Francisco Javier González / Artículos de opinión.- Otra vez más se convocan unas elecciones en nuestra Nación. Ayuntamientos, Cabildos y Parlamento autonómico salen a pública almoneda, con una Ley Electoral que discrimina a las formaciones políticas que no puedan competir para alcanzar los injustos porcentajes impuestos -con la complicidad absoluta del status criollo- para reservar las instituciones para los que ya están en ellas o para los que tengan capacidad de emplear el suficiente dinero para alcanzarlos, sin importar su siempre oscura procedencia y fines. Dicho de otra forma, están, por la ley o por el dinero, reservados para las formaciones políticas españolas o españolistas.
Es una realidad que las elecciones las convoca la metrópoli y que están destinadas a perpetuar el sistema, pero son esas instituciones puestas en juego las que van a determinar el inmediato futuro de nuestra patria. De ahí la pregunta: ¿qué hacer, como nacionalistas que pretendemos la descolonización de esta nuestra nación, ante estos procesos que no dejan de ser coloniales?. Entre el independentismo es frecuente la posición de propugnar la abstención ante cualquier proceso electoral, tomando como base ese carácter colonial de los mismos, pero, nos guste o no, es una realidad que todas las elecciones que se celebran en Canarias, desde las de los Clubes Deportivos o los Padres de Alumnos a los Delegados de Curso o Sindicales también lo son. Entonces, ¿vamos por eso a inhibirnos? ¿renunciamos a transformar las parcelas de esa realidad en las que podamos influir?
Si optáramos por esta posición abstencionista -que muchas veces anteriores, y lo digo por experiencia, ha logrado romper proyectos políticos - tendremos que contestar a otra pregunta: ¿qué método de lucha alternativo se propone?. Evidentemente no se puede responder que serían las movilizaciones populares, porque no hay nada que las haga incompatibles con un proceso electoral, muy al contrario, pueden y deben ser complementarias. ¿Otra vía?. Aunque la ONU -y la OUA- en repetidas ocasiones ha considerado como legítimos los procesos insurreccionales armados para lograr las independencias africanas, ¿nos vale el proceso para Canarias hoy?. No creo que haya ahora ningún independentista que propugne seriamente esta vía como herramienta utilizable para nuestra liberación. Por lo tanto, si admitimos esto, tendremos también que admitir que son los métodos estrictamente políticos los que tenemos que emplear en el proceso de descolonización.
La cuestión ahora es ¿cómo participar?. Responder precisa previamente clarificar que pensamos conseguir con esa participación. No creo que nadie, fuera del sistema y que pretenda cambiarlo, sea tan iluso que pretenda “ganar” las elecciones. La capacidad real actual de nuestras organizaciones no pasa de lograr representación en algunos Ayuntamientos y, con un exceso de optimismo, en algún Cabildo, pero la representación más política en estas condiciones de pseudoautonomía, la que podría darnos alguna vía de actuación interna y externa para avanzar hacia la independencia, que es la del Parlamento autonómico, está fuera de nuestro alcance actual. Subrayo lo de “actual” porque, precisamente, debe ser nuestro trabajo que eso solo suceda en la actualidad y no en un futuro próximo.
¿Qué se puede conseguir con esos magros resultados posibles?. La respuesta es fácil: construir la herramienta política de la que hoy carecemos. Por eso no debe preocuparnos sacar más o menos representantes, sino que los que saquemos nos representen realmente. Por eso mi planteamiento –que evidentemente puede no ser compartido por los compañeros- no pasa por construir “plataformas” o “unidades” en un intento de ganar votos y posibles puestos. Si esas plataformas, esas unidades, no se hacen basándose en unos principios políticos muy claros y definidos sería, de nuevo, la repetición de errores pasados que convirtieron supuestos éxitos en muy reales –y dolorosos- fracasos y, tratándose de la construcción de una estado soberano para nuestra patria, la primera premisa sería el compromiso de luchar, por todos los medios políticos posibles, por esa soberanía nacional.
Amílcar Cabral planteaba que una revolución emancipadora no terminaba cuando se izaba la bandera y se cantaba el himno nacional. Esa revolución no tenía sentido si, a su vez, no era capaz de emancipar socialmente a los que representaba esa bandera y ese himno. Personalmente, y como yo muchos compañeros, aún teniendo eso muy claro, hemos intentado repetidas veces buscar una alianza con las burguesías criollas, creyendo que, objetivamente, deberían estar interesados en un proceso de liberación, pero las nuestras son en la práctica lumpenburguesías que viven y medran al rescoldo del poder colonial, que puede desprenderse a su favor de substanciosas migajas de lo que nos detrae, como es el caso de la RIC. En función de esa idea errónea tratamos de construir organizaciones “interclasistas”. La experiencia fracasada del FREPIC como Frente Popular que trataba de actuar como expresión política de trabajadores y pequeña y mediana burguesía con el objetivo de la descolonización, lo único que logró fue que los que la impulsábamos, de forma casi absoluta, eramos solo los trabajadores, pero de nuestros esfuerzos se aprovecharon aquellos que, desde un falso “nacionalismo”, solo pretendían su lucro personal. El resultado real fue que desmantelamos la organización de clase y nunca se construyo ese supuesto interclasismo porque faltaba la otra. Si bien sigue siendo cierto que la independencia necesita un Frente Popular que aglutine a las clases trabajadoras y a las pequeñas y medianas burguesías, no lo es menos que, para construirlo es imprescindible el partido de clase fuerte y capaz de dirigirlo.
Llevamos muchos años repitiendo la misma historia. Nosotros sorribamos el terreno, lo cabamos, plantamos las papas, las abonamos, las sachamos……y la cosecha la recogen nacionalistas espurios como CC & Cía, y ya es hora de variar la sintonía. Participación en las elecciones, desde mi punto de vista, rotundamente sí, pero con nuestras propias organizaciones nacionalistas y de clase y con un programa que se puede sintetizar en solo tres palabras: ¡CANARIAS LIBRE Y SOCIALISTA!
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