera era el Obispo de Tenerife, Fray Albino González Menéndez-Reigada, firmante junto a su colega de Tamarán Pildain de la “Carta colectiva de los obispos españoles a los obispos de todo el mundo con motivo de la guerra en España” dándole sostén ¿moral? al alzamiento fascista, y autor, entre otras muchas obras de similar talante, del “Catecismo Patriótico Español” (Salamanca 1939), texto obligatorio hasta 1949, del que el prologuista de la reedición por Ed. Península (Bna. 2003) el monje de Montserrat Hilari Ragues, nos dice que fue “la conciencia moral y única y la forja del espíritu nacional-católico” denominándolo como “la alfalfa nacional-sindicalista para los borregos de Franco”, catecismo escrito en el modelo clásico -como los del P. Ripalda o el P. Astete- de preguntas y respuestas que debían se memorizadas. Así, a la pregunta del maestro de si ¿La Patria es una madre para nosotros? se respondía “La Patria es como una madre para nosotros, porque nos da cuanto tiene, por nosotros vela durante nuestra vida y, finalmente, nos recibe a la muerte en su regazo” o a la de ¿Cuáles son los siete enemigos de España?, respondía “El liberalismo, la democracia, el judaísmo, la masonería, el capitalismo, el marxismo y el separatismo” mientras que definía a Franco como “El Caudillo, hombre providencial, puesto por Dios para levantar a España y luchar contra el bolchevismo internacional y la antipatria”.
Este ínclito Obispo de Nivaria, que da nombre –con la aquiescencia y complacencia de los munícipes laguneros de CC, PSOE y PP- a la que los laguneros de a pie denominamos como Plaza de la Catedral, organizó, con sus acólitos de Acción Católica y la derecha reaccionaria isleña, en Aguere, aprovechando las Fiestas del Cristo de 1935 una “Semana pro Ecclesia et Patria” preparando ya el alzamiento fascista, y trató de traer, con ese motivo, hasta La Laguna a la Virgen de Candelaria, pero leemos en “Antecedentes próximos y preparativos de las Fiestas de la Victoria” que esa propuesta la hacía el Obispado porque “además de ser madre nuestra en el sentido espiritual y sobrenatural, lo es también en sentido patriótico, la Patrona de Canarias, Nuestra Sra. De Candelaria, es Madre de España y Madre especialísima de Tenerife” propuesta que fracasó porque “el pueblo fiel en masa acogió la idea con el mayor entusiasmo. Pero, en aquellos tiempos, en que imperaba un “régimen llamado del pueblo”, no era nunca el pueblo el que contaba, sino a lo sumo la turba, que grita, el “populacho”. Estaba además la Logia en todo su auge; y aquella Logia de Santa Cruz de Tenerife…no podía naturalmente tolerar cosa tan ruidosa….. Y la Logia desplegó sus agentes; y comenzó enseguida el revuelo. El populacho (no el verdadero pueblo) de Candelaria, al que engañaron….comenzó a hacerse el bravo, jurando y votando, que la Virgen no saldría de allí…..y como la Logia mandaba, las autoridades de entonces obedecieron; y hubo que desistir de traer a la Virgen de Candelaria….pero no había pasado todavía ni siquiera un año, cuando, previniendo la revolución comunista bolchevique, a que la masonería nos llevaba, estalló nuestro glorioso Movimiento. El Gobierno republicano, “para quitar estorbos”, desde el triunfo (!) del Frente Popular en Febrero, había mandado a Franco, nuestro glorioso Caudillo a Tenerife, como Comandante General de Canarias: le tenía miedo y no se atrevía a mandarlo a su casa……y aquí pudiéramos muy bien recordar aquello de “los hombres se mueven, pero Dios los guía”: Dios, en efecto, guiaba a Franco por la senda misteriosa de las altas empresas a que lo destinaba….” De esta guisa prosigue el Obispo Fray Albino para relatarnos la salida de Franco de Tenerife hacia Tetuán, vía Las Palmas: “…un hecho providencial: la muerte fortuita del Gobernador militar de Las Palmas, General Balmes, íntimo amigo de Franco. Y he aquí, que Franco, que no hubiera podido salir de Tenerife sin excitar sospechas del Gobierno, pudo y tuvo que salir para Las