Agustín Mora Valle / Artículos de opinión.- Estamos en Semana Santa y he de reconocer que, al menos para mí, esta es la más santa de todas las semanas en los dos mil ocho años que llevamos “gozando” de cristiandad o “pastoreo católico”. Y lo digo sin “acritú”… como diría el otro, porque me parece “soberbio” que por fin el Vaticano, con su gerente a la cabeza, haya abandonado “la pereza” y se consagre a la mística tarea de poner en su sitio a tanto mal cristiano que nos estaba abocando a ganar el infierno sin concurso televisivo de por medio.
Y, con más motivo, ahora que comenzamos a saber que el infierno ha dejado de ser una figura retórica para acojonarnos y conocemos, gracias a la justificada “ira” del Papa, que el infierno existe verdaderamente, que es real y que es un lugar físico al que nos vamos precipitando con “avaricia”. Tan sólo nos queda saber el lugar donde se ubica y, a ser posible, organizar excursiones guiadas por el Presidente de la Conferencia Episcopal Española , Rouco Varela.
Estoy contento, si. Y lo estoy porque ya tengo y tenemos (alégrense, hombres y mujeres de poca fe) nuevas reglas de conducta que son la “envidia” de otras confesiones religiosas.
Tuvo que llegar Benedicto XVI y su cohorte de “eminentísimas” autoridades en lo humano y lo divino para advertirnos que Satanás (Satán para los amigos), en su “lujuriosa” carrera del mal, mantenía ocultos, con la “gula” propia del demonio, otros “pecados sociales” que han llevado a tantos millones de seres humanos a las calderas de Pedro Botero.
La gran familia vaticana y sus socios, que somos más de mil millones, hemos visto la luz al final de este largo pero efímero túnel que es la vida.
Siete pecados capitales nos han estado amargando la existencia a lo largo de la ídem; siete pecados que, si no pagabas la “bula” correspondiente, nos conducían de cajón a esa cosa, ya ex retórica y que ahora sabemos muy cierta, que se llama infierno. Siete pecados capitales que ocultaban que, dentro de cualquier capitalidad, se puede esconder un entramado social.
El Papa, arrepentido por sus excesos cuando figuraba en las juventudes hitlerianas, nos abrió el camino (¿o fue Escrivá de Balaguer?) a la santidad con el beatífico deseo de que todos alcancemos la “gloria” de su Dios y, de esta manera, aliviar al infierno de la hacinación que sufre por tantos pecadores como lo habitan. No sabemos si este alivio tiene fines especuladores y lo hace con la idea de, aprovechando los espacios libres, realizar en ese lugar, ya definido, otro paraíso de complejos residenciales, hoteles, etc. En este caso, los baños termales y las piscinas climatizadas no estarían en el proyecto, obviamente.
Estos nuevos “pecados sociales” contemplan la “anticoncepción” como un pecado de lujuria. Es decir nos invitan a reenviar los condones a las empresas que los fabrican (de cuyos activos en bolsa, la Iglesia forma parte). Vamos… una especie de ¡fuera condones y viva el SIDA!
Como un avance del Vaticano en estos tiempos modernos, es pecado realizar experimentos con células madre. Pero ahí no tienen en cuenta que, de haber existido estos “experimentos de dudosa moral” en los tiempos de Adán y Eva, tal vez Eva no hubiera sido la mala de la película y la reproducción humana ahora tendría otra explicación.
El consumo de drogas, como los porretes, alcohol, etc. (de la televisión no hablan los especialistas en pecados del Vaticano) también son motivo para ganar el infierno; y quien quiera trapichear con dichas sustancias que lo haga allá, en el infierno… Para mí que esto entra en contradicción con el supuesto desalojo del infierno porque, como mínimo, un 99, 99 % de la humanidad ha bebido o fumado un canutito (por no hablar de las líneas blancas; ¿verdad Sr... Bush o Aznar?). Además, Papito… pienso yo en qué sería del vino de consagrar o vino de misa… ¿tendrían que sustituirlo por agua oxigenada?
También pienso qué pasaría con las plantaciones de opio en Afganistán (bajo control de Estados Unidos) o con el negocio de los carteles de coca en Colombia, de lo que el amigo presidente de Bush, Uribe, sabe mucho.
También es “pecado social” la contaminación del medio ambiente. Este pecado es fundamental y debe ser extensivo a la contaminación producida por las “fumatas” vaticanas, ya sean blancas o negras en función a las puñaladas que las propias “eminencias” se regalan (¿verdad, Juan Pablo I?). Por no hablar de la contaminación de tantas guerras consentidas: misiles, submarinos nucleares, residuos radioactivos, etc. o del negocio automovilístico (¿el papamóvil es ecológico? Me tengo que enterar…).
La “diferencia exagerada entre ricos y pobres” es muy mala cosa para el Benedicto XVI pero cabría pensar que… ¿por qué no se aplica el cuento? Este pecado es abominable, de verdad, y uno no llega a entender que pasó con el Banco Ambrosiano (del Vaticano) que llegó al extremo de que Roberto Calvi, “el banquero de Dios” y su director se ¿suicidara?. Evidentemente la diferencia entre ricos y pobres la marcan los bancos… que se lo pregunten a los trabajadores embargados por no poder hacer frente a una hipoteca para pagar lo que, ilusamente, sería su vivienda.
Esta lista de “nuevos pecados” sigue estando muy graciosa; como cuando el Vaticano condena, por ejemplo, la “riqueza excesiva”. Pero… es que resulta que el propio Vaticano es uno de los Estados ¡¡más ricos del mundo!! Hablar por hablar, como cuando lo hace la Conferencia Episcopal Española. Dicen las malas lenguas que existen unas 68 diócesis en España que manejan anualmente unos 1.300 millones de euros, o los 2.200 millones que manejaron entre 1997 y 2006 sin dar un palo al agua. Eso sin contar las ayudas vía IRPF que el año pasado (2007) supusieron la idiotez de 155 millones de euros…
Bueno… según la lista de pecados, este pecado de la Iglesia podría ser suficiente para que la Jerarquía Católica , con el Papa a la cabeza… se fueran derechitos a ese infierno.
Ya no voy a hablar del otro nuevo pecado, el séptimo: “generar pobreza”. La pobreza que se genera es directamente proporcional, es simplemente consecuencia, de todo lo anterior y el Vaticano sabe mucho de ello. La Conferencia Episcopal Española , también…
Ufffff, el infierno no solamente no se va a despoblar sino que habrá que comprar nuevos terrenos para ampliarlo y poner alambradas de pinchos para evitar que tanto sinvergüenza pueda escapar.
Pregunta idiota que se me ocurre esta semana: ¿Cuándo va a pedir perdón el Papa por su pasado nazi? Hasta ahora sólo lo justificó como un “pecado de juventud”… (divino “tesoro”).
Agustín Mora
20-03-08
Comentarios