José López Sánchez * / Artículo de opinión.- Recuperando el verdadero sentido de
las palabras. Combatiendo prejuicios.
Lejos de lo proclamado por los propagandistas del
actual sistema capitalista, el verdadero socialismo y comunismo no tienen casi
nada que ver con lo que existió en los regímenes de la Europa oriental en el
siglo XX. Basta con leer a los padres del marxismo para descubrir que así como
Jesucristo no es responsable de los crímenes cometidos por la Santa
Inquisición, Marx y Engels no lo son (por lo menos no por completo, pues
algunos de sus errores, sin embargo, sí contribuyeron) de las experiencias
prácticas distorsionadas que pretendían instaurar, en su nombre, el “socialismo
real” como etapa intermedia hacia el comunismo. No hay que confundir estalinismo
con socialismo, menos aun con comunismo. Como tampoco hay que confundir la “democracia”
liberal con la democracia. En definitiva, no hay que confundir la etiqueta de
la botella con su contenido. Lo verdaderamente importante es el contenido. Hay
que distinguir entre lo buscado y lo encontrado, entre un concepto teórico y su
aplicación práctica, la cual puede ser contraria al primero. Que un partido se
autoproclame como socialista no significa que lo sea, lo mismo podemos decir de
un régimen político-económico. El capitalismo se autoproclama como democrático
y no lo es. El “socialismo real” tampoco era realmente el socialismo. Los
denominados regímenes comunistas poco tienen que ver con la idea del comunismo
postulada por Marx o por muchos intelectuales anteriores a él. Esto lo puede
comprobar cualquiera leyendo a dichos intelectuales.
Este artículo
es un extracto retocado del libro ¿Reforma
o Revolución? Democracia, donde se analiza detalladamente el caso
de la URSS en busca de una reformulación de la teoría revolucionaria para el
siglo XXI. Para quien desee profundizar en lo dicho aquí, he sintetizado en el
libro El
marxismo del siglo XXI lo que en verdad es el marxismo, según mi
visión, que yo creo que es la correcta, pero que no es la única posible.
Asimismo, en este libro, además de divulgarlo, de explicar sus bases, se
critica constructivamente al marxismo para intentar hacerlo avanzar. Es
imprescindible analizar los
errores de la izquierda para superarlos.
Hay
dos parámetros, relacionados entre sí, pero no idénticos, a tener en cuenta a
la hora de hablar de la gestión de la
economía, de cualquier gestión en general: centralización vs. descentralización, dictadura vs. democracia. Una
gestión eficaz requiere llegar a un equilibrio entre la máxima centralización y
la máxima descentralización. En algunas cuestiones parece lógico centralizar
más que en otras. ¿Pero no es más eficaz también, además de más ética, una
gestión controlada por los gestionados, es decir, más democrática? No puede
olvidarse que el “socialismo” implementado bajo los regímenes estalinistas
careció de una de sus características esenciales,
definitorias: la democracia obrera,
la democracia en su sentido más amplio y profundo, en la política y en la
economía. Sin la democracia no es
posible el socialismo porque el socialismo es, por definición, sobre todo,
democracia. La apropiación de los medios de producción por parte del Estado es
una condición necesaria para el socialismo, pero no suficiente. El Estado debe
ser, a su vez, también apropiado: por la ciudadanía en conjunto. El Estado debe
también ser gestionado democráticamente
por el conjunto de la sociedad. El capitalismo de Estado no es el socialismo.
Es un paso hacia el socialismo, pero no es socialismo todavía. El socialismo
implica llegar a una gestión planificada, racional, más o menos centralizada,
de la economía. ¡Pero también, sobre todo, una gestión democrática de la economía, independientemente del grado de
centralización o descentralización adoptado, una gestión democrática de la
sociedad en general, en todas sus facetas! Lo que caracteriza al socialismo,
más que el grado de centralización o descentralización adoptado, es sobre todo
el carácter democrático de la gestión
económica, social en general.
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