Venezuela / Argenpress.- Martín Guédez. Lo nuevo es siempre un desafío a las ideas preconcebidas. En general nuestra percepción del mundo condiciona fuertemente nuestro juicio para asumir las cosas nuevas. En el mundo y en forma particular en Venezuela se plantea este año un gran debate sobre el Socialismo del Siglo XXI. Por lo que podemos ver hasta ahora cada quien llega con su equipaje ideológico a cuestas sin mucho interés en hacerlo a un lado ni por un segundo. Nada de particular, lo extraño sería lo contrario. La dificultad para asumir nuevos conceptos y la resistencia a los cambios es una constante en la historia de la humanidad. Sin embargo si queremos crear hay que romper paradigmas. Cuando hace apenas unos días escribí un trabajo en el cual colocaba como condición sine qua non para comenzar el debate el llegar “desnudos” no fue una travesura erótica, sino el reconocimiento a un factor imprescindible si se espera alcanzar éxito.
De momento lo que vemos en los distintos voceros es una reivindicación de socialismo desde el significado que este tiene para cada quien. Así, quienes en el equipaje traen la interpretación marxista de socialismo se oponen per se a cualquier aporte que pueda provenir de otra fuente. La construcción del significante se realiza pues desde el conocido significado. Falta ese atrevimiento para el invento. Se obvia, por ejemplo, que desde la Revolución Francesa no ha existido ningún socialismo en el mundo, no obstante los tan heroicos como fallidos modelos practicados.
Sin duda la aproximación teórica más exitosa a la construcción de una sociedad socialista se la debemos a Karl Marx. A partir de la teoría del valor-trabajo, Marx demostró que lo percibido por el trabajador como pago por su trabajo-mercancía es exactamente el costo de producirlo y que, por tanto, la plusvalía -diferencia entre el valor de las mercancías producidas y el costo de la fuerza de trabajo-, de acuerdo con el sistema jurídico capitalista es apropiada por la burguesía. Esto hace que el proceso de acumulación de capital en manos de la burguesía sea infinito y cada vez más concentrado en detrimento del ejército de trabajadores con salarios al borde de la subsistencia. En otras palabras la propiedad social de los medios de producción pareciera una condición imprescindible para alcanzar el objetivo de una sociedad justa e igualitaria. Ahí tenemos un buen punto de partida.
El problema pareciera plantearse no en lo que debe lograrse (política), sino en cómo debe lograrse (estrategia). Es claro que en el modelo de la URSS, si bien el qué pareciera haber estado claramente definido, el cómo condujo a un modelo social rígidamente controlado por la cúpula del PCUS, altamente burocratizado y con un alto costo en el ámbito de las libertades públicas. La dictadura del proletariado, modo de enfrentar el asentamiento de la nueva sociedad, cuyo objetivo es precisamente la eliminación de la sociedad divida en clases y con ello del Estado, instrumento de una clase contra otra, se hizo una constante. Nunca un Estado fue tan poderoso y omnipresente como en la URSS. En otras palabras no basta con tener claro el objetivo sino que debe definirse con claridad el camino para que el pueblo no pierda en ningún caso su protagonismo ni el poder soberano sobre el proceso de su propia liberación.
En el diseño novedoso de la estrategia -puesto que en el fin hay poca o ninguna diferencia- es mucho lo que tienen que decir y aportar, desde Jesucristo, pasando por el absolutamente imprescindible Simón Bolívar, hasta Simón Rodríguez, José Martí o Ezequiel Zamora, por sólo nombrar algunos. Reitero que en cuanto al fin último no hay diferencia alguna. Da igual asumir la comunidad planteada en Hechos de los Apóstoles, capítulo 4…”Y tenían un solo corazón y un solo espíritu… y no había pobres entre ellos…y daban a cada quien según sus necesidades…”, que la formulada por Lenin como la sociedad comunista, etapa superior del socialismo…”Cada quien recibe según sus necesidades y entrega según sus posibilidades”, o la esbozada por El Libertador…”El mejor sistema de gobierno es aquel que produzca la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de estabilidad política…”.
Tampoco puede obviarse que los aportes de cada uno de estos prohombres no serán de la misma característica. Ya hemos señalado que Jesús no escribió una sola palabra, salvo aquellos garabatos que pareciera escribió en la tierra con motivo de la lapidación de la mujer adúltera. Frente a la profusa creación teórica de Marx está el magnífico accionar de Simón Bolívar recogido en una profusa creación de documentos, discursos, proclamas o cartas. Otro detalle interesante para iniciar el debate es la necesidad de conocer en profundidad el pensamiento de estos próceres del Socialismo del Siglo XXI. Hay mucho por aprender, interpretar y limpiar de la basura interpretativa no inocente para penetrar el pensamiento de estos grandes hombres.
En el caso de Bolívar, las oligarquías de todo nuestro continente simplemente han hecho lo posible y lo imposible para que no se conozca el Bolívar revolucionario, pensador, antiesclavista, forjador de repúblicas, democrático, antiimperialista, fervoroso militante de la igualdad y la justicia. Ese Bolívar ha sido negado y falsificado por la inmensa mayoría de las Academias y los sistemas educativos. Hoy, luego de 8 años de pedagogía directa realizada por el Comandante Hugo Chávez Frías, sigue estando muy sólo e incomprendido en su lucha por hacer que se distinga entre el pensamiento y la acción revolucionaria de Simón Bolívar y la de muchos de nuestros caudillos. Permítaseme añadir que no poco del pensamiento de Marx yace bajo los condicionantes impuestos por los manuales editados por los gobiernos de la extinta URSS.
Así que entendemos que hay mucho que investigar, estudiar y descubrir. Creemos que la primera misión debería ser una buena limpieza de oídos para que la fuente maravillosa del pensamiento de estos afluentes llegue a enriquecer el río del socialismo nuevo sin esa carga de impureza previa. ¿Acaso no tiene mucho que decir, desde sus acciones y ejemplo el Libertador Simón Bolívar para el diseño de una sociedad de justicia e igualdad en nuestra América? ¿No sigue teniendo mucho que decir el carpintero de Nazareth aún cuando nunca haya escrito una letra? ¿No es absurdo buscar los posibles elementos excluyentes entre estos constructores del Socialismo del Siglo XXI? ¿No deberíamos partir de una definición amplia y general del Socialismo del siglo XXI como “Una sociedad de justicia, igualdad, libertad y máximo protagonismo del pueblo”? ¿Seremos capaces de emprender esta construcción “desnudos” de posiciones preconcebidas?
Si en algún momento y lugar las condiciones objetivas y subjetivas han estado dadas para emprender esta construcción es ahora y en Venezuela. Si lo hacemos, generosamente, limpios de egoísmos, desnudos de prejuicios, armados de un sentido profundo de la paciencia, la constancia y el amor para hacerlo, podremos lograrlo. La Utopía tan buscada habrá encontrado su espacio en Nuestra América.
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