Palmas para asistir al entierro del General Balmes y dar allí las ordenes oportunas. Salió en efecto para allá el 16 de julio, después de confesar y comulgar en la iglesia de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife…”. Los subrayados, que son míos, se dan de patadas con lo que toda Canarias comentaba: que el tiro en la barriga que “fortuitamente” mató a Balmes en el campo de tiro de la Isleta no se lo dio, se lo dieron, (y hasta apuntaban el nombre del entonces todopoderoso Martínez Fusset) y hasta tal punto tenía fuerza esa versión popular que Víctor Zurita, director entonces de “La Tarde”, para intentar desmentirla aseguraba que Balmes y Franco ya habían llegado a un acuerdo para la sublevación en una reunión en un café madrileño con otro general golpista, Goded antes de la venida de Franco a Canarias (“Albores de la Gesta Española” Ediciones “La Tarde” S/C Tfe. 1937). Lo cierto, como opina Paul Preston, es que “hoy es virtualmente imposible afirmar si su muerte fue un accidente, un suicidio o un asesinato”.
Este cura, de los que nos enjaulan, escribía a casi una obra por año en los 22 en que lo soportó La Laguna y todas ellas llenas de auténticas perlas tan “democráticas” como las que encontramos en “Mina de oro para enfermos y atribulados”(Imprenta Católica. S/C Tfe. 1941) según las que “ni la honradez ni la inteligencia son propiamente características de la masa, siempre retardataria e incomprensiva y fácil de sugestionar…y la democracia procura un nivel por lo bajo, es decir, destruyendo, inutilizando y rebajando a los que son más para ponerlos al nivel de los que valen menos”. Este dominico, confesor de Franco y de Carmen Polo y que los absolvía de sus pecadillos, absolvió también al general Dolla, que llegó a Tenerife como Comandante General de Canarias en la madrugada del 13 de septiembre del 36 y a las 10 de la mañana de ese mismo día firmaba la sentencia por la causa 246 de desafección al Glorioso Movimiento por la que 3 días después fueron fusilados los soldados Juan Ramallo Ruiz, Manuel Glez. Chacón, y Valeriano Mesa Gutiérrez, el músico de 3ª Félix Villa Pérez y el paisano Antonio Ortega Artiles, pero, eso si, a lo mejor confortaron sus rojas almas porque nos dice el piadoso Obispo en esa “Mina de oro” que “los rojos no sabían morir por su falta de heroísmo. Sin embargo algunos consiguieron ser fusilados cristianamente ya que con motivo de los fusilamientos que la justicia de Franco tuvo que hacer con los criminales rojos, en privado, un 60% de los que iban al paredón se confortaban, pero en público eran menos del 10%”. A este émulo de sus antecesores dominicos, Tomás de Torquemada, judeoconverso y “Martillo de Herejes” o el “culto” y “misericordioso” Cardenal Cisneros (que el primer día de diciembre de 1499 mandó quemar por orden de la también muy culta y muy católica Isabel la friolera de MEDIO MILLÓN de manuscritos árabes de las 195 bibliotecas públicas y una veintena de las privadas que tenía Gharnata antes de convertirse en Granada) no podemos negarle el entusiasmo patriótico. Su sermón en las “Fiestas de la Victoria” para las que se trae –esta vez sí- a Santa Cruz y a Aguere a la Virgen de Candelaria finaliza con un vibrante ¡Victoria, exaltación y progreso a España, a Canarias, a Tenerife! ¡Bendición y gratitud y acatamiento a nuestro providencial Caudillo el Generalísimo Franco y a todas las Autoridades dignísimas, que bajo su suprema dirección laboran en el ansioso resurgir de la España grande y católica de nuestra tradición, a la que tan altos destinos reserva para el porvenir la Providencia! Esta línea de fanáticos religiosos españoles represores, enemigos de cualquier democracia y de cualquier pensamiento libre, que viene desde los “Reyes Católicos(¿)” y continúa con los Donoso o Balmes se perpetúa hasta hoy en los Rouco, Cañizares y otros miembros de la Conferencia Episcopal, aunque cambia a los dominicos inquisidores por los opusdeitas de cilicio oculto.
