Agapito de Cruz Franco / Artículos de opinión.- Antonio Cubillo nos dio la noticia de su fallecimiento. Imagino que su amistad procedería de los años verdes en Buen Paso, hablando de la tribu de los Ycodes en el frondoso vergel regado por el Ycoden. Se fue en marzo sin llegar a ver la primavera. Le fue más fácil partir sin decir adiós. Como diría el poeta, serena la mirada, firme la voz. La voz firme de este aristócrata de la palabra. De caminar nervioso y mirada milenaria, Francisco Díaz, periodista, ecologista, agricultor y patriota canario, fue un orador, que alguna tragedia griega dejara abandonado en los bajíos de Daute. Orador transatlántico, para narrarnos con su verbo sonoro, su prosa poética, su discurso perfecto, el mundo perdido de una tierra verde, pletórica de phoenix canariensis, furnias, dragos y plataneras olvidadas. Pero una tierra y unas Islas, desafortunadas entre la geografía de hormigón, cables eléctricos y sociedades desestructuradas que le tocó vivir. Formaba parte del Drago Milenario de su Icod de los Vinos. Su savia roja corría también por sus venas. Sufría con él. Se resquebrajaba con él. Y como él, vio y sintió pasar la historia. Y -sobre estas 7 estrellas verdes- el poder tantas veces irreverente de la historia. Amaba el arte y la religión del pueblo, escritas con sangre y dolor sobre los artesonados de nuestras mansiones, de nuestros templos y de nuestros campos. Esdrújulas estatuas, isleños relicarios y tajeas de agua fresca de la cumbre. Erudito, culto y desinquieto, le unía al Caribe y a nuestra América, una barquilla de dos proas. “España quemó América” decía irascible en 1992 este defensor del mundo natural y de los pueblos indígenas cuando las celebraciones del V Centenario. Le encantaba recordar a sus antepasados propietarios de la cantina “El Gallo” de la vieja Cuba donde se daban cita: el timple, animadas tertulias y antiguas conspiraciones. Al tiempo, nos nombraba una especie vegetal tras otra en su platanera, mientras le seguían todos los gatos. Paco Díaz, era uno de los nuestros. De ese conjunto de personas que en la década de los 80 nos encontramos en el Tagoror Ecologista Alternativo y como cabras guanilas, esas que abren los caminos y buscan las fuentes inaccesibles, pusimos todo en entredicho y viajamos –apartando al ser humano del centro del ecosistema- hacia la ecología profunda y las antípodas del antropocentrismo.
Habría que hurgar en las hemerotecas de esa época para encontrar la prosa vehemente y vitalista de Francisco Díaz, desde las orejeras que se ponía al pasar por el Valle de La Orotava con el fin de no ver su destrucción, hasta sus diatribas dialécticas culturales, espirituales y sociales. Guardo una entrevista personal que me hiciera en 1983 en la prensa local y en la que urdió literariamente ecología y educación para colocar a ésta última y de una forma políticamente natural, en el pedestal de la paz verde.
Los retos del Movimiento Ecologista tuvieron en él su particular Cicerón. Al escucharle, quien más quien menos se iba enganchando a sus adjetivos musicales, a su música sustantivada, al contexto de su mundo de palabras y oraciones, y que eran, sin lugar a duda y como estrategia monocorde, un arma cargada de pasado, presente y futuro.
Después de recitar sus versos al Drago milenario y contra la “faraónica marea de piedras” en que lo envolvió la intolerancia geológica institucional, Paco Díaz comenzó a librar una dura batalla contra la enfermedad de la que saldría victorioso, entre sus recuerdos de Veracruz, Venezuela y Canarias. Pero de repente, y como si de una tragedia inexplicable se tratara, la fatalidad se nos llevó a quien había amado la vida sobre todas las cosas. Amigo, compañero, luchador: descansa para siempre en paz en ese país rebosante de dragos y miríadas de querubines. Entre euphorbias, tabaibas, cardones, palmerales, mocanes, acebuches, lentiscos, almácigos, brezos, fayas, jaras, codesos. Entre todos los pinus canariensis que, desde tiempos inmemoriales, habitan en el dorado paraíso de las Hespérides.
(*)In memoriam
Francisco Díaz, la palabra silenciada. Artículo publicado en LA GACETA DE CANARIAS (pág. 4, hoy 12 de julio de 2007)
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