Bitácoras canarias / La otra Camy.- Todos los viernes, como tengo que entrar a las nueve, salgo una hora antes para atravesar no sé cuántos municipios y llegar a tiempo al trabajo. Justo cuando llego a El Paredón para subir hacia El Amparo, me encuentro una cola endemoniada que se manifiesta en todos los sentidos y direcciones y que logra –o a veces ni siquiera- que la circulación sea lenta e insufrible y que pierda allí diez minutos o más. La pelotera es impresionante y, si no fuera por la ínfima calidad de la carretera y porque conozco de vista a los policías que se pasan allí pita que pita, yo juraría que es la Nacional VI a la altura de Guadarrama más que un tramo de carretera de un barrio de Icod, donde algunos afirman que están “comprometidos con la calidad de vida” y que hay “accesibilidad para todos” y gritan a los cuatro vientos que quieren “carreteras de verdad”. (Clic en la imagen para ampliarla).
Afortunadamente sólo tengo que coger un tramo de pelotera,… perdón, de carretera, el que va desde el Lomo Blanco hasta el cruce para El Amparo, porque ya luego subo, en cola también pero con bastante fluidez, y no encuentro ningún obstáculo hasta Guía de Isora de no ser un turista que va lento por desconocer las curvas o algún camión de tonelaje que vaya frenando por la cumbre. Y parece mentira que, después de atravesar tantos municipios, el único embotellamiento sea en Icod. Es, a decir verdad, bastante frustrante para un icodense, porque el siguiente embotellamiento que te puedes encontrar yendo en dirección al sur por la cumbre está en Guaza, en la autopista, pero esa zona supera a Icod en población con diferencia. Vamos, que ya quisieran tener tantos habitantes los que piden constantemente aquello de la “tercera reforma”.
En lo que voy subiendo lentamente el inicio de la carretera de El Amparo, puedo observar de soslayo a la gente haciendo las más diversas tareas dentro de los coches en lugar de impacientarse. Estoy por pensar que la gente sale de sus casas con todo a medio hacer para aprovechar el tiempo en la cola, donde lo más clásico es escuchar reggaeton a toda potencia. Pero también están las señoras que van a trabajar y optan por salir por la puerta hechas unas desgreñadas un rato antes, invirtiendo el tiempo en maquillarse en el coche y así al llegar a su destino guapísimas por sobrarles para esmerarse más tiempo del que necesitan. No sería extraño que les echasen la bronca por llegar tarde por estarse pintando. Otros, muchos, hablan por el móvil: “No, cariño, no puedo llegar a tiempo porque estoy metida en una cola. Mira a ver si hacen el favor en la guardería y lo dejan estar un poquito más”. Y después la voz del locutor: “Icod quiere carreteras de verdad”. Otros tocan la pita desesperados, como si por pitar desesperadamente fuera a pasarse el nerviosismo. El taxista mira el reloj malhumorado porque lleva una carrera para el analista del Centro de Salud. Luego las guaguas de estudiantes para los institutos y colegios. Todos los viernes por la mañana, y todos los días seguramente, llegan tarde. Y llegan tarde también las nuevas contratadas por tres meses que conducen las furgonas de la concejalía de Servicios Sociales, que todos los viernes están en la cola y a la misma altura...
Total que la cola llega a la fuente de El Mayorazgo. Todos los viernes… y seguramente todos los días, aunque yo no la vea. Y ahora a correr que me las pelo por esa cumbre para ganar los diez minutos que he perdido. Cinco o seis municipios más allá sin encontrar ningún obstáculo ni similar ni parecido, para desandar el camino a las dos del mediodía y volver a encontrarme el embotellamiento otra vez en El Paredón como si no se hubiera movido en todo el día.
Para ganar tiempo me miro al espejo y me retoco un poco los labios. Me acuerdo de mi Jose, cojo el móvil y marco a casa: “Amor, a ver si te puedes esperar un poco más, no me dejes las niñas solas que ya voy para arriba. Es que estoy en una cola... en LA cola”.
Al tiempo que cuelgo, subo a tope el volumen del mp3 mientras me va tripeando el son del dembow. Menos mal que siempre tengo medio posillo de backeo para cuando me meto en la cola a janguear con todos los parceros del corrillo. ¿Me estaré volviendo clásica?
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