José Antonio Linares Moleiro * / Artículos de opinión.- Una de las grandes victorias sociales del siglo pasado fue conseguir que todos los ciudadanos tuviesen derecho a la atención sanitaria, recogido en negro sobre blanco, sin que la aplicación de este derecho haya repercutido debidamente.
Hay quien es capaz de afirmar que hemos avanzado mucho en los servicios de atención al paciente, al no ver por nuestras carreteras ningún coche con el pañuelo por fuera, dirigiéndose a un centro hospitalario transportando a una familiar o un amigo. Argumento que no despeja la incompetencia de quienes hayan tenido la responsabilidad de gestionar este servicio, pues nunca podremos afirmar que con la aportación del transporte sanitario, muy deficitario para atender dignamente a la población, ya se ha cumplido con el objetivo.
La sanidad pública es un saco sin fondo, donde todo lo que se aporte a ella, siempre parece poco, igual pasa con la educación, servicios sociales, cultura y otros. Pero de ahí a darse por satisfecho con medidas descafeinadas y sentirse con el deber cumplido, intentar justificarse por la falta de dotación presupuestaria o, echarle la culpa a los turistas y emigrantes, es de ineptos y pretender catalogar a la población de de tonta, porque la pésima situación de la sanidad pública se remonta a tiempos en que el fenómeno migratorio era desconocido y, que el sistema sanitario permitiese a los turistas hacer uso de ella.
Desde que el gobierno central transfiriese las competencias sanitarias a la comunidad autónoma, se comenzó a realizar lo que se denomina el concierto con la sanidad privada. Circunstancia que ha venido a hipotecar y descapitalizar los servicios sanitarios canarios, desviando fondos destinados a la sanidad pública a dichos conciertos, e incluso a otros fines, como en el año 2003, cuando se quitan cuatro millones a sanidad y educación para que la televisión canaria, pudiese emitir partidos de fútbol en abierto. Como se decía en la Roma imperial: al pueblo pan y circo.
La sanidad privada, como cualquier empresa, tiene la finalidad de obtener un resultado económico y, cuanto mayor sea éste, mejor para los inversores, que llegan a diversificar sus inversiones en otros sectores y lugares, como centros hoteleros en el Caribe. En cambio la sanidad pública persigue, exclusivamente, el beneficio social, por ello debería ser el sector público prioritario antes otras alternativas.
La administración canaria lleva mucho tiempo con la cantinela de falta de financiación para atender los costes sanitarios a los que debería estar obligada, y por el contrario observamos como se incrementan las aportaciones a la sanidad privada, disminuyendo las dotaciones a la pública, como ha sido el caso de paralizar la construcción de los “chiringuitos” del Norte y del Sur, argumentando que se van a incorporar nuevos servicios, contradiciéndose con lo declarado cuando se procedió a su aprobación, sustituyendo la solicitud de auténticos centros hospitalarios, jurando y perjurando que con los sociosanitarios estaría cubierta la demanda de la población ¿Qué ha cambiado para que ahora se incrementen los servicios?, Que por cierto no se explican cuales son.
Se oye hablar de plan de choque para frenar la lista de espera desde tiempos inmemorables y, ahora ponen uno en práctica, consistente en destinar siete millones de euros más a la sanidad privada. Dinero que tendrá que desviarse de otras partidas, que no sería nada sorpresivo que fuese del sector público, de educación, de cultura o, de los servicios sociales. Porque no se observa que se paren obras faraónicas y superfluas, sino los centros sociosanitarios del norte y del sur. No puede ser explicable ni entendible que cuando se transita por la isla se ven obras con grúas, camiones y obreros, pero ninguna sea destinada a la edificación de hospitales ni centros de salud de la red sanitaria pública.
El gran problema de la sanidad pública no es económico, sin de gestión. La sanidad pública debe tener una dotación económica y, lograr que se incremente es un objetivo de un buen gestor público, consiguiendo un mayor beneficio social para la ciudadanía, siendo incoherente el ir a pedirle a papá que nos suba la paga semanal, cuando la que nos da, se la regalamos a los amigos y no la administramos priorizando nuestras necesidades.
* Toño Linares es Presidente de Tagoror Achinech.
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