Francisco Javier González / Artículos de opinión.- El hecho de que D. Antonio Cubillo esté publicando en “El Día” –y en “El Guanche”- su proyecto de Constitución para una República Federal Canaria está levantando, en estas ya asirocadas islas, polvaseras de todos los colores y calibres. Desde dentro del nacionalismo con amplia división de opiniones, desde el rechazo total al apoyo incondicional, y desde el españolismo y sus voceros mediáticos más caracterizados, con una cierta sonrisa de irónica conmiseración que, en realidad, oculta una enconada oposición y el miedo a cualquier supuesto que incluya la independencia nacional de esta colonia a la que, a falta de argumentos, oponen el intento permanente de ninguneo del nacionalismo por estos adalides del hispano “Imperio de Cartón”.
Quisiera separar el hecho de que las sucesivas entregas de este proyecto constitucional estén publicadas al calor y abrigo –y, tal vez, como soporte complementario- de las sucesivas editoriales de D. José Rodríguez en su periódico, pero no parece posible. Los medios de comunicación son, en general, parte del aparato de dominio y control que ejerce el que tiene el poder político o el medio de influencia de quienes aspiran a alcanzarlo. “El Día” en Tenerife –como “La Provincia” en Gran Canaria- realizan ese papel para sus respectivas burguesías insulares, mientras que “Canarias 7” y “La Opinión”, sin dejar de prestar ese servicio, gravitan más en la órbita del españolismo político y financiero. De ahí que las editoriales soberanistas del matutino de Añaza haya que tomarlas con la cautela que impone el hecho de que las burguesías isleñas sigan siendo radicalmente españolistas, dado que es de su carácter de soporte del sistema colonial y de la relación de dependencia de lo que obtienen su posición de predominio. A eso hay que añadirle el hecho de que, objetivamente, esas editoriales, por encima de su indudable carácter soberanista, son una carga de profundidad contra el propio concepto de Nación Canaria dada la radical y obsesiva posición de D. José Rodríguez respecto a “Canaria/Gran Canaria”, posición que, por cierto, se refleja en la propuesta de D. Antonio Cubillo respecto a la cuasi-folklórica situación de la capitalidad nacional o en la enumeración nominal de las islas de nuestra Nación con Canaria/Tamarán.
No entro a valorar el contenido de la propuesta constitucional, y no solo por inacabada, sino por considerarla absolutamente extemporánea. No entiendo que, en el estado organizativo actual del independentismo canario, podamos plantearnos proyectos constitucionales. Me recuerda a ese millonario europeo, polaco por más señas, que ha levantado una casa asentando en el suelo su tejado de pizarra y techando con el piso, claro que eso es una atracción turística y una Constitución para una República Federal Canaria –objetivo que evidentemente comparto- es algo más. ¿A que Parlamento Constituyente presentamos este proyecto para su debate y con que fuerza política lo respaldamos? Mi opinión personal es que este tipo de proyectos a día de hoy, vengan de quién vengan y aunque levanten polvaseras mediáticas, no ayuda al avance político del independentismo. Más bien ocultan la verdadera tarea que nuestra praxis debe imponernos: la construcción de la organización que necesitamos.
