Francisco Javier González / Artículos de opinón.- De chinijo, con pantalón corto y sin hacer el temido “Examen de Ingreso”, pasábamos por la calle Viana para, aupándonos unos sobre otros, ver a través de las ventanas los laboratorios de la Universidad de La Laguna que daban a esa calle. En esa época todo el compendio de los saberes universitarios al alcance de los canarios que podían permitírselo, se concentraba en la lagunera calle de San Agustín. Entre el caserón de los Jesuitas y el Palacio de Lercaro estaban las Facultades de Químicas, Derecho y la que entonces se denominaba como “Clásicas” hasta que por el año 60 se trasladaron al nuevo edificio, entonces en un inhóspito paraje cercano a la Cruz de Piedra y frente al aún inacabado Colegio Mayor San Fernando. Al año siguiente, recién estrenada, entré a una Universidad en la que tuve la suerte de ser alumno de, por citar solo algunos, D. Jesús Maynard, D. Benito Rodríguez Ríos o D. Antonio González, grandes como profesores pero mucho más como personas.
En aquel único edificio los alumnos de todas las Facultades éramos cuatro gatos de las siete islas por lo que, prácticamente, nos conocíamos casi todos y conocíamos –como todos los laguneros- a la mayoría de los profesores y, a los que no veíamos por los pasillos o en la biblioteca, los podíamos oír en las tertulias del Bar Alemán alrededor de los veladores de mármol y de la ensaladilla de Mariano y Federico Salamanca. La Facultad de Derecho, como las otras dos de entonces, siempre ha tenido en La Laguna un buen cuadro de profesores. Por sus cátedras han pasado juristas como Jiménez de Parga, Cobo del Rosal o el eminente gomero Gumersindo Trujillo, aunque, por aquel entonces, tres eran los catedráticos más destacables: D. Eulogio Villaverde, sempiterno Secretario General, a cuyo despacho asomábamos diariamente la nariz muchos alumnos para contemplar la espléndida belleza de su Secretaria, Esperanza, ex-Miss Laguna; D. José María Hernández Rubio, enamorado de Fuerteventura y único en impartir sus clases de Derecho Político sin corbata ni americana que, con su esposa Herminia, llevaba la “Librería África” una de las tres, con la “Aguere” de Melquíades Álvarez y la de Armando Sigut, que vendía –por debajo del mostrador- libros prohibidos por el Régimen desde la moscovita Editorial Progreso a la parisina de Ruedo Ibérico y, D. Felipe González Vicen, cuya casa, en la que reinaba su esposa Ruth Dörner, frecuentaba como amigo de su hijo Alberto, compañero de innumeras correrías laguneras. D. Felipe era hombre de gran personalidad. Expulsado de su recién ganada cátedra de Filosofía del Derecho en Sevilla por el régimen franquista en 1936 y readmitido en la enseñanza en 1946 pero “desterrado” –como muchos de los profesores de entonces- a La Laguna, su conversación era un oasis en el totalitarismo franquista cuando afirmaba que, éticamente, no encontraba ningún fundamento para obedecer al Derecho, pero si para desobedecerlo.
Los que crecimos en ese ambiente de “autonomía ética” que preconizaba Glez. Vicen –del que guardo un ejemplar firmado de su obra “De Kant a Marx"- lamentamos que los políticos canarios al uso, pongo por caso los Hermoso, Martín, Zerolo, Sorias, Rivero…., no conocieran esa Universidad ni se sientan ligados a ese compromiso ético, pero más lamentable aún es que, algunos de los que han sustituido a aquellos profesores en la actual Facultad de Derecho de Aguere, no tengan ya ese compromiso ético, sino, ni siquiera, la altura y dignidad moral que se les debe suponer. Viene esto al caso a que en la Cátedra de Derecho Penal, la que entonces ocupaba muy dignamente D. José Ortego Costales, se nos da hoy el caso del Profesor Titular de Derecho Penal, Esteban Sola Reche que ha firmado un “Convenio Científico y de Investigación” con la empresa “Inversiones Las Teresitas S.L.” propiedad de Ignacio González (padre) y de Antonio Plasencia para, según reza el Punto 2 del contrato, el “asesoramiento jurídico e informes sobre la trascendencia penal de actividades relacionadas con negocios urbanísticos y el asesoramiento jurídico e informes sobre la trascendencia jurídica de convenios urbanísticos entre la Administración Pública y la empresa privada”. Más claro, como se dice en Gomera, el agua de Ojila. Los “señores” González Santiago y Plasencia Romero en la “Operación Las Teresitas”, con algunas complicidades bancarias y municipales y sin haber arriesgado ni un duro de su bolsillo, se embolsan cada uno la nada despreciable cantidad de diez mil millones de las antiguas pesetas. A causa de ese pelotazo en julio de 2005 se presenta denuncia ciudadana que motiva, tras año y medio de investigaciones, a que la Fiscalía Anticorrupción presente en diciembre de 2006 querella ante el TSJC y a que el pasado mayo el Tribunal Supremo anule la compraventa hecha por el Ayuntamiento de Añaza presidido por Zerolo. El pasado 16 de abril, el ex-Rector de Aguere, Ángel Gutiérrez , autoriza el Convenio del profesor Sola Reche con Inversiones Las Teresitas a cambio del módico 15% que la Universidad embolsa de los 10.000 euros que figuran en el contrato “de investigación”, prorrogable a posteriori por tiempo indefinido, a pesar de que la Interventora de la ULL, Dª. Ana Isabel Bernardo, expreso sus fundados reparos porque, a su juicio es “público y notorio, por haber aparecido tal noticia en los medios de comunicación, que la empresa contratante (Inversiones Las Teresitas SL) está incursa en un proceso penal abierto por acusación del Ministerio Fiscal dirigido contra los accionistas y administradores de dicha sociedad”.
Tenemos que saber si, a partir de ahora, la Universidad de Aguere considera el asesoramiento ante una acusación de -según la calificación fiscal- “prevaricación, malversación de fondos públicos, maquinación para alterar el precio de las cosas y estafa”, como parte de la “realización de trabajos de carácter científico, artístico o técnico, así como la participación en cursos de especialización” que son los casos para los que el Art. 101 de los Estatutos de la ULL, conforme al 83 de la Ley de Universidades, prevé para estos convenios. Me temo que, tal vez, al amparo del Art. 93. de dicha Ley, añadido por Ley Orgánica 4/2007 de 12 de abril, que trata “De la cultura universitaria”, y dice textualmente que “Es responsabilidad de la universidad conectar al universitario con el sistema de ideas vivas de su tiempo. A tal fin, las universidades arbitrarán los medios necesarios para potenciar su compromiso con la reflexión intelectual, la creación y la difusión de la cultura…...”, la ULL, entendiendo que la verdadera cultura que el colonialismo y el neoliberalismo desaforado actual han introducido en esta patria nuestra es la del pelotazo, la prevaricación, la estafa y la malversación de fondos públicos, haya firmado este Convenio por aquello de conectar con las “ideas vivas de nuestro tiempo” que reza en ese Art. 93 de la Ley española.
Un refrán tradicional canario nos dice que “el derecho de la hoz es cambado” y eso pasa en nuestra Universidad en que, con la aquiescencia del rectorado, se ha cambado el Derecho Penal, y es que, en aquellos mis tiempos estudiantiles, de España nos venían -generalmente desterrados a este su Penal Colonial- intelectuales que ayudaron a configurar aquella, familiar pero abierta, Universidad. Hoy nos envían otro tipo de “intelectuales” más acordes con los tiempos de la mundialización y el neoliberalismo. Son los Sola Reche & Cía.
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