Restauraciones / Apestando por lo Nuestro.- El claustro del convento de las Claras, en La Laguna, se está pudriendo. Por lo visto, según cuenta El Día en esta noticia, la madera empleada en la restauración llevada a cabo en 1992 se está pudriendo.
Si no nos equivocamos al restar, desde 1992 hasta ahora han pasado 15 años. Teniendo en cuenta que la inauguración del convento data de 1611, ¿debemos entender que la “restauración” sólo ha resistido 15 años, frente a los 381 que duró el material utilizado inicialmente? ¿Quién hizo esta restauración, por favor?
Uno de los remedios que se propone para resolver el problema, aparte de, naturalmente, sustituir la madera podrida, es cerrar la galería mediante cristaleras, de manera que el agua de la lluvia no entre. La noticia dice que esta medida, además, “aportaría una temperatura más ideal para las monjas Catalinas, que pasan mucho frío cada vez que en invierno tienen que transitar los corredores de la parte alta del convento”.
Vamos, que lo que tenemos que hacer es rascarnos los bolsillos para que el Cabildo se gaste los cuartos en restaurar el patrimonio cultural invisible, pues el convento está cerrado, para que lo disfruten las cuatro monjas que viven en la que probablemente sea la manzana más cara del municipio de La Laguna.
¿Cuántas monjas viven en el convento? ¿Siete? ¿Es posible que gasten nuestro dinero para arreglarle a siete monjas su mansión, del tamaño de una manzana completa, en pleno centro de La Laguna? ¿En qué mundo vivimos? ¿Se imaginan la que se armaría si el Cabildo decidiese construir un “salón del reino” para los testigos de Jeovah (o como se escriba) con dinero público? ¿Y una mezquita en El Fraile?
Si el Cabildo quiere restaurar la casa de las monjas, lo lógico es que la abran al público para cualquier uso comunitario importante, y que a las monjas las metan en la casa del Obispo, que bastante dinero nuestro han gastado en reconstruirla para que ahora sólo albergue a cuatro funcionarios del Vaticano.
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