J. M. Álvarez / Artículos de opinión.- Muy mal tienen que estar las cosas para que el Banco Central Europeo haya inundado el mercado de billetes, tratando de evitar el derrumbe del sistema crediticio. Lo peor es que esa inmensa cantidad de euros puesta en circulación, provoca inflación, alza de precios, subida del Euríbor y, además, el régimen capitalista de la Unión Europea tendrá menos activo para la próxima debacle. El corralito- criatura parida por el neoliberalismo- inició su labor devastadora en la periferia subdesarrollada y ahora converge hacia el centro, su origen, inundándolo de pobreza. Si bien la pobreza es utilizada por los países del Primer Mundo para aumentar la explotación de la clase obrera, las crisis no son deseables porque pueden derrumbar el sistema en cualquier momento.
Los desequilibrios existentes en las sociedades “opulentas”, provocan que millones de seres humanos vivan al límite de sus posibilidades, acercándose a la exclusión social representada por el Cuarto Mundo, término que hace referencia a un sector de la población que se encuentra abandonada a su suerte. Jubilados con pensiones miserables, vagabundos sin hogar, minorías étnicas e inmigrantes componen ese mundo que aumenta, gradualmente, con la incorporación de desempleados y familias golpeadas por una crisis que en nada es pasajera, sino permanente, pues hasta los economistas burgueses definen el descalabro actual como “ataque de hipo momentáneo”. Si trasladamos esta situación al ámbito nacional español, las noticias no pueden ser peores, porque cada vez que la economía mundial da un paso atrás, la de España retrocede dos. Y no olvidemos que en España existen actualmente, nueve millones de pobres que pueden multiplicarse como moscas.
En la patria hispana se cuestiona con demasiada ligereza, la existencia real de penuria utilizando el argumento de que bares y restaurantes, están llenos los fines de semana. Dicho argumento está basado en la simple observación y no considera (¿para qué amargarse?) determinadas circunstancias ni datos objetivos. El análisis frívolo, es fruto de la ignorancia que prima en las sociedades donde existen millones de analfabetos funcionales como, por desgracia, sucede en España. El hecho de que la gente- fundamentalmente joven- brujulee por ahí los fines de semana, no significa que el nivel de vida sea superior al de pasadas generaciones. Los datos hablan por sí solos: ocho de cada diez menores de 20 años tiene un contrato temporal. El 42% de la población gana menos de 1000 euros al mes y cerca de cinco millones de personas malviven con menos de 600 euros. De los que pueden coger vacaciones, más del 55% no pueden salir fuera de su residencia (para qué hablar del extranjero) a no ser que se endeuden solicitando uno de esos créditos-usura que, de manera sintomática, se anuncian en época estival.
En una sociedad que estimula el consumismo irracional, los jóvenes con contratos de trabajo (de los denominados “basura”), podrán lucir teléfonos móviles de última generación, o incluso coche nuevo, pero ese extraño milagro tiene una explicación que no se debe a intercesión divina alguna. Una de las razones, es que un salario de vergüenza puede dar mucho de sí cuando se vincula a la economía familiar. La otra cara de la moneda, la que no se percibe a primera vista entre los que saltan de un bar a otro, está personificada por un trabajo subcontratado que ni siquiera concede el derecho a vacaciones -se prorratean en las nóminas- a no ser que las “propicien” una temporada en el paro. Consecuencia de ello es una ausencia, casi absoluta, de derechos laborales y sociales y un futuro que sólo contempla vivir el día a día. En definitiva esa visión, aparentemente idílica, resulta ser un escaparate que, tras una presencia luminosa, oculta una trastienda vacía.
Las familias, que disfrutaron tiempos mejores, son las que están evitando, mientras puedan, que todo ese entramado ficticio se derrumbe de manera estrepitosa. ¿Qué sucederá cuando la presencia paternal desaparezca?. La “fiebre del sábado noche” sólo es un gigante con los pies de barro, cuyo destino final será el Cuarto Mundo... o la revolución.
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