José Antonio Linares Moleiro* / Artículos de opinión.- La noticia que se publica, en el diario digital www.canarias24horas.com sobre el fallecimiento de una niña de ocho meses, no ha sido el único caso que ha ocurrido en el sur de esta ínsula, utilizada por los mercaderes para obtener beneficio económico sin escrúpulo ninguno. Pero en este caso no se ha denunciado en privado y silenciado en público, esperando que sea el acicate para que salgan a la luz pública todos los casos de la escasez de asistencia sanitaria de esta comarca.
Históricamente la ciudadanía del sur de Tenerife ha exigido un HOSPITAL PÚBLICO para esta zona, sin que se haya atendido esta demanda por parte de las administraciones públicas, que tienen ocupado su tiempo en la proliferación de infraestructuras faraónicas e inútiles, cuya finalidad es la obtención de grandiosos beneficios económicos para un sector minoritario de la población, creando lobys cuando sea necesario, con dinero de nuestros impuestos, para presionar a la Unión Europea y, conseguir que se dictamine el si al puerto de Granadilla. Incapaces por su inmoralidad de hacer la más mínima presión para que el ansiado hospital público del sur de Tenerife sea una realidad. Gobernantes que se prestan a salir a la opinión pública conjuntamente con la propiedad de la sanidad privada, en un acto vergonzoso de complicidad por el abandono a la ciudadanía, justificando lo injustificable, como lo ha hecho la Consejera de Sanidad (privada) argumentando que la escasez de pediatras no es exclusivo de Tenerife, sino de toda España, sin explicar el motivo por qué los facultativos que terminan sus estudios en Canarias tiene que emigrar a otros lugares de la comunidad europea, para obtener lo que los incompetentes sanitarios de nuestra comunidad son incapaces de ofrecerles, demandas que les corresponden por derecho y que la ciudadanía precisa.
Se jactan de intentar vendernos que los “chiringuitos” del norte y sur de Tenerife, son la solución a la inexistencia de hospitales públicos, sabedores de que esas instalaciones son poco más que unas naves para meter los viejos que molestan en casa. Instalaciones que no cuentan con los más mínimos requisitos de un hospital, contando, esos sí, con las concentraciones de la urgencias comarcales. Hecho que viene a ser un pastel muy goloso para la sanidad privada, ya que no se ha determinado su gestión, pero se puede intuir que sea otorgada a la sanidad privada, con lo cual tendríamos a los mercaderes de la enfermedad en un puesto preferencial para determinar que enfermos es dirigido a la sanidad privada, es decir el que es rentable económicamente y, a la sanidad pública los que se precise una intervención cuyos constes económicos sean deficitarios para las empresas del sector, consiguiendo de esta manera que la sanidad pública se descapitalice aún más y, argumenten la justificación de la privada por su alta rentabilidad. De esta manera los gestores de los “chiringuitos” quedan facultados para determinar que persona es paciente y cual es cliente, circunstancia humillante para una sociedad que se permita llamarse moderna.
Estos sin-vergüenzas no van hacer nada para esclarecer los hechos, se limitarán a decir que acataran lo que determine la justicia, mientras la familia de esta víctima inocente, tendrá que continuar con la incertidumbre de ¿por qué?, familiares que tendrán que soportar un largo procesos judicial, contando y recordando una y otra vez, las agonías de ver como su hija, nieta, sobrina… se iba, impotentes ante la inutilidad de un sistema sanitario que ha trastocado sus vidas.
Tanto el sur como el norte precisan hospitales públicos adaptados a la necesidad de la población, con capacidad de atender las circunstancias sociales de una próxima década, como mínimo, pues de lo contrario nacerán obsoletos. La ciudadanía no le vamos a decir las características técnicas de los hospitales del norte ni del sur, pero si podemos decir los que no queremos. No queremos que a los chiringuitos les llamen hospitales, no queremos que sigan muriendo personas por falta de atención sanitaria, no queremos ver a las mujeres pariendo en la autopista, no queremos que la sanidad pública se descapitalice en beneficio de la privada, no queremos un futuro incierto en atención sanitaria, no queremos a irresponsables políticos eludiendo el problema y, no queremos el juramento de hipócritas, sino el hipocrático.
(*) Es presidente de Tagoror Achinech.
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