Enseñanza / Cuentos y Noticias desde Canarias.- José Luis Hernández Hernández. Mala política, mala persona, mala estratega, mala perdedora. Sin lugar a dudas me refiero a la consejera de educación, esa modosita política que parece que no ha roto un plato, pero que entró en el gobierno del “maestro del Sauzal” como un elefante en una cacharrería, proclamando “aquí estoy yo” e insultando a 26.000 educadores, colectivo que forma uno de los ejes vertebradores de cualquier sociedad moderna (parece saberlo todo dios, menos Mila).
Su poca capacidad para el ejercicio de la política, esa doctrina referente a la organización de las sociedades y para la que se requiere mucha cintura, ha quedado al descubierto por su forma de gestionar las movilizaciones de los enseñantes.
Mila convoca, trata de amañar y pierde de forma rotunda un referéndum entre los asalariados de su empresa, pero ella sigue erre con erre insultándolos, al pretender ponerlos a los pies de los caballos de la sociedad como unos insaciables peseteros, que no se conforman con las limosnas que ella les quiere dar.
Por su soberbia y por andar por la vida de sobrada, tampoco creo que sea muy buena persona, pero si es seguro que Mila también es mula, o por lo menos está amulada. Así lo mostró en la rueda de prensa en la que tuvo que reconocer el estrepitoso fracaso del acuerdo que firmó con seis sindicatos que, en unos casos son auténticas comparsas carnavaleras y en otros unas cúpulas engrosadas por alérgicos severos a la tiza, que sólo piensan en cómo jubilarse de liberados sindicales. ¡Que daño hace esta gente al sindicalismo honesto!
Proclamar día triste para la escuela pública, una jornada de civismo, de participación y democracia, cuando más del 80% del profesorado y una buena parte de la sociedad canaria, lo celebraba como un día histórico y un ejemplo de dignidad, más que de mula y de mala perdedora, es de mema. Cariñoso calificativo éste último, que también le vale a Mila por creerse que quienes tienen la obligación de formar a la juventud canaria para que, entre otras cosas, en el futuro no se dejen engañar por listillas como ella, iban a picar en el anzuelo que suponía el preacuerdo.
Claro que, visto el pucherazo que Mila y los dóciles dirigentes sindicales habían puesto en marcha, con pregunta trampa incluida, con triquiñuelas de todo tipo para crear confusión y con un plan para proclamar los resultados 6 días después de la consulta, tener que aparecer ante los medios y, obligada por lo tozudo de los resultados, proclamar a regañadientes el fracaso de sus tesis, no debe ser cosa fácil de digerir. Menos si es cierto que Mila, con el beneplácito de los sindicatos sumisos, hace días que tenía preparado el comunicado de prensa en el que declararía el 30 de enero como “día feliz para la enseñanza”. Para Mila tampoco debe ser muy halagüeño saber que ella tuvo mucho que ver en el abrumador rechazo a sus planes. A pesar de que los votos negativos superaron el 80%, en la pizarra de algún claustro, con no pocas dosis de ironía apareció una frase que decía: “ganamos el referéndum por milagro”.
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