Luchamos contra un bloque hegemónico que engloba, hoy por hoy, al aparato colonial y a la burguesía dependiente, constituida en clase dominante. España controla el poder político y los aparatos represivos y de coacción, detentando el uso de los medios y del sistema educativo y ostentando la hegemonía cultural que, con la inestimable ayuda de la burguesía criolla, durante más de 500 años de controlar y orientar desde la producción y recepción de cultura a los medios de comunicación y hasta las mismas instituciones religiosas, y todo ello basado un nuestra supuesta pertenencia a una enteléquica “nación española”, le ha permitido producir una total alienación de nuestras clases populares que nos impide el autoreconocimiento como pueblo y, como decía Secundino, hacernos creer que somos lo que no somos, contando además para mantener esa hegemonía con una abundante colección de intelectuales –de la “intelligentsia” tradicional- a su servicio para mantener esa superestructura. De ahí que para que las clases dominadas, desde el proletariado urbano y campesino a la pequeña y media burguesía, podamos romper esa hegemonía necesitamos, primero que nada, dotarnos de la autoconciencia necesaria para ello y no creo que esto lo logremos mediante voluntariosos proyectos constitucionales. Se logra mediante la actuación intelectual continuada que nos permita autoreconocernos, romper las cadenas mentales que siglos de alienación han forjado hasta el punto de lograr que aceptemos como “natural” -y hasta “conveniente y necesaria”- la dependencia colonial que nos ha apartado de nuestro lugar en la historia. Durante los años postreros del franquismo y los iniciales del constitucionalismo español logramos tener una buena pléyade de intelectuales comprometidos –y no todos forzosamente independentistas- en la construcción de una cultura nacional-popular en esta heptainsulana nación, paso inicial e imprescindible para provocar la crisis del bloque hegemónico españolista. Fueron los momentos del I Congreso de Poesía Canaria en el Ateneo de Aguere (1976) (recomiendo a los compañeros las lecturas, sobre todo, de las ponencias de Juan Jiménez y Ángel Sánchez y de los poemas posteriores de la malograda Dulce Díaz Marrero); del Manifiesto de El Hierro también en el 76 (del que podrían hablar compañeros como Víctor Ramírez, Rafael Franquelo o Alfonso O’Sanahan que han seguido manteniendo la misma lucha por la independencia que entonces); de los cantautores (Teddy Bautista produce el “Nuevo Cauce” de Taburiente en ese 76 –y Ach-Guañac en el 78- y gente como Caco Senante, Lito Martín –con su poema “África”-, Ángel Cuenca, Taller y la “Nueva Canción”…. llenaban las plazas de las islas), en que Hupalupa publicaba sus “Cuadernos de Historia de Canarias” en las multicopistas de la recién fundada “Solidaridad Canaria” y organizaba el primer Acentejo, en que Francisco Tarajano, regresado de Venezuela, publicaba sus primeros libros de poemas, en que la bandera nacional canaria diseñada por el MPAIAC se daba a conocer por las emisiones de “La Voz de Canarias Libre” y se implantaba en todos los actos populares de todas las islas, en que fundamos el Centro “Amílcar Cabral” y la revista “La Sorriba”, en que Cándido Hernández con su editorial “Benchomo” publica “El Guanche” de La Habana y la biografía de Secundino de Manolo Suárez, en que se fundan los sindicatos socio-políticos CCT y SOC…..y en que, por primera vez, una memoria histórica más allá del horizonte colonial alcanza a todos los canarios y se configura una superestructura alternativa a la españolista dominante poniéndose así cimientos serios en el proceso de liberación nacional. ¿Porqué no se logró en ese momento que los grupos sociales dominados asumieran el carácter dirigente del proceso? La respuesta es simple. Fallamos los que teníamos la responsabilidad de la construcción de la herramienta más fundamental: El Partido Político capaz de encauzar, expresar y dirigir las inquietudes que habíamos despertado y, sin un partido cohesionado y con claridad de ideas, no hay manera de cristalizar y materializar una voluntad colectiva nacional-popular y cambiar el bloque hegemónico aniquilando la dominación colonial.
¿Dónde estuvo el fallo? He reflexionado sobre eso y creo –en contra de la opinión de algunos fraternales compañeros- que, antes de integrarnos en un Frente patriótico interclasista teníamos que haber mantenido y consolidado la herramienta que marcara la línea política y epistemológica de la clase más interesada objetivamente en la liberación nacional y social: los trabajadores. Por ello, a mi criterio, la tarea hoy, el núcleo del debate, tiene que ser la creación de esa herramienta –el partido o partidos- necesaria para romper el yugo colonial y, solo cuando hayamos quebrado la dominación española, cuando el pueblo canario haya tomado el poder y ocupemos nuestro lugar en la historia como pueblo libre llegará al momento, de acuerdo a la correlación de fuerzas entonces existente, de plantearnos con que Constitución vamos a gestionar esa libertad. Discutirlo ahora es restar fuerzas a la tarea real con lo que damos armas gratuitas al colonialismo.
Gomera a 11 de Septiembre de 2007
Francisco Javier González
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