J. M. Álvarez / Artículos de opinión.- El reciente encuentro entre el presidente de Estados Unidos (EEUU), George Bush y el Dalai Lama, ha provocado una airada reacción de China que exige a la Casa Blanca, deje de entrometerse en los asuntos internos chinos. El Dalai Lama, que según su credo es la reencarnación de un dios, está considerado en el Occidente laico y moderno (que cuando le conviene no lo es tanto), como una autoridad de gran prestigio moral, aunque mucha ética no debe atesorar un personaje que se declaró contrario al procesamiento de Augusto Pinochet, apoyó la guerra criminal contra la ex Yugoslavia y está en nómina de la CIA, compartiendo equipo junto a conocidos terroristas.
El Tibet que abandonó el Dalai Lama carecía de infraestructuras, escuelas, y hospitales y estaba gobernado por una casta que explotaba a esclavos y siervos sin tierra ni derechos, un panorama parecido al que dejan, tras su paso, los ejércitos imperialistas después de agredir brutalmente a los pueblos que se niegan a ser dominados. No es de extrañar pues, que nuestro monje haya intimado de manera familiar con Bush, el responsable de haber enviado a Iraq a la Edad Media, y lo anime a perseverar en esa dinámica, declarando que las guerras (en alusión a las de Iraq y Afganistán) pueden ser beneficiosas.
Aunque George Bush y el Dalai Lama, de nombre Tenzin Gyatzo, tengan muchas cosas en común- ambos se oponen al aborto y consideran la homosexualidad una perversión- es poco inteligente apostar por caballo perdedor. EEUU es un país en vertiginoso declive y sus actitudes lo demuestran ¿Qué necesidad tenía Washington de provocar a China, una potencia de primer orden, concediendo la medalla de oro del Congreso a un individuo que se pasa por el forro de la túnica, el voto de pobreza (posee una gran fortuna) y el de no-violencia?. El Gobierno estadounidense está perdiendo los papeles y también el liderazgo mundial.
A la Casa Blanca le crecen los enanos. Se preocupa por China, o la imprevisible Alemania, y le surgen nuevos problemas. De prosperar el acuerdo alcanzado entre Rusia e Irán, los planes bélicos de Washington contra Teherán, van a quedar muy tocados. La intención de Putin y el líder iraní Mahmud Ahmadineyad es fomentar una alianza para cambiar el actual sistema mundial unipolar. Esa es una mala noticia que, unida a una pésima gestión política y militar, está provocando una auténtica rebelión entre los generales del Pentágono que culpan al presidente del desastre de Oriente Medio, de la pérdida de influencia en América Latina y de la desconfianza que muestran hacia el “amigo” americano determinados países europeos. En EEUU no existe el golpe de estado- más por tradición que por otra cosa- pero es evidente que quieren quitarse a Bush de encima. No sería extraño que recurran al impeachment.
No obstante se equivocan si creen que la desaparición de Bush va a detener el proceso de decadencia de EEUU, porque ya es irreversible. Si el pueblo norteamericano no lo impide, los futuros inquilinos de la Casa Blanca embarcarán al país en una aventura suicida, tratando de evitar su desaparición como primera potencia mundial, y desencadenarán una catarata de aventuras bélicas que sólo lograrán prolongar su agonía. Y no es conjetura alguna. Los mismos, dirigentes estadounidenses afirman públicamente que están planificando una guerra de 100 años, incluso el ya inservible presidente, habla sobre una tercera guerra mundial, después de que Rusia se mostrara contraria a una acción militar contra Irán. Moscú, consciente del ocaso del Imperio y el peligro que ello implica, está a punto de abandonar el tratado de armas nucleares de corto y medio alcance. El panorama es poco alentador.
Cuando concurran esas circunstancias, se instalará en el planeta una situación que podríamos definir de inestabilidad permanente (guerras y conflictos de todo tipo) y no existirá un país que lidere claramente a los demás. Esa coyuntura bárbara, sólo finalizará con la instauración del socialismo, pues no hay alternativa a la disyuntiva “socialismo o barbarie”. También desaparecerá la figura del Dalai Lama, porque ¿para qué reencarnarse en una sociedad donde capitalistas, terratenientes, y monjes explotadores de campesinos supersticiosos, sólo sean un mal recuerdo?
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