Prensa / La Opinión de Tenerife.- Carmen Ruano. Antes, cuando un niño decía una palabrota, la madre, presta, le amenazaba con un enjuague bucal para remediar el exabrupto: te voy a lavar la boca con jabón, condenado chiquillo. La Justicia, ahora, condenado Vargas, se está dedicando a lavar con indemnizaciones millonarias los malos modos de este personaje, que ha hecho de la insidia y el insulto su modo de ganarse la vida en algún medio de comunicación. Tres sentencias ya lo han condenado. Otras dos vienen en camino.
El método empleado por Vargas para conseguir audiencia en su programa es muy sencillo. Diría incluso que sobrecogedor: la insinuación, la media verdad, el engaño, la ignorancia y la falta de escrúpulos. Si yo utilizara sus mismos métodos podría decir, por ejemplo, que en 1996 fue denunciado por acoso sexual por una compañera de trabajo. Podría inventarme que el tal Vargas dijo a la chica que "no veas las virguerías que podría hacer contigo en la cama", podría exagerarlo, desorbitarlo y adornarlo, pero lo cierto es que lo que estoy haciendo es reproducir textualmente el contenido de la denuncia presentada en la Comisaría de Policía de La Laguna.
Podría contarles, también, que hace poco acudió al juzgado de Güímar y dejó su Porsche estacionado en una zona prohibida. La Policía Local le apercibió cortésmente de que era necesario que aparcara en otro lugar, a lo que el susodicho respondió con un "yo aparco donde me da la gana" y acto seguido subió al juzgado. Los agentes, pues, procedieron a endosarle la correspondiente multa para descubrir que el coche pertenecía a una inmobiliaria cuyo nombre omito. Por ahora. Los maledicentes cuentan, también, que la casa donde habita tampoco es de su propiedad, pero yo a eso no le doy demasiada importancia habida cuenta de que mucha gente vive de alquiler.
Vargas debe ser un tipo que aplica el dicho aquel de Roma no paga a traidores. Y si no, que se lo pregunten a Javier Abreu, el portavoz del PSC en el Ayuntamiento de La Laguna, al que el susodicho acusó públicamente de ser el "chivato" de las insidias lanzadas contra cargos públicos socialistas. Qué quieren que les diga, no me gusta la palabra chivato, prefiero la de confidente porque me parece más elegante, pero aún así no me creo que Abreu vaya por ahí intentando desprestigiar a sus compañeros de partido. ¿Ustedes no opinan lo mismo?
Pero a lo que iba. Jorge Vargas ha tenido ya que pagar varias indemnizaciones tras las sentencias firmes dictadas contra él y sus métodos insidiosos. Una de las sentencias condenatorias que colecciona dice textualmente: "Debe tenerse en cuenta que la libertad de expresión es un derecho constitucional que consagra el derecho a opinar. Sin embargo, ese derecho no alcanza a las expresiones injuriosas o insultantes o vejatorias, de manera que el derecho a opinar no comprende el derecho a insultar". La misma sentencia añade que en la jurisprudencia del Tribunal Supremo y del Constitucional "el insulto personal, la vejación injusta y el menosprecio grave, no puede estar nunca amparado por el derecho esencial de la libertad de expresión, puesto que en caso contrario se generaría una sociedad infame en la que la convivencia se degradaría a unos límites intolerables". Con respecto a lo dicho por Vargas, la sentencia de forma categórica deja claro que "utiliza expresiones que en nada contribuyen a aclarar la información del caso de que se trata; al contrario, son expresiones que deben ser calificadas como insultantes, insidiosas, expuestas no con ánimo de informar o de opinar, sino con finalidad vejatoria".
En otra de las sentencias condenatorias de este personaje, se señala la "falta de diligencia en averiguar la realidad de los hechos, o al menos contrastar mínimamente su autenticidad", de forma que Vargas dice inexactitudes que hubieran sido "fácilmente subsanables de haber desplegado una mínima actividad investigadora". Los mismos argumentos se refuerzan en otra sentencia posterior, donde se señala que atribuyó a una persona "un acto arbitrario y de nepotismo a favor de un familiar", aunque quedó "acreditado que los hechos no son ciertos y además el periodista, pudiendo hacerlo, no empleó la diligencia debida para comprobar los hechos que imputaba".
A estas alturas, convendrán conmigo que la realidad de los hechos y los hechos que cuenta Vargas no suelen coincidir. Pero el daño ya está hecho. Hay más. En otra sentencia, el tribunal considera que no admite duda "la completa incerteza de los datos ofrecidos, así como la inobservancia" por parte de Vargas "de las reglas básicas y elementales que ha de observar un buen periodista para constatar la veracidad de la información que suministra".
Las descalificaciones de Vargas y los insultos que profiere contra quien le interesa, sin embargo, han tenido, aunque sea mínimamente, un efecto positivo e insólito. Después de muchos años, el Ayuntamiento de Güímar tomó un acuerdo plenario por unanimidad. El de emprender acciones judiciales contra Jorge Vargas, que la emprendió contra dos concejales -de distintas formaciones políticas-, aunque me niego a reproducir las insinuaciones o las descalificaciones utilizadas contra ellos. Los dos juicios ya han quedado vistos para sentencia.
Lo que también está quedando meridianamente claro es que las personas a las que Vargas ataca, zahiere, ofende e insulta han empezado a acudir a los tribunales. Y los tribunales, como no podía ser de otra manera, les han dado la razón y han colocado al personaje en su sitio. Más de 20.000 euros ha tenido ya que pagar como mínima compensación del daño causado con las insinuaciones a varias personas. A Vargas se le está acabando la impunidad. Sus bravatas ya no dan tanto miedo y la gente pelea por restablecer su honor injustamente mancillado. Por eso a Vargas se le suele ver con su Porsche en la puerta de Los Delfines o en La Playita. Tomando café o comiendo. Rodeado de mesas con gente que disfruta del rato agradable y de la compañía. Curiosamente, él, siempre que yo le he visto, está completamente solo.
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