Ahora bien, frente a estos curas opresores los hay también que intentan la liberación de los pueblos. Incluso algunos dominicos –los inquisidores por excelencia- tuvieron una visión amplia y se enfrentaron a los reyes españoles y a sus secuaces que masacraban indígenas en todas las colonias que tras Canarias fueron ocupando. Así hicieron Fray Bartolomé de las Casas, Fray Francisco de Victoria o el “Doctor Eximius y Pius”, Fray Francisco Suárez, padres todos ellos de los modernos Derecho de Gentes y Derecho Internacional, o el mexicano Miguel Hidalgo que, junto a Morelos, se alza contra la metrópoli española hasta la independencia, o los actuales “Teólogos de la Liberación” estigmatizados por el Vaticano. Desgraciadamente no son estos los curas que han abundado en esta Canarias colonial, pero algunos ha habido y algunos hay. Así mucha gente lagunera conservaba memoria de los sermones nacionalistas del canónigo Rodríguez Moure en la etapa de la “Bandera del Ateneo” (alguno recoge José Diego Díaz-Llanos Guigou en su Afrika Wanche que tuve el honor de prologar) y en su Guía Histórica de La Laguna tuve conocimiento, estudiando en el Instituto, de que entre los periódicos publicados en Aguere que cita en esa Guía figuraban los tres números del Vacaguaré de Secundino Delgado de 1901. Ya en estos días he tenido el honor y el placer de haber conocido a Manolo Alemán, extraordinario pensador y luchador por nuestra cultura, del que su libro “Psicología del hombre canario” fue casi un libro de cabecera de muchos de nosotros y su “Praxis y educación” libro de consulta de los que, como docente, nos interesábamos por la obra de Paulo Freire. Manolo entendió bien que toda colonización lastra al pueblo que la sufre, lo inferioriza, y que solo la liberación rompe el proceso de endofobia que la transculturación provoca.
Espero que su etapa como Rector del Seminario en Tamarán haya formado nuevos curas que sigan sus pasos y que hoy hayan curas en esta tierra que entiendan que la libración nacional de Canarias es un acto de estricta justicia y se pongan al lado de la parte de este pueblo que ya ha ido rompiendo esa alienación que siglos de “historia prestada” nos han producido. Así me parece entrever en Fernando Báez, al que no conozco, pero se que Samir Delgado y Pedro Brisson, en su nueva editorial “Agoñe Yacorón” le están editando una obra sobre Arquitectura guanche, y, sobre todo, en la persona de Paco Bello, cura párroco de La Garita y Marpequeña en el Telde de los Faycanes, del que ya tuve extraordinarias referencias a través de la muy luchadora Presidenta del Patronato La Sal en ocasión de un Aniversario de nuestra bandera nacional, al comentar las Fiestas de La Garita y la labor que allí realizaba Paco Bello. Hoy, un luchador social como él, de esa escuela de libración mental y ruptura de la alienación de Manolo Alemán, está siendo perseguido y acosado por un grave delito: Lucir, digna y orgullosamente nuestra bandera nacional. Tal vez, en esta colonizada tierra, estén brotando ya las plantas de las semillas de Manolo que las verá, complacido, desde los Montes Claros del Atlas donde solo hay estrellas de verde esperanza.
Francisco Javier González
Gomera a 23 de abril de 2008
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