Agapito de Cruz Franco / Artículos de opinión.- La sociedad de la Guerra Civil española fue víctima de su tiempo. Su territorio, el escenario donde chocaron entre sí los totalitarismos del siglo XX, y a su vez estos, contra la democracia. Pero en pleno siglo XXI, el Vaticano sigue aferrado a sus fantasmas.
La beatificación de 498 asesinados del bando golpista y el olvido por los 71 Obispos españoles, de los también asesinados por Franco, demuestra la apuesta de la Jerarquía por el franquismo, a cuyo máximo representante permitió salir bajo palio de los Templos, liturgia propia de la Divinidad. Como dice el líder del PNV Jon Imaz, la Jerarquía “ha optado por la política en lugar de por el Padre Nuestro”. Lo confirma el teólogo E. Miret Magdalena, quien recuerda que el Papa Pablo VI dio marcha atrás a este proceso en donde no siempre la muerte era por motivos religiosos, y que ha ignorado a “curas, seglares y militares católicos que murieron por la República”.
Si hablo del Estado Vaticano y su Jerarquía, es para distinguirlos de la Iglesia Católica, que, como el Islam, sigue sin resolver el problema de la representatividad, la secularización y la dicotomía religión-laicismo. No ha aparecido petróleo en la Basílica de San Pedro, sino ya alguien hubiera impuesto la democracia en este minúsculo Estado por la fuerza de las armas. Hay antecedentes: Alarico en 410; el “Saco de Roma” en 1527, cuando Carlos I lo invadió siendo Papa Clemente VII, o en el siglo XVIII cuando Napoleón lo ocupó y capturó al Papa Pío VI que murió en prisión. El actual Estado Vaticano nació el 11 de febrero de 1929 con el Tratado de Letrán, tras haber sido derrotado por las armas en 1870. Quedó relegado a 44 hectáreas de Roma, acabando así el sueño de la Curia Pontificia y sus Estados del Lacio, Umbría, Emila-Romaña y las Marcas, bajo su poder durante 1000 años (756-1870).
Su sede actual es San Pedro de Roma, un palacio renacentista diseñado por Miguel Angel Buonarroti, curiosamente homosexual y republicano. De gran peso internacional, es un Estado en toda regla: su bandera es blanca y amarilla; sus fuerzas armadas tienen labores de protección, tráfico y aduanas; posee su matrícula para automóviles (SCV). Una poderosa economía es controlada por la “Banca Ambrosiana”, en recuerdo de San Ambrosio (siglo IV), uno de los Padres de la Iglesia y que jamás hubiera sospechado tal uso de su nombre. Posee una Administración comandada por el Opus Dei, una organización ultraconservadora fundada por Escrivá de Balaguer en Burgos en 1939 en el mismo hotel y al mismo tiempo que Franco formaba su Gobierno Fascista. Según el famoso cazador de nazis, Simon Wiesenthal, “dispone del mejor y más efectivo servicio de espionaje del mundo”. Se extiende por todo el Planeta, como si fuera el sueño de la vieja geografía de los Césares, en un remake ideificado de su Imperio y del que tomó prácticamente sus formas: Basílicas, Curia, Sumo Pontífice, etc. por no hablar del rojo como color imperial de las túnicas cardenalicias. Su forma de Gobierno es el Papado, una teocracia que se impuso en el Medioevo, cuando en el Concilio de Trento (1545-1563) las posturas absolutistas se impusieron a las conciliares. Las primeras defendían que la palabra de Dios venía a través del Papa, las segundas que a través de la Iglesia, la Asamblea, el Concilio. Desde entonces se asoció conflictivamente Jerarquía con Iglesia. Este fue el germen, aunque tomando la dirección contraria, de las democracias y la cultura de Occidente, la cual se produjo no a causa de la Jerarquía Romana, sino a pesar de ella. El debate de las “dos espadas” –el gobierno terrenal del Rey y el espiritual del Papa sobre éste- duró siglos y llenó Europa de sangre y guerras.
En España está representada por la Conferencia Episcopal Española, responsable de medios como Popular-TV o la COPE, que sin nada que ver éste último con los valores cristianos, ha sido criticado por Instituciones o grupos políticos y denunciado por cristianos como la “Plataforma de cristianos del siglo XXI” ante el Tribunal de La Rota “por considerarlo corresponsable de contenidos ofensivos y difamatorios”.
La Conferencia Episcopal no consigue despegarse de su pasado franquista. A menudo suceden ejemplos en ese sentido como el del Obispo de Sigüenza, José Sánchez. Por no hablar de la “Instrucción Pastoral” del 23 de noviembre de 2006 donde afirmaban que la recuperación de restos de asesinados por la Guerra Civil y tirados en cunetas y pozos supone revanchismo. Desconocen estos Prelados que una de las Obras de Misericordia de Jesucristo es precisamente enterrar a los muertos y darles, en su caso, cristiana sepultura.
Agustín de Hipona, (354-430), considerado como el más grande entre los Padres de la Iglesia y uno de los filósofos cristianos más importantes de todos los tiempos fue el único Obispo elegido democráticamente y por aclamación popular en la antigua ciudad africana hoy perteneciente a Argelia (Que tomen ejemplo los actuales). La dotó de un corpus ideológico mezcla del Evangelio, la filosofía de Platón y Plotino y los Estoicos, y con el Amor como motor: “Ama y haz lo que quieras”. En él, el Drama de la Salvación y el Cuerpo Místico de Cristo son el núcleo central del Cristianismo. Pero una cosa fue la teoría y otra la realidad, y aunque muchas veces la Jerarquía, hay que reconocerlo, fue mensajera de tolerancia y concordia evangélicas, otras no. A veces, los Papas, fueron puestos por la fuerza de las armas, la política o el poder económico, surgiendo masificaciones papales –como cuando hubo al mismo tiempo tres Papas en Roma, Aviñón y Peñíscola- o nuevas Iglesias. Recordemos el cisma Protestante con el agustino Lutero y sus 95 tesis clavadas en la puerta de la catedral de Wittenberg el 31 de octubre de 1517.O el desorden moral de los siglos anteriores y posteriores a los Borgia, la unión de la Cruz y la Espada en la Conquista de América y la violencia de las Cruzadas y sus guerras con Oriente. Por no hablar de las hogueras donde tantos santos inocentes ardieron por defender la doble circulación de la sangre, la redondez de la Tierra, o pensar diferente y que llamaron herejes. Además, la “Santa” Inquisición y las persecuciones a otros credos. Hoy sigue sin condenar oficialmente la Pena Capital y, e interviene irresponsablemente en la vida sexual, al margen de razones científicas y sanitarias.
El Opus Dei, surgido en España en el contexto del nacional-catolicismo -tras ser aniquilada la “Institución Libre de Enseñanza”- y expandirse luego por el mundo, es quien abona la base ideológica de los enfrentamientos contra la política educativa y social española, y en cuyas estrategias habría que enmarcar esta manipulada canonización. Una canonización que ha “olvidado” a más de 150.000 santos inocentes, asesinados por defender valores cristianos como igualdad, justicia, democracia, libertad o el bien de los demás. Esa es la denuncia del sacerdote dominico Quintín García González, ante la “escandalosa alegría y los millonarios fastos” de una beatificación tan anacrónica como el Concordato con el Gobierno español.
Un Estado Vaticano, que por otro lado, sigue sin rechazar la Carta de los 35 Obispos españoles declarando Cruzada una Guerra in-Civil que enfrentó no a dos Españas sino a tres o cuatro. Una Conferencia Episcopal, que en lugar de invitar al recuerdo fraterno de esta herencia terrible común a todos los españoles de cualquier creencia o ideología, y pedir perdón por lo que hizo, abre una nueva brecha en el propio corazón de la Iglesia, los cristianos. De esa manera y parodiando aquella frase para expresar la a-confesionalidad del Estado de Manuel Azaña: “España ha dejado de ser católica”, hoy quien ha dejado de serlo, por universal -que es lo que significa católica- ha sido la Conferencia Episcopal Española. “Misericordia, reconciliación y convivencia pacífica”.Estas fueron las palabras de Benedicto XVI en la ceremonia del 28-O. Obras son amores. “Por los hechos los conocerán”, dice el Evangelio. Per saecula saeculorum. Amén.
Puente Ojea califica a los españoles de "gentes alienadas e intolerantes" por creer en Dios
Aunque la vicepresidenta haya frenado, por ahora, las iniciativas laicistas del programa electoral y el Gobierno se esfuerce por reconstruir puentes con la Iglesia, los prejuicios anti-religiosos están demasiado arraigados en el socialismo español. Gonzalo Puente Ojea, ex embajador ante El Vaticano en la época de Felipe González, ha calificado a la sociedad española de "gentes alienadas" e "intolerantes" por influjo de la religión católica. "La sociedad española, contra lo que se dice, es de todo menos tolerante", ha lamentado, después de asistir a un curioso Concilio de Ateos en Toledo. También los científicos católicos son, a su juicio, seres alienados por la religión.
Carlos Menéndez
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Publicado por: seguros | 10/12/2007 en 03:02 p.m.