Bitácoras alternativas / Ser Rizomático.- Carmen Moreno Martín (Alias Hannah).
Señor Presidente del Gobierno español:
Permítame que inicie esta carta con una pregunta: ¿Cuánto tiempo hace que no se toma usted un café en cualquiera de los bares de cualquier rincón de España? Se lo diré, según mis cálculos desde la primera semana de 2002, año en el que entró en vigor el dichoso euro. ¿Y sabe usted porque lo sé? No porque sea adivina, no; lo sé porque únicamente en aquella épica semana de enero de 2002, la conversión de precios de pesetas a euros, se ajustó a la fórmula “un euro = 166.386 pesetas”, luego, inmediatamente en los productos de consumo que atañen a alimentación, ocio y combustibles, la fórmula de conversión se ajusto a “un euro = 100 pesetas”. En aquellos tiempos en los que una familia de cuatro miembros entraba en una gran superficie y efectuaba una compra quincenal con 17.000 Pesetas, el gasoil de automóviles costaba 82 pesetas el litro, pero en un mes pasó a costar 85 céntimos de euro, y la compra de esa familia de cuatro miembros para quince días en una gran superficie, pasó a costar 170 euros. Las lechugas, costaban cien pesetas y pasaron a costar 1 euro; los helados de cucurucho de Mac Donnals, costaban 50 pesetas y pasaron a costar 50 euros; los cafés, costaban de cien a ciento veinticinco pesetas y pasaron a costar de un euro a un euro con 20 céntimos; los menús diarios de restaurantes económicos, costaban 600 pesetas y pasaron a costar 6 euros, y así con todos los productos de alimentación... Lo que antes se compraba con 5000 pesetas, nunca más se pudo comprar ni con 50 euros y las doscientas mil pesetas del ciudadano medio incluido ese que le realizó la pregunta sobre lo que cuesta un café, se convirtieron en 1200 euros pero alcanzaban para sólo 120.000 pesetas. Y si usted bajara de los cielos de la macroeconomía y se instalara unos días por los suelos que pisamos la ciudadanía, comprobaría que esto es así, tal cual como se lo digo. En fin, que un café hoy, en España, de media le puede costar a usted 1,10 euros; pero 0,80 euros, ya no le cuesta a usted ni en las cafeterías subvencionadas de los establecimientos públicos, ni en las escuelas universitarias ni en las facultades. Pelín desfasado está usted, querido Presidente.
Señor Presidente, cada vez que usted o cualquier otro político –que algunos hay que cobran más de 6000 Euros al mes, y no les llega, imagínese a nosotros-, nos habla de la inflación, esa que fluctúa, desde 2002, entre el 3 y el 4 %, a mí me da la risa floja, porque lo cierto es que para los gastos de un ciudadano común, uno real que transite por los espacios reales, la inflación ha sido del 70% y me quedo corta. Usted, Señor Presidente, vive en un país desconocido para mí. En este en el que yo vivo, la clase media ha perdido un poder adquisitivo del 66%, por lo que ha pasado a ser clase quinta; y las clases bajas desfavorecidas, han pasado a engrosar los volúmenes de las bolsas de pobreza… Eso sí, las cosas cómo coches, aparatos etcétera, no han variado mucho su precio, y las sujetas a nuevas tecnologías –cómo la informática- incluso han bajado… La pena es que cómo todo se nos va en sobrevivir –comer, techo, luz, gas, ropa y esas cosas de primera necesidad, que son las que han subido por encima del 70%-, no podemos comprar esas cosas tan baratas, más que a fuerza de créditos y tarjetas visas que nos cargan más del 1% mensual de interés, por lo que entre eso y las hipotecas, estamos endeudados hasta las cejas.
Señor Presidente, no se me escapa lo difícil que debe ser gobernar un estado; espero que a usted tampoco se le escape lo engañoso de las estadísticas y de la macroeconomía: ya sabe: dos personas presencian como una tercera persona se come un pollo, sin comer ellas nada; las estadísticas nos dirán que cada persona se come más de un tercio de pollo... Me parece perfecto el que se nos conceda a los ciudadanos "preguntar", aunque yo preferiría una democracia más real, menos representativa y más directa. Un país -que no un estado- sin amos ni representantes de ningún tipo; aunque ya sé que eso es una utopía; la mía. La suya es esa de los cafés a 80 céntimos.
Señor Presidente, debe ser muy gratificante vivir en el país de ensueño que usted habita, en el que todo va tan bien. Le propongo que en lugar de un programa televisivo de “preguntas” –a las que usted no respondió casi a ninguna-, se realice una visita de un día a ese país suyo, con gastos pagados, para cien ciudadanos. A buen seguro que saldríamos ganando todos; los ciudadanos por ese día de asueto de gastos y vacación; los de la tele, porque seguro que les resultaría menos costoso que el fantasioso show que se han montado; y usted, porque podría convertirse en “mago” por un día y satisfacer ese optimismo fantasioso suyo que le lleva a vivir en una realidad absolutamente falsa.
Señor Presidente, por favor, ya tuvimos bastante de “España va bien” en las dos legislaturas pasadas. Ya sé y sabemos que para los Bancos, Cajas, Multinacionales, grandes empresarios, constructores, ejecutivos, políticos y demás suertudos, lo del euro ha sido fantástico y les va, no ya bien, sino de maravilla. Pero de lo que se trata es de que a la media de los españoles –que no son esos- les vaya bien, pero bien de verdad. Se trata de que, ya que los precios que tenemos son “europeos”, los salarios y las prestaciones sociales también lo sean; y cuando digo “europeos” no me estoy refiriendo a esa Europa del este a donde se están trasladando las fábricas, sino a la Europa del norte y a la cercana: Francia, Alemania, etc.
Por lo demás, Señor Presidente, estuvo usted muy bien; un talante genial: tolerante, respetuoso, cercano, afectuoso… Pero verá usted, si bien esos valores son encomiables, imprescindibles y altamente deseables en todo ser humano, si están desnuditos y solitos, no llenan los estómagos; y como decía Schopenhauer –que era un misógino ocurrente-, hablando de rosas se puede filosofar, pero si se habla de comida hay que comer. Por favor, Señor Presidente, baje usted a la tierra en la que tratamos de sobrevivir los mortales y responda con concreción a las preguntas, porque para cuentos chinos, ya nos los leemos nosotros solitos.
Y una última cosa, Señor Presidente: por favor, no nos repita en cada respuesta todo lo que ustedes han realizado en tres años. Qué ya lo sabemos también, me consta la valentía de su ejecutivo por haber llevado a cabo y conseguido poner en vigor leyes tan necesarias e importantes como las que ustedes han elaborado y sacado adelante: Dependencia, Igualdad, Matrimonio entre homosexuales, Identidad para transexuales, Integral de violencia de género, legalización de 600.000 personas sin papeles y algunas más... Eso nadie con sentido común que sea progresista podrá negarlo y lo tendrá en cuenta, estoy segura; pero si nos lo va respondiendo una y otra vez a cualquier pregunta y sin venir a cuento, termina usted por aburrirnos. Y, Señor presidente, déjeme que le diga, ya que habló usted con tanto énfasis de la educación, que en ese tema y con la nueva ley, volvieron ustedes a pifiarla perdiendo otra vez una oportunidad de oro... y, ya puesta, dos cuestiones: ¿Para cuando un estado realmente laico y una escuela laica? ¿Para cuando la salida de nuestras "fuerzas" de Afganistán? Verá, para mi lo del "Estado aconfesional" pero con privilegios a la Iglesia Católica es un atentado a la inteligencia, y, lo de las guerras, para mí no son ni legales ni ilegales, son inhumanas, criminales y absurdas todas.
Reciba usted, Señor Presidente, un cordial saludo, y, el día que a usted le venga bien, nos tomamos un café en su país, en ese que los cafés cuestan 0,80 euros.
P.S. He escuchado por la tarde en la radio, que en la cafetería del Congreso, un café cuesta 0,70 euros… Señor Presidente, la vida también existe fuera del Congreso, dese usted una vuelta por las calles y plazas de los pueblos y plazas de nuestra geografía y compare, no vaya a ser que lo que dijo Bush y que recoge la ilustración de este post, vaya a cumplirse también aquí.
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