Agapito de Cruz Franco / Artículos de opinión.- En la antigua Grecia, la inquietud por interpretar el mundo nacía con el asombro ante las cosas. Hoy cada cual guarda sus particulares asombros. Recuerdo que a mis diez años, uno de los primeros fue ver tocar a otro niño una bandurria. Aquella facilidad para arrancar sonidos musicales entre tantas cuerdas me pareció fascinante. De adulto viajé a Egipto y observé con asombro, cómo el país era plano y las aguas del Nilo, al contrario que en el mapa, no iban hacia arriba sino horizontalmente. Siempre me ha asombrado cómo el mundo se ha dibujado desde el Norte…
Cuba es asombrosa. La primera vez que pisé su suelo sentí un calor impresionante. Y en segundos viajé por toda la geografía de su historia mediada por tragedias y revoluciones entre altísimas temperaturas. De repente tuve un asombro sobrevenido, al darme cuenta que estaba justo detrás del tubo de escape de una enorme guagua, que al irse, me devolvió al clima de la Cuba actual, esfumándose de repente hasta la revolución. Asombroso me parece que la Asamblea Nacional de Cuba, la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española o la élite del Banco Mundial empleen el mismo sistema para elegir a sus Presidentes. ¡Qué miedo tienen a que lo decida directamente el pueblo! Cupulíneo, sacro coro, como decía ayer –casi- Fray Luis de León. Me produce asombro cómo algunos, al hablar del genocidio americano, lo hacen refiriéndose sólo a los 300 años y pico del Imperio español y olvidan los 200 protagonizados por los Estados actuales que han arrasado los territorios mayas, incas o aymaras llevando sus pueblos y su cultura al borde de la extinción. Por no hablar del anglosajón de los EEUU, donde de los indios no quedaron ni las plumas, siendo maltratados hasta en las películas.
Me asombra la obsesión de la Iglesia Católica por los genitales cuando lo suyo es el espíritu. Cómo la moral queda reducida al aparato reproductor cuando hay otros: sistema nervioso, respiratorio, digestivo, excretor. Es asombroso el enorme parecido que tienen el Cónsul del Estado Vaticano en Madrid, Sr. Rouco Varela –que no se sí tiene doble nacionalidad y puede votar- y el nº 2 del PP a las Elecciones Generales por la misma ciudad, el Sr. Manuel Pizarro. Parecen hermanos. No conseguiría distinguirlos si al primero le diera por hablar de negocios y de que España no va bien y si al segundo le enfundaran una mitra y una casulla arzobispal. En el colmo de mis asombros alucino con la propuesta del Sr. Rajoy de plantar millones de árboles. Aparte que fue hecha en Carnaval, me parece asombroso que proponga como director económico al citado Manuel Pizarro “El Conquistador”, quien cuando fuera Presidente de la multinacional ENDESA no dejó un solo árbol en las montañas de Chile con sus represas del alto Bio Bio –y menos mal que Canarias paró su Tendido de Vilaflor-. Ni árboles ni mapuches, que desde entonces no encuentran estos árbol alguno a cuya sombra cobijarse. Dice Moncho Alpuente (ver periódico CNT de febrero 2008 en www.periodicocnt.org): “El indeciso Mariano ha colocado en el número dos a un pez gordo sobrealimentado de plusvalías millonarias, experto en defender los intereses de los accionistas, que son los suyos, castigando a los usuarios. El PP propone a un plutócrata para ocuparse de la economía nacional, la zorra al cuidado del gallinero, hay que tener huevos. Le votarán seguramente sus accionistas para que siga gestionando sus fondos en un gobierno privatizado. Que le voten también los usuarios es la apuesta de un partido que nada entre las ambiciones personales y las corrupciones generalizadas, un partido dividido y mal parido, guarida de viejos fascistas y de jóvenes “neocon”, de energúmenos de la caverna y de arribistas de chalet”.
Asombroso que en la huelga del Profesorado por su homologación, la Consejera llamara servicios mínimos al 50%, cuando son máximos. Aunque el colmo de todos los asombros fue escuchar a Paulino Rivero, después de casi 30 años dando vueltas a la concretera: “Canarias necesita más talento y menos cemento”.
Me siguen asombrando muchas cosas: cómo en los periódicos se mezclan en la misma página esquelas mortuorias y anuncios sexuales, cómo los militantes de los partidos pertenecen a la misma raíz léxica que los militares o que en unas islas eminentemente volcánicas no haya un plan de emergencias ante una erupción. Pero mi último asombro fue ir a ver en Las Américas “Oscar Domínguez, una pasión surrealista” y darme cuenta que en el cine éramos tres y que en Canarias casi nadie le conoce. Aunque el colmo fue encontrarme en medio de una multitud cuyas lenguas no entendía y ver un anuncio de una tienda de sillas de ruedas con este rótulo para animarnos a entrar a quienes desconocemos el idioma de este país al Sur de Tenerife: “Se habla español”.
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