Queso palmero / Cuentos y Noticias desde Canarias.- En la La Palma se está produciendo un caso excepcional, pues parece que el tradicional queso palmero está siendo sustituido por el queso gruyere suizo, de momento acorde con su leyenda y de continuar fabricándolo de esa manera, incluso lo encontraremos en su forma real (Es un queso que no presenta agujeros, contrariamente a su leyenda).
Obviamente no nos estamos refiriendo al popular queso palmero, más bien nos referimos a que en la Isla Bonita, tristemente, vienen subiendo con sus máquinas infernales, paso a PASO, devorando su especialmente agraciado paisaje al peor estilo “gruyere” (el de la leyenda, por ahora, pero con evidentes amenazas de convertirse en el real pero de hormigón armado y piche).
Y esto se va llevando a cabo sin planificación ni redes de saneamiento apropiadas, con construcciones poco integradas en el paisaje ni en la cultura propia, donde El Paso se nos presenta como un claro ejemplo (no el único desgraciadamente) en el que las construcciones desmedidas tanto en número como en proporción de algunas de ellas, amenazan cada vez más a ese bello paraje que le dio nombre, y que de seguir así, terminarán cambiando sus brumas por el piche y el cemento unificador de estas islas (vamos, una tierra única que decía Martín Menis).
Todo apunta a que en La Palma se va a producir la matanza de la gallina de los huevos de oro sin apenas haberla llegado a conocer, y mucho menos a explotar sus potencialidades.
De proseguir imitando el modelo depredador del medio y del suelo agrícola propiciado en otras islas, acabarán con el turismo como alternativa integradora que no sólo respete el medio, sino que lo potencie.
Lo cierto es que valles como el de Aridane, cada vez se parecen más a otros cuya singular belleza fue prácticamente destruida como la del otrora mundialmente famoso vergel del Valle de La Orotava.
Y se equivocan los que creen en el pan para hoy y hambre para mañana, pues esto no supondría sino prolongar la secular crisis palmera y darle la puntilla.
Se confunden quienes creen que llenando la isla de carreteras (menos mal que al menos momentáneamente la presión popular y la cercanía de elecciones ha parado el atentado que supondría la autovía del Paso) aunque cuesten miles de millones de pesetas y de euros el ahorro de minutos que cabrían en los dedos de una mano y que bien empleados podrían dedicarse a dotar de servicios sociales, sanitarios y de desarrollo real a la isla.
Igualmente yerran quienes opinan que cambiando el verde original de la isla por otro verde veneno que suponen los campos de golf con los que pretenden llenarla de más cemento so pretexto de desarrollarla y fomentar un turismo ya ampliamente y mejor explotado en otros lugares.
Se contradicen los que pretenden acabar con las casetas tan tradicionales en la Palma con la excusa de recuperar la costa a la par que autorizan grandes hoteles, urbanizaciones, aparcamientos y puertos deportivos por doquier en zonas de más que dudosa legalidad y gran valor natural y paisajístico. Vamos que hacen de dooH niboR.
Y es que el turismo que viene a La Palma, y más aún el que vendría si se explotasen todas sus potencialidades, no busca ni buscaría nada de esto, sino más bien todo lo contrario, que se potenciase verdaderamente “lo nuestro”, lo propio, lo distintivo, lo exclusivo, lo que cambie y no imite la fast food y su estilo de vida, sino que proponga aquel que se impone cada vez más en muchos lugares con características propias, el slow food y todo lo que trae consigo como forma de vida respetuosa con el medio y sus tradicionales estilos de vida.
Potenciar y diversificar todo el turismo que busca integrarse y perderse respetuosamente en el medio no sólo natural sino también de pueblo, con sus valores y costumbres.
Para ello, lo primero que habría que hacer sería desprenderse de todo “complejo” defensor de “lo nuestro” y apostar por sus propios valores reales en un mundo moderno que trata de recobrar su contacto con la naturaleza y un vida menos estresada, que aprovecha los avances técnicos que no son agresivos con el medio.
En este sentido se deberían crear mercadillos itinerantes del agricultor por comarcas y uno virtual que pusiese en contacto a los agricultores con los consumidores locales y regionales, fomentando un sello palmero distintivo de su producción agrícola de la tierra y ecológica que no renunciase a las modernas técnicas compatibles con ello.
Dedicando los fondos del malogrado y defraudado ICFEM, así como los de esa sociedad que llaman de desarrollo a la formación de los agricultores, comercio y restaurantes tradicionales, de tal manera que hagan compatibles la calidad con las costumbres tradicionales, recuperando la diversidad gastronómica que va mucho más allá de la carne de cabra y de cerdo a la brasa y que corre peligro de desaparición.
Potenciando todos los deportes y actividades de disfrute respetuoso y controlado de la naturaleza, tales como el senderismo, cicloturismo, parapente, submarinismo en reservas, etc., usando para ello todas las posibilidades sin explotar que ofrece internet. Habría un amplio campo profesional a desarrollar estableciendo redes profesionales y de contacto, creando directorios y relaciones con potenciales clientes tanto a nivel individual como con asociaciones de todo tipo.
Lo que sí está meridianamente claro es que estas posibles vías de desarrollo y muchas más que habrían, no pueden abordarse desde políticas y acciones aisladas, sino mediante el diseño de una política global de desarrollo que aprenda y no copie sino adapte modelos apropiados a La Palma, como podrían ser los de Madeira, donde el nivel de renta media de sus habitantes es superior al de Canarias y su desarrollo turístico es intencionadamente más sostenible y respetuoso con el medio, o el más cercano del sureste grancanario en el que de la mano del “verdadero Director General de Desarrollo de Canarias”, Roque Calero, se ha propiciado todo un auténtico plan integral con amplias miras de futuro y respeto al medio.
Solamente de maneras similares a ésta se haría compatible la existencia de parajes naturales allende los Parques Nacionales, agrarios como el afamado mar de plátanos de Tazacorte y sus maravillosas puestas de sol, y una salida a la secular crisis palmera, que eleve el bajo nivel de renta media.
Para llevar a cabo el diseño de un plan que lo hiciera posible no estaría de más un concurso internacional de propuestas alternativas en este sentido y que fuese más allá de constituir un mero elemento efectista de cara a la galería tal y como nos tienen acostumbrados por estas islas.
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