José Antonio Linares Moleiro* / Artículos de opinión.- A lo largo de la historia ha habido grupos sociales enfrentados a la clase gobernante: las reivindicaciones laborales, la defensa de la libertad de expresión, la lucha por el derecho al voto femenino, la defensa del medio ambiente..., llegando a influir y hacer que el conjunto de la sociedad asuma estas ideas como parte de sí misma. Hoy nadie cuestiona el derecho al voto de la mujer, por ejemplo. Lo que describe a los colectivos sociales como aquellas agrupaciones que cambian la sociedad, y por extensión las formas de gobernar.
En los últimos años, los movimientos sociales en Tenerife, han supuesto un incremento en número y acciones que esta creando una conciencia ciudadana diferente a la impuesta desde los estamentos gubernamentales, que ha llegado a que los que poseen intereses en las decisiones institucionales, utilicen medios poco honorables para frenar este fenómeno social, silenciando las voces críticas y, financiando campañas electorales que determinen la protección de sus intereses. Pero las movilizaciones populares no van a parar, de lo contrario serán muchos los perdedores ante los pocos insensibles que usurpan el poder absoluto y, aplicarlo acorde con sus intereses y en contra de los de la comunidad.
Las organizaciones políticas, incapaces de acercarse a las necesidades de la ciudadanía, optan por presentarse a las elecciones con proyectos, que crean desoyendo el sentir popular, defendiéndolo como una mejora para la ciudadanía a la que pretenden representar, sin haberla consensuado ni consultada ante los electores que pretenden captar, lo que es definido como “despotismo ilustrado”. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo.
Cada vez es más notoria la relación entre políticos y empresarios sin escrúpulos, pero para que los políticos tengan poder de decisión, tienen que tener el respaldo de los ciudadanos y ciudadanas, en forma de voto. Un voto que no se atreven a explicar qué es, ya que si los votantes supiesen de la importancia de su voto, otro gallo nos cantaría. Un voto es dar un poder amplio y absoluto a una opción política y, en muchos casos a un solo político, el cual actúa respaldado por los poderes que le otorgan una serie de personas, la mayoría engañadas con falsas promesas. El votante debe saber quién o quines le van a representar, pues las acciones que emprenda dicho individuo o individua elegida, las hace por el poder otorgado en forma de papeleta introducida en una urna.
La abstención sólo da la razón a la que más votos pesquen en este charco embarrado de mentiras, dando razón a quien afirma que quine calla otorga. El voto en blanco no da representación en las instituciones, aunque baje porsentualmente la representación de los elegidos, careciendo de importancia a la hora de decidir que o quines amigos son los beneficiados, en otorgar licencia de obra o instalación, en contra de los intereses de la ciudadanía. Circunstancia dada por una ley electoral antidemocrática y diseñada como traje a medida para los intereses de los que financian las campañas electorales.
La información a la ciudadanía del valor de un voto, conllevaría al conocimiento y la responsabilidad del mismo. Asignaturas pendientes, sin que haya sido posible llevarlo a toda la sociedad por el interés partidista y particular de la fauna política, que vería peligrar su poder, al comprobar como se le exige de qué forma quiere que se le represente, de que forma quiere que se gobierne, qué modelo socio-económico se precisa. Desapareciendo el poder absoluto, y el actuar impunemente en contra de los intereses comunes.
Las personas deben elegir a sus representantes políticos, como base fundamental del sistema democrático, pero con la responsabilidad, que le daría la información y el conocimiento, de que ese voto es algo más que una papeleta con nombres que se deposita en una urna, que no se vota al candidato o candidata, por ser simpático o simpática, sino que ese voto es el que marca a donde vamos y de que forma vamos. No podríamos acusar a un político de una determinada decisión, sin nos hemos callado ante un sufragio, o sabiendo de sus intenciones le hemos dado la representación en las urnas.
El puesto institucional alcanzado, es por haber acumulado más votos. Bien porque los cambia por bocadillos de mortadelas, o porque el votante es interesado en la finalidad de las acciones que va ha emprender el candidato elegido. Es incoherente que una vez dado el poder de representación a un candidato o candidata, se proteste por los daños que ocasiona, si de antemano se tiene conocimiento de los perjuicios que pretende dicha candidatura. El elegido actúa, para los fines financiados, porque posee el poder de representación.
El voto es un arma democrática que tiene la ciudadanía, y tiene que saber usarlo. El mal uso de esta arma repercute en daños, que en la mayoría de los casos, son irreversibles.
Comentarios