Medios alternativos / Trabajadores digital.- Orlando Ruiz Ruiz. La solidaridad de que es portadora el ALBA convierte por primera vez a los más humildes en sujeto y objeto primordial de la transformación revolucionaria de la sociedad. La alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) nace del pensamiento originario de nuestros próceres.
Irrumpió en este momento cenital no por casualidad; ya se había gestado en el proceso de toma de conciencia de nuestros pueblos, y tiene su raíz más contemporánea en la Revolución cubana y su profunda vocación latinoamericanista.
El ALBA es como un antídoto frente al engaño de la supuesta integración que propugnan el neoliberalismo y los tratados sujetos a la Asociación de Libre Comercio para las Américas (ALCA). Se fundamenta en la lucha contra la pobreza y la exclusión social y tiene en cuenta el aporte preferencial a los países de menos recursos y más escaso desarrollo.
La validez de esta alternativa está respaldada ya por los trascendentales beneficios que en breve plazo han llegado de manera directa a las capas más humildes en las naciones que la integran; y también por la repercusión en países vecinos que disfrutan de los beneficios de esta cooperación, basada en la más amplia solidaridad humana.
A través del ALBA nuestros médicos atendieron ya a dos millones 300 mil bolivianos y salvaron tres mil vidas en el país andino, al que el gobierno cubano ofreció, además, cinco mil becas para estudios de medicina en la isla.
Ilustra también sobradamente el hecho de que hacia Venezuela se han movilizado más de 29 mil especialistas cubanos de la salud, la educación y los deportes, al tiempo que cursan estudios en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) miles de estudiantes procedentes de 12 países.
Como parte de esta trascendental colaboración, sobresale la Operación Milagro, un programa de salud oftalmológica establecido por Cuba y Venezuela para atender a personas pobres del Tercer Mundo.
Según datos consignados por la agencia latinoamericana de noticias (PL), casi medio millón de afectados de la vista en 28 países del área han sido beneficiados en dos años con ese convenio, establecido para devolver la visión a partir de intervenciones quirúrgicas gratuitas. En Venezuela funcionan hoy 13 centros oftalmológicos, para operar allí, y otras instalaciones similares prestan servicios en Ecuador, Guatemala, Haití, Honduras y Bolivia.
Más de un millón y medio de venezolanos y alrededor de 29 mil bolivianos han aprendido a leer y escribir, gracias a la cooperación Cuba-Venezuela-Bolivia, tornándose así de la noche a la mañana en descubridores del nuevo amanecer que propicia este proyecto integrador.
El embajador venezolano en La Habana, Alí Rodríguez, afirmó recientemente que el
ALBA y los tratados de comercio de los pueblos “se erigen sobre los principios de solidaridad, cooperación, complementariedad y respeto a la soberanía”.
De ahí que esa alternativa constituya una propuesta democrática, donde todos los Estados participan en igualdad de condiciones y persiguen objetivos comunes, como el bienestar social y la inclusión de los pueblos.
El ALBA ha echado a andar y traspasa nuevas fronteras con sus tratados que incluyen también una amplia colaboración económica y financiera.
Comienza a tomar cuerpo la idea de un banco del Sur, al que Venezuela ofreció aportar el 10% de sus reservas nacionales. Hace solo unos días el mandatario ecuatoriano, Rafael Correa, proclamó en premonitoria sentencia que la América vive una nueva era, un cambio de época, a la vez que se refirió a la idea de una sola patria multinacional, inspirada en el ideal de Simón Bolívar.
Un resuelto pensamiento integrador está presente en los nuevos gobiernos democráticos del continente.
El mundo comienza a descubrir con asombro que el Sur también existe, y hay que contar con él
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