Agapito de Cruz Franco / Artículos de opinión.- Desde que surgen los partidos políticos con los Estados-nación, los colores y las ideas políticas empiezan su andadura en común. Bien es verdad, que ya en la edad media los señores feudales elegían colores para sus pendones y que al final, el marketing y la publicidad ha coloreado de intereses consumistas nuestras vidas. Unas elecciones no son sino un mercado electoral. El otro día, Saavedra, hablaba sobre las próximas en plan saber vender el producto adecuado, al igual que la publicidad engañosa de cualquier hipermercado.
Porque eso es la propaganda electoral en este sistema de mercado. Una lucha por atrapar al espectador y venderle la mejor candidatura. Sólo que el producto hay que aguantarlo 4 años, no tiene garantía alguna y no se puede devolver. Las grandes superficies electorales han empezado ya con sus movimientos publicitarios. Las tribus políticas andan también alborotadas y revueltas y han emprendido una frenética carrera hacia ninguna parte, como sucede siempre cada cuatro años, para al final sacar extrañas conclusiones con el fin de no lanzarse al barranco ante unos resultados que siempre son los mismos.
Pero hablemos del arco iris. El rojo –con permiso de Garibaldi-, suele verse como un color tradicionalmente de izquierdas asumido por el socialismo y el comunismo. Craso error. El rojo ha sido siempre el color de la derecha, del poder, empleado ya por los reyezuelos fenicios en sus palacios y túnicas, a causa de ser un color que tan sólo se conseguía con la pesca de un molusco muy especial. De ellos pasó a los emperadores romanos y de éstos a su continuación natural, la Iglesia Católica con sus más altos cargos, los cardenales, vestidos de rojillos, y la Fiesta del Corpus con sus adornos granates colgados de los balcones y continuación de las entradas triunfales de los Césares. Incluso, cuando uno se da un golpe, al moratón que te sale se le llama cardenal. Cosas de la sangre. Además, los rojos, se llamaban tales por profesar la bandera colorada de la hoz y el martillo soviética. Pero este color no era el del comunismo sino el nacional de Rusia, pues rusos significa en eslavo, rojos, epíteto que proviene de los vikingos cuando en sus correrías por todo el orbe hubo una tribu, la de los del pelo rojo, que emigraron hacia el norte estableciéndose en Moscú.
El azul, ha sido el color de la derecha en este país. Surgió como contraposición al rojo allá por aquellos años de la memoria silenciada. Lo inventaron los pastorcillos de Fátima al ponerle el manto azul a la Virgen, lo que asumirían los fascistas como un mandato del cielo para defender sus valores cristianos, que nada tenían de tales, aunque eso es otra historia. El azul es realmente el color de los verdes, pues es el del Planeta mirado desde el espacio.
El verde es el color del Islam. Es el color de Mahoma y el Corán y el usado en todas las ceremonias musulmanas, edificios, enseñas, etc. Por culpa de la clorofila –y de la esperanza, que siempre es verde- la izquierda actual ha asumido este color como propio, pero no es así. El color de la izquierda verde es el azul, y el rojo el de la derecha.
El negro es el del anarquismo, el único coherente. El blanco, aparte del de la bandera de La Orotava – donde por cierto hay que decir, que fuera de IpO el verde sólo existe en los tejados del Barrio de San Antonio-, es el color de la tristeza en China y de la alegría por acá. Por eso ningún partido político usa el blanco como suyo, mientras que el violeta es el color del feminismo, porque de este color eran las telas de las mujeres asesinadas en Chicago aquel aciago 8 de marzo.
Al final los gay han hecho suyo el arco iris, pero éstos ya eran los colores de la bandera de todos los indios de Abya Yala -la mal llamada América-.
Para terminar, el amarillo es el color del futuro. Está incontaminado. Es el color del sol y de las energías limpias. Hasta que venga alguien y se lo apropie hablando del cambio, cuando el único cambio seguro en política es el cambio climático. Que ya está aquí.
Artículo de opinión aparecido el jueves 16 de noviembre en 'La Gaceta de Canarias', en la columna "Tribuna Abierta", pág. 4: "Colores y política".
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