José Antonio Linares Moleiro* / Artículos de opinión.- El acceso a una sanidad digna ha sido y es una las mayores reivindicaciones de la sociedad, y una asignatura pendiente de las necesidades de la población, derecho indiscutible de un estado del bienestar, ocasionado por las administraciones públicas que no invierten lo suficiente en la sanidad pública, impidiendo de esta manera que la ciudadanía pueda acceder a ella en igual de condiciones.
La escasez de recursos humanos y materiales ha provocado conflictos entre la sociedad y la administración, sin que esta haya sabido responder a la demanda social con criterios adecuados, ni con planificación apropiada, ante esta necesidad constantemente reivindicada.
España se encuentra por debajo de la media europea en inversión en sanidad pública y, Canarias a la cola del territorio nacional, muy lejos del penúltimo lugar. Una posición que no es nueva e, incrementándose paulatinamente como consecuencia de la política neoliberal que fomenta la sanidad privada en detrimento de la pública. Teniendo en la isla de Tenerife el claro exponente de las nulas inversiones en la red hospitalaria pública, existiendo únicamente los deficitarios hospitales públicos heredados de la dictadura.
Este panorama creado por la fauna política, es caldo de cultivo para intentar pescar votos cada cuatro años, con falsas promesas sobre la desesperada situación de la sanidad. No dudan en utilizar el lenguaje más agresivos, insultante y mentiroso para hacerse con el voto de la ciudadanía. Achacan esta circunstancia a otros, prometen medidas imposibles, o afirman que acabaran con la lista de espera con actuaciones que esconden el fomentar más, los conciertos con la sanidad privada.
Se llegan a oír argumentos tan descabellados como que si gobiernan, nadie estaría más de dos meses en una lista de espera, ya que permitirán al enfermo elegir donde puede ser intervenido, con cargo a las arcas públicas, poniendo en bandeja la potenciación de la sanidad privada, en lugar de ampliar los recursos públicos. Otros justifican la privatización de los servicios sanitarios argumentando que ser cliente te hace más exigente que paciente, cuando lo que tendría que hacerse es ofrecer medidas a los usuarios para que sean entendidas sus reivindicaciones y necesidades. En fin que en vez de aportar soluciones el problema crean problemas a la solución.
El culpar a otros es el recurso más utilizado por lo incompetentes e inútiles en materia sanitaria. Argumentan que las dotaciones son competencias de otras administraciones, sin que se le haya observado una exigencia contundente, ante tales administraciones. Que no existen especialistas suficientes para cubrir las necesidades, es otra patraña que esgrimen, en lugar de crear el ambiente necesario para que los jóvenes opten por la formación sanitaria, con ofertas de empleo cualificado y, no empleo precario. El tema económico ó déficit cero, es la salida que también es utilizada para describir la inoperancia en actuaciones imprescindibles para la sociedad, viendo como se despilfarra el dinero público en obras e infraestructuras ilegales, inútiles, superfluas y rechazados por la sociedad, sin que se haya marcado prioridades a la hora de invertir el dinero público.
Resulta insultante que durante cuatro años, no se haga nada sobre la mejora de la sanidad pública, que durante este periodo sólo vemos a la ciudadanía preocupada por este tema, como los feligreses manteniendo y embelleciendo con ofrendas florales a la imagen veneradas y, cuando llega la festividad vemos a todos los incompetentes e irresponsables sacando a hombros a la santísima sanidad. Se visten con el traje de enanos mentales (el resto del tiempo se disfrazan), realizando su baile en manifestaciones públicas, pancartas, vallas publicitarias y, locuciones indecentes. Intentan distraer la atención del dolor y la desesperación de los usuarios sanitarios, rogándoles que le den el perdón en forma de voto y, rezando para que no se les descubran sus verdaderas intenciones.
Es dantesco que en las fiestas populares y religiosas existe una semana grande, en cambio los aspirantes a residir en los despachos oficiales, imponen la quincena grande, que una vez superada, vuelven a guardar en el olvido la imagen de nuestra señora de la santísima sanidad para, dentro de cuatro, años volverla a sacar en procesión